Una adicción se define como una exceso de estimulación del placer que siente nuestro cerebro ante determinadas situaciones o sustancias. La dopamina aumenta en nuestro sistema nervioso y puede provocar que sea prácticamente imposible alejarse de determinadas conductas o estimulantes externos como el alcohol, las drogas o el tabaco, perjudiciales para nuestra salud.
La adicción no sólo puede aparecer ante las mencionadas sustancias denominadas psicoactivas, ya que también puede asociarse a otros elementos como los viodeojuegos, el trabajo o el teléfono móvil, en principio, inofensivos. Existen diferentes factores de riesgo, tanto genéticos como ambientales, no obstante, la clave se encuentra en reconocer las principales características de una adicción, poder detectarla a tiempo y actuar en consecuencia.
Los elementos que generalmente están presentes en un comportamiento que se puede identificar como una adicción son: la tolerancia, la dependencia y la abstinencia. En primer lugar, la tolerancia provoca que, con la repetición del consumo, nuestro cerebro necesite cada vez más aquello que lo excita, un claro ejemplo se encuentra en la cocaína.
La dependencia, en segundo lugar, es otra clave y un claro síntoma de adicción. Nuestra vida se ve interrumpida en caso de no tener acceso a la sustancia o conducta adictiva y altera desde nuestro trabajo, las relaciones personales o funciones tan básicas como dormir. De esta forma, a nivel psicológico la adicción provoca que perdamos la voluntad, la capacidad de independencia y todo se vea condicionado por ese elemento externo.
Finalmente, la abstinencia tiene evidentes consecuencias físicas en las personas que padecen una adicción, que pueden ser: modificaciones bruscas del carácter, depresión, ansiedad o bien no poder mantener la atención, entre muchas otras. Tras la detección e identificación de un problema de adicción la clave se encuentra en desplazar el objeto de placer a una conducta que se pueda controlar y no perjudique nuestra salud física y mental.