"No quiero que lloren sobre mi tumba, ni que lean el Corán o recen. Solo festejen con música alegre", fue la última frase del futbolista Majid Reza Rahnavard, quien fue ejecutado el pasado 12 de diciembre en una calle de Irán. A varios metros de altura, su cuerpo fue suspendido por una soga que le ataron en el cuello hasta que dejó de respirar.
Semanas antes, en el juicio en el que se le permitió defenderse aseguró que deseaba alcanzar la libertad junto con los mártires de su país. Majid tenía solamente 23 años de edad, el crimen por el cual el gobierno de Alí Jamenei, líder supremo de Irán, decidió ahorcarlo fue su participación en las marchas que se llevaron a cabo en el país el pasado 19 de noviembre. Lejos de arrepentirse por estos hechos, el hombre aseguró que estaba listo para ser ejecutado tres veces.
Pasó tres semanas arrestado, su procedimiento judicial se dio de forma exprés, sin oportunidad a las apelaciones y con un castigo contundente: la horca. Para poder hacer agilizar estos pasos, las autoridades lo acusaron de haber incurrido en la "enemistad con Dios" por presuntamente haber apuñalado a dos miembros de la milicia durante la marcha.
Un tatuaje incómodo
Las fotografías que se tomaron de Majid Reza meses antes de su muerte lo muestran con el tatuaje de un león que sostiene una espada y que es acompañado con un fondo en el que se encuentra el Sol. Recordar este símbolo es uno de los asuntos que más incomoda a la administración de Alí Jamenei.
Esto último se debe a que esta imagen conocida también como la imagen que remite al rey Jamshid, mítico rey de Irán, es un emblema que hace alusión al pasado previo al año 1979, cuando se llevó a cabo la Revolución que le dio el poder a un régimen islámico.
A tomar el poder, el gobierno declaró que el león tenía como significado la opresión que había tenido la monarquía en el país, por lo que decidieron cambiar el símbolo para colocar uno propio. El malestar que siente el poder en Irán a la imagen del felino con la espada ha llevado a que se convirtiera en un signo prácticamente prohibido.
Esto no ha impedido que los iraníes en el extranjero, y otros dentro del país, lo usen como una forma de mostrar que están en contra de la administración actual. Algunos opositores como el futbolista decidieron tatuárselo en la piel para mostrar su compromiso.
Trataron de censurarlo
La ejecución de Majid Reza Rahnavard se llevó a cabo durante la madrugada en una calle de Mashad, una ciudad que cada año recibe hasta a 30 millones de peregrinos que llegan al lugar para rezar y pedir por sus almas. Durante los días previos, los internautas pidieron que los colegas del hombre buscaran hacer girar la atención a este caso para que así la presión social y mediática evitara el fatal desenlace que tuvo el atleta.
Mientras las selecciones de futbol se preparaban para disputar la Copa Mundial de la FIFA en Qatar, no pararon los mensajes para solicitar que se manifestaran en contra de la sentencia. La mayoría de los conjuntos se manifestó hincándose sobre el campo o tratando de llevar algunos colores para oponerse a lo que consideraban decisiones arbitrarias en contra de los derechos humanos.
Sin embargo, ninguno de esos mensajes, de ese malestar que se mostró en las cámaras y ninguno de los reclamos fue a favor de su colega, sino que todos ello se dirigieron en contra de la prohibición de las señales de aprecio entre parejas del mismo sexo. La causa fue loable, pero miles de personas criticó a los más de 800 jugadores, sus equipos técnicos e inclusive los organizadores del evento por no declarar una sola frase a favor del iraní.
Sobre ese silencio se especula un acuerdo para no "manchar" la competencia con polémicas, evitar problemas de los líderes de Qatar con otra nación que también practica el islam e inclusive la falta de conocimiento sobre el tema.
Poca parece la casualidad de que el último respiro de Rahnavard se fechó para un día en el que no había un solo partido en el que alguno de los seleccionados de Marruecos, Francia, Argentina o Croacia, quienes se jugaban el siguiente paso en las semifinales, pudiera hacer alguna manifestación.
La noticia fue mundial, pero no tuvo más eco que el de dos ángulos periodísticos: la falta de alguna acción por parte de otros jugadores y el anuncio de que el deportista sería asesinado por participar en las marchas que mostraban el malestar del pueblo iraní ante la muerte de Mahsa Amini, una joven de 22 años de edad que fue capturada en Teherán y asesinada por llevar mal colocado un velo.
La última vez que se vio al joven con vida llevaba el brazo roto, cubierto con un enorme yeso que impedía que cualquier centímetro de la obra que le fue inyectada para siempre sobre la piel pudiera asomarse durante su ultima presentación con vida. Los activistas que se han sumado a su causa denuncian incluso que cuando fue detenido llegó a ser golpeado tan brutalmente que no hubo alguna foto posterior en la que no se notaran las huellas de la violencia sobre su cuerpo.
Su muerte no fue escarmiento
La resignación ante la muerte y la falta de la aplicación de los derechos humanos en contra del futbolista han sido un aliciente a no abandonar la lucha por parte de los opositores, quienes denuncian que la familia del fallecido no fue notificada de cuándo sería el último respiro del joven, sino que recibió una llamada para decirle el cementerio en el que sería enterrado.
Sin despedirse de su familia, Rahnavard solo pudo decir un último mensaje para la posteridad, en el cual deja entrever que su último deseo es que no se llore su muerte, sino que se festeje la vida que experimentó con tanta pasión.
Esta no es la única ejecución que se ha llevado a cabo en el país, ni la única programada; sin embargo, sigue manteniendo viva la llama en las almas de los que consideran que la estrategia de la ejecución pública y la falta de regulación sobre la violencia ejercida desde el Estado no puede seguir el mismo eje.
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