La ketamina es un medicamento que se utiliza principalmente como anestésico en humanos y animales. Pertenece a la clase de los anestésicos disociativos, lo que significa que provoca una desconexión entre la mente y el cuerpo. En dosis más bajas de las utilizadas en la anestesia, la ketamina también se ha utilizado de manera recreativa debido a sus efectos alucinógenos y disociativos.
Además de su uso médico, ha habido un interés creciente en la investigación sobre sus posibles aplicaciones en el tratamiento de la depresión y otros trastornos psiquiátricos.
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Investigaciones recientes han descubierto el potencial terapéutico de la ketamina, especialmente en situaciones críticas como crisis suicidas y depresiones severas. La doctora Julaine Allan, experta en salud mental de Australia, enfatiza la urgente necesidad de alternativas innovadoras para tratar estos casos difíciles.
A diferencia de los antidepresivos convencionales, que pueden tardar semanas en mostrar efectos, la ketamina actúa de manera rápida y misteriosa, aunque aún no se comprenden completamente los mecanismos exactos detrás de su eficacia antidepresiva.
Estudios recientes publicados en destacadas revistas médicas han respaldado esta tendencia positiva. Por ejemplo, investigaciones han demostrado que la esketamina, un derivado de la ketamina, reduce el riesgo de depresión posparto y previene recaídas depresivas significativamente mejor que el placebo.
Sin embargo, los expertos advierten sobre los desafíos asociados con el uso de la ketamina. A pesar de su potencial terapéutico, existe preocupación por los efectos secundarios severos y el riesgo de abuso. La historia mediática ha resaltado incidentes trágicos de sobredosis, como en el caso del actor Matthew Perry, lo que ha avivado temores de una posible crisis de opioides si el uso de ketamina se generaliza sin el debido control.
Michel Hoffmann, psiquiatra en Ginebra, describe a la ketamina como un puente entre los antidepresivos tradicionales y tratamientos más invasivos como los electrochoques, ofreciendo una alternativa valiosa para pacientes que no responden a las terapias convencionales.
En un intento por mitigar estos riesgos, investigadores están explorando nuevas formas de administración de la ketamina, como comprimidos de liberación progresiva, que podrían ser más prácticos y menos propensos a abusos que las formas intravenosa o nasal actualmente aprobadas.
A pesar de los avances y el entusiasmo dentro de la comunidad médica, el consenso sigue siendo cauto. Se necesita más investigación para comprender plenamente los beneficios y riesgos de la ketamina como tratamiento a largo plazo para la depresión.
En conclusión, mientras la ketamina representa una promesa real para pacientes con depresión severa y resistente, su uso futuro dependerá de cómo se gestionen sus posibles efectos adversos y riesgos de abuso en el contexto clínico.
Con información de AFP