Jesica Vianey, así, sin tilde, con una “S”, sin edad determinada, se sumó a la “cifra” de mujeres asesinadas en este mes de marzo, mes de la mujer y que ya ascienden a 21.
A ella la golpearon casi hasta la muerte pero su asesino, no contento con eso, la acuchilló hasta que se le fue definitivamente la vida; después, el basurero.
La idea de su homicida, el que la golpeó con saña, era que Jesica Vianey desapareciera en medio de la inmundicia, tal vez como alimento para las aves carroñeras o para los perros.
Así quedaría impune el crimen, el homicidio… al menos eso pensó su asesino, José Antonio, su pareja sentimental.
Jesica Vianey no salió en los medios de comunicación, ni en los portales digitales ni en una pancarta en alguna manifestación, de esas “feministas”, ni “ellas” rompieron cristales de Palacio de Gobierno o del Congreso del Estado o de negocios del Centro Histórico de Morelia, para reclamar su muerte y exigir justicia.
De hecho nadie, salvo su asesinó, sabía que Jesica Vianey, ya no estaba, ya no existía, ya estaba muerta y su cuerpo tirado en medio de la basura.
Fue el pasado 18 de marzo que en un basurero ubicado en la curva de Turundeo, sobre la carretera Tuxpan-Ciudad Hidalgo, se localizó el cuerpo sin vida de quien posteriormente fue identificada como Jesica Vianey L., quien presentaba golpes y heridas producidas con un objeto punzocortante, que le provocaron la muerte.
Alguien en medio de la basura, en la pepena seguramente, se dio cuenta del cuerpo inerte de Jesica Vianey y avisó a la policía que tras indagar, logró detener a José Antonio S., por su posible relación en esta muerte no mediática, en este asesinato casi desapercibido, de Jesica Vianey, así sin tilde, así con una “S”.
Por Sergio Cortés Eslava
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