Están por cumplirse cuatro meses de la mayor sacudida que dio el presidente Andrés Manuel López Obrador a su gabinete y poco se ha dicho sobre el desempeño de los “nuevos” responsables de Gobernación, Hacienda, Función Pública y la Consejería Jurídica.
Aunque puede ser poco este periodo de tiempo para un balance, en el primer círculo presidencial y Palacio Nacional tienen una evaluación preliminar sobre su desempeño.
El denominador común es que perciben mayor experiencia y, sobre todo, un trato diferente con funcionarios de menor rango, con otros secretarios de Estado y hasta en el Congreso de la Unión. El caso más comentado es el del titular de Gobernación, Adán Augusto López, quien, a pesar de tener una imagen de pocos amigos, es de trato afable y cercano, como pocos. Es bromista y elocuente, pero muy serio a la hora de acordar, como ocurrió con gobernadores en funciones y electos, pero también con otros integrantes del gabinete y del partido que andan acelerados con 2024.
Por ejemplo, fue el artífice del Pacto de Bucareli, el encuentro que logró reunir a Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal, quienes tenían mucho tiempo sin reunirse y sin dirigirse la palabra. Aunque la imagen que se difundió los muestra serios, la reunión fue significativa por lo que representa para Morena, razón por lo que muchos la ven como un logro. Logró lo que no hizo su antecesora.
Esa es la tónica con la que se mueve el tabasqueño, pero quien tampoco se queda atrás es el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, quien se ha distinguido no por su trato amable, sino por el orden que llegó a imponer. Desde el más influyente de los subsecretarios hasta la funcionaria que dice ser amiga del Presidente fueron llamados a cuentas. Les marcó un límite y, de una forma u otra, les prohibió ir al despacho presidencial cada que les venga en gana. Les dijo que para eso está el secretario y con él resolverán todos los pendientes.
Además, eso de andar violando la normativa, es cosa del pasado. Todo se hará conforme a las reglas de operación, sin importar de donde venga la orden para un trámite o reasignación.
En la oficina de Hacienda esperaban a un Rogelio amigo y terso. En efecto, llegó un amigo, pero nada blandito. Es más rudo de lo que parece. En la Función Pública, las cosas también cambiaron, y sin el ánimo de hacer leña del árbol caído, dicen que Irma Eréndira era buena para vender espejitos, para la grilla, pero no para entregar resultados.
La mayor parte de los casos que cacareó, los dejó a medias, y el nuevo secretario, Roberto Salcedo Aquino, tuvo que retomar muchos de cero. En el caso de la Consejería Jurídica, el cambio también fue radical. Julio Scherer operaba como una especie de vicepresidente.
Por él pasaban todos los gobernadores y representantes de los otros poderes. No había asunto que no estuviera en su oficina. Lo mismo atendía temas de gobernabilidad que reformas en materia judicial y hasta cuestiones electorales.
La nueva consejera, María Estela Ríos González, sólo atiende los temas jurídico-legales que atañen al Presidente. Y todos los personajes que se acercan con otras peticiones son canalizados a las dependencias involucradas. Quienes todavía llegan a Palacio Nacional con la ilusión de que les resuelvan sus problemas terminan gestionando audiencias con Lázaro Cárdenas, coordinador de asesores, pero más tardan en llegar que en ser enviados a otras ventanillas. Se acabó aquella intermediación que tuvieron en otro momento, y con ello un estilo que varios personajes clave quisieron imprimir a la 4T, pero que a mitad del sexenio el inquilino de Palacio Nacional se dio cuenta que no funcionaron del todo.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Esa cosa llamada estilo, sobre la que tanto insisten, es sólo un error que nos conduce a dejar un rastro personal".
POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO
ALFREDO.GONZALEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
@ALFREDOLEZ
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