El cantante mexicano Javier Solís fue conocido como “La voz de terciopelo" debido al singular timbre que poseía, aunque también fue llamado “El rey del bolero ranchero”, sin embargo, ayer se cumplieron 57 años desde que la luz de este querido artista se apagó (el 19 de abril de 1966) esto luego de que murió a los 34 años de edad en el Hospital Santa Elena, ubicado en la Colonia Roma de la Ciudad de México, nosocomio donde el famoso ya había estado una semana antes morir había sido sometido a una cirugía de vesícula biliar.
Su verdadero nombre era Gabriel Siria Levario y nació en la Ciudad de México el 4 de septiembre de 1931, algo que siempre generó polémica, pues durante muchos años se creía que el famoso era originario de Sonora, a tal grado que uno de sus sobrenombres era el de "El Yaqui romántico", pues recordemos que el Pueblo Yaqui es un pueblo mexicano perteneciente al municipio de Cajeme, ubicado en el sur del estado de Sonora.
Solís fue el primero de los tres hijos del matrimonio entre Francisco Siria Mora, quien era panadero, así como Juana Levario Plata, quien era comerciante y trabajaba en un mercado público.
La vida de Javier Solís antes de la fama
La gran calidad interpretativa de Javier Solís le valió la permanencia de su arte en el cariño de la música mexicana, y algunos de sus temas más queridos son "Luz de luna", "Renunciación", "Payaso" y "Sombras". Además de ser un cantante destacado, se debe señalar que Solís también incursionó en la pantalla grande con cintas como "Campeón del barrio", "Los Sánchez deben morir", "Un tipo a todo dar", entre otras.
Es de mencionar que el famoso cantante y actor no siempre estuvo cercano al medio artístico, pues solo estudió hasta quinto de primaria en escuelas cercanas al barrio de Tacubaya, donde nació y vivió durante su infancia y juventud, antes de hacerse un ídolo de la música el Cine de Oro.
Desde la adolescencia, Gabriel Siria Levario, o mejor dicho, Javier Solís, tuvo que aprender a ganarse la vida, por lo que comenzó trabajando en carnicerías, esto más de una vez dentro de un mercado.
Fue precisamente en este trabajo que uno de sus jefes, David Lara Ríos, quien era dueño de una carnicería, al descubrir las habilidades del joven intérprete, decidió pagarle clases de canto con el maestro Noé Quintero, quien había sido maestro de vocalización de cantantes reconocidos para la época, por lo que, al paso del tiempo, Javier Solís se consolidó como uno de los máximos artistas mexicanos en el gremio de la música y la actuación.
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