Días después de una cumbre convocada por Estados Unidos, una decena de jefes de Estado y altos funcionarios de algunos gobiernos que han sido sancionados o criticados por Washington se reunieron en Cuba ayer para fortalecer su propia alianza.
La vigésima cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP) concluyó con un plan postpandemia que busca la autosuficiencia alimentaria y medicinal para los izquierdistas países miembro, que lanzaron fuertes críticas a Estados Unidos por su "egoísmo político" en tiempos de COVID-19.
Recibidos en el Palacio de la Revolución por el anfitrión Miguel Díaz-Canel con palmadas y abrazos, los presidentes Nicolás Maduro, de Venezuela; Luis Arce, de Bolivia; Daniel Ortega, de Nicaragua, y el primer ministro Ralph Gonsalves, de San Vicente y las Granadinas- entre otros, buscaron durante la jornada coordinar sus políticas.
"El ALBA es nuestra casa, aquí somos hermanos. Aquí no hay poderosos que nos chantajean", dijo Maduro en alusión a Estados Unidos, tras la inauguración, al tiempo que pidió a su colega Arce que en su carácter de economista, él como presidente de Bolivia diseñe un "plan integral" para el mecanismo regional que, aunque paralizadas ahora, cuenta con un banco propio.
Fundada en 2004 por los fallecidos mandatarios Hugo Chávez y Fidel Castro, el ALBA se enfrentó entonces a las intenciones de EU de formar un acuerdo de libre comercio continental bajo su tutela.
En el marco de un giro a la izquierda en muchos países de la región a comienzos de siglo, algunas naciones se sumaron a los proyectos que desarrolló el foro regional como la venta de petróleo o sus derivados de Venezuela mediante créditos blandos, el envío de maestros cubanos o la realización de millones de cirugías de la vista mediante la llamada Operación Milagro.
Sin embargo, la llegada al poder de gobiernos más conservadores hizo que países como Honduras o Ecuador rompieran con la alianza.
CAR