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Guarda tesoros baúl zapoteco

Más que un mueble para ropa, conserva lo más valioso de las familias que habitan el Istmo

NACIONAL

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PRESERVACIÓN. La colección de Elvis Jiménez cuenta con más de 60 piezas que ha podido recuperar. Foto: José Luis LópezCréditos: Foto: José Luis López

El baúl o guiña, como se le conoce en la lengua de los zapotecas, es más que un mueble o un guardarropa en la cultura de los Binniza (gente de las nubes) y sus orígenes prehispánicos. Los vestigios que se han hallado indican que este objeto de madera servía para guardar objetos de mucho valor para los nativos. 

Elvis Jiménez es oriundo de Juchitán de Zaragoza y desde hace más de dos décadas se dedica a la colección de estas reliquias, con el fin de restaurarlas y preservar su originalidad.

Estos muebles han logrado sobrevivir a través de los siglos. “Podemos decir que hay antecedentes de baúles en la época prehispánica, donde se guardaban códices y documentos importantes”, especialmente en la zona zapoteca del Istmo y del Valle, explicó.

Hasta hace 50 años, se acostumbraba a dar como regalo un baúl de cedro a las mujeres recién casadas, en el que se grababan sus iniciales, y en su interior se guardaban los regalos más importantes. 

HISTORIA. Estos artículos son conocidos desde la época prehispánica en Juchitán. Foto: José Luis López

Existen varios tipos: arcón, tijera, provenzales, pintados al óleo, con incrustaciones, torneados y los que son pintados a mano, todos con el sello característico: las iniciales de la propietaria. Entre los baúles que conserva hay uno del siglo XIX, conocido como guiña ndaga, baúl de tijera. 

“El baúl no fue un guardarropa como propiamente se entiende, en realidad es un contenedor de tesoros familiares”, apuntó.

En Juchitán, el lugar sagrado para estos los baúles es a un costado de los altares familiares.

Una investigación que realizó Elvis, señaló que hasta antes del terremoto de 2017 había cerca de dos mil baúles, sin embargo, con el desastre natural que devastó la mayoría de las casas antiguas, más de la mitad se perdió. 

Por José Luis López