Lo ocurrido el 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos marcó un paradigma en la historia del país. Los simpatizantes de Trump ya se han enfrentado a la justicia, pero hay quienes creen que existe otro responsable del que poco se habla: las redes sociales.
Tras el conflicto, la cuenta de Twitter de Donald Trump fue suspendida definitivamente por incitar a la violencia. Así, los internautas, norteamericanos y de otras partes del mundo, se vieron envueltos en una acalorada discusión: ¿la decisión de la red social fue una medida necesaria o un atentado a la libertad de expresión? Parece ser que no hay una sola respuesta correcta.
Lo cierto es que varias figuras influyentes han acusado al Internet y a sus plataformas, de motivar esta clase de agravios que terminan por dañar a la sociedad. Un ejemplo es el príncipe Harry, quien dijo en entrevista para Fast Company que las redes sociales han avivado las problemáticas no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
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Incluso, destacó que éstas también han contribuido al avance de la pandemia de COVID-19, estas fueron sus declaraciones:
"Han contribuido y avivado las condiciones para una crisis de odio, una crisis de salud y una crisis de verdad".
El hijo menor de la fallecida princesa Diana indica que estas plataformas se han vuelto un cultivo de noticias falsas, teorías conspirativas y demás conductas que propician la violencia y actos irresponsables. Además, declara, que el asalto al Capitolio fue una de las consecuencias.
"Estamos perdiendo seres queridos por las teorías de la conspiración, perdiendo el sentido de nosotros mismos debido al aluvión de falsedades y, a mayor escala, perdiendo nuestras democracias (...) Hubo un ataque literal a la democracia en Estados Unidos organizado en las redes sociales, que es un tema de extremismo violento".
Asimismo, asegura que toda persona es vulnerable a las violencias de las redes sociales, pues incluso él y su esposa, Meghan Markle, se vieron afectados por el acoso que recibieron a través de esta vía.
Para él, la solución a esta clase de conflictos está en exigir mayor responsabilidad a las empresas que lideran las redes sociales, así como una reforma digital que haga frente a la desinformación. Y, concluye que no es un problema tecnológico o político, sino humanitario.