La pandemia de COVID-19 mantuvo al mundo en vilo por dos años, pero más allá, fue también un catalizador de los descontentos y diferencias socioeconómicas en sociedades nacionales y entre países, en un dramático vuelco que cambiaron la faz del planeta.
Desde el 2 de mayo de 2017, cuando El Heraldo de México salió a la luz, el mundo dio un giro de 360 grados y alteró la realidad.
El COVID-19 emergió en enero de 2020, en un mundo donde privaba ya el descontento con el orden establecido y los países más democráticos eran sacudidos por la irritación de jóvenes, minorías y demandas de desempleados.
Se veía el endurecimiento en las respuestas internas de sociedades, que exigían satisfacción de gobiernos que enfrentaban a su vez el retorno brutal de la geopolítica en las relaciones internacionales.
Las redes sociales parecían llegar a un máximo de penetración e influencia. El surgimiento y popularización del movimiento #MeToo, dio una idea de los alcances y los límites de la situación.
Era quizá la cruda que dejó la borrachera provocada por la globalización que dominó el pensamiento político y económico al final del siglo XX y el principio del XXI, con sus tratados de libre comercio y las a fin de cuentas exageradas expectativas de paz y prosperidad.
2017 y 2018 se vieron dominadas por expresiones políticas y sociales antiglobalistas, el resurgimiento de nacionalismos y expresiones racistas y xenofóbicas, que llevaron lo mismo a la polarización política en decenas de países que a elecciones de gobiernos populistas y el resurgimiento de propuestas autoritarias ante las demandas de soluciones.
El impacto de la pandemia de COVID-19 se reflejó lo mismo en la derrota en electoral de Donald Trump en EU, que en la competencia de prestigios y nacionalismos simbolizada por la búsqueda y fabricación de vacunas que en el enconamiento político y los problemas económicos provocados por las medidas de aislamiento exigidas por las autoridades sanitarias.
La pandemia exhibió una serie de problemas de convivencia en el mundo, al destacar la falta de preparación para una emergencia sanitaria de ese tipo, de solidaridad y de acceso a curas, que se tradujo en la complaciente actitud de muchos países ante la invasión de Ucrania por una Rusia que se presentó como alternativa política y económica respecto al hegemón estadounidense e hizo de simpatías con su exitosa vacuna Sputnik V.
Resaltó diferencias de opinión política en torno a medidas sanitarias como el uso del cubrebocas.
En un lustro, el mundo dio un giro de 360 grados y nos colocó ante una nueva realidad.
PAL