Si tienes a la mano un billete de 50 pesos, te darán cuenta que en uno de sus lados aparece un bello acueducto. Pues bien, esta construcción se sitúa en las calles del centro de Morelia y tiene como inspiración la cultura romana.
Los romanos construyeron numerosos acueductos para proporcionar agua a las ciudades y lugares industriales en su imperio. Estos acueductos estaban entre los mayores logros de ingeniería del mundo antiguo y establecieron un estándar no igualado durante más de mil años tras la caída de Roma.
Construido con cantera rosa y con una altura de hasta ocho metros (en su parte más elevada), pareciera que sus 253 arcos dan saltos a lo largo de los 1,700 metros del lado oriente de la ciudad.
Este sistema para transportar el agua data de finales del siglo XVIII y es de las pocas construcciones que conservan gran parte de su estructura original. Este fue el resultado final después de varios intentos para edificar un acueducto que fuera lo suficientemente fuerte para soportar el paso del tiempo.
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No fue hasta que en 1785, Fray Antonio de San Miguel, quien también buscaba generar fuentes de empleo a los indígenas que habitaban la zona, logró el cometido con esta construcción que suministró agua potable a la ciudad desde los Manantiales del Rincón por medio de una caja de tubería de barro a 30 fuentes y 150 mercedes particulares.
Un importante complemento artístico estético del acueducto son las fuentes, de las cuales aún se pueden observar la Pila del Gallo, la del Soldado, la Del Santo Niño, la de La Mulata, del Ángel, etc
ue un elemento determinante para que el Centro Histórico de Morelia fuera declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1991.
Su uso vio fin en los albores del siglo XX, por el año de 1910. Se restauró en el año de 1998, como una de las muestras de la hermosa arquitectura de la ciudad. Se le colocaron luminarias eléctricas que lo convierten en un sitio turístico destacado
AV