50 AÑOS DEL FIC

Enrique Arturo Diemecke recibe la Presea Cervantina

El director de orquesta fue homenajeado, en el marco del Festival Internacional Cervantino

ESPECTÁCULOS

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Agradeció el reconocimiento a su carreraCréditos: Especial

Enrique Arturo Diemecke es el director de orquesta que con sólo mirarlo alzar los brazos, uno tiene la certeza de que está construyendo la edificación más hermosa. Arroja sus manos al aire, su cuerpo entero se estremece y sus pies se elevan para alcanzar el punto más alto de la perfección. La Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato está a sus pies. Las cuerdas, los metales, los vientos, las percusiones brillan y resuenan ante sus órdenes. El guanajuatense es el gran concertador, el creador de mundos en donde todo es posible.

El escenario del Teatro Juárez, dice, lo pisó cuando tenía tres años de edad, hace más de 60 años. Ahora, el recinto más emblemático de Guanajuato, su estado natal, le abre nuevamente las puertas para rendirle un homenaje.   En el marco del Festival Internacional Cervantino se entregó al director, invitado frecuente de orquestas de todo el mundo, entre las que destacan la Sinfónica Nacional de Washington, la Sinfónica de San Francisco y la Nacional de Francia, la Presea Cervantina, el galardón con el que se reconoce la trayectoria de los artistas, por sus aportes a la cultura nacional.

"Es un honor tenerte en este teatro dirigiendo a la gran orquesta. La Presea Cervantina se entrega a los más destacados representantes de la comunidad artística. Y qué mejor que concederla a un guanajuatense tan distinguido, con una trayectoria intachable", indicó Mariana Aymerich, directora del Festival.

El actual director general artístico del mundialmente conocido Teatro Colón de Buenos Aires, estaba emocionado: "Pertenecí a la orquesta, vine al Teatro Juárez cuando era un niño, aquí, cuando tenía tres años de edad,  fue el primer escenario que yo pisé. Recuerdo que ver este lugar fue para mí la panacea, la cosa más maravillosa del universo, admirar ese candelabro del que nos habían dicho que tenía esmeraldas y diamantes, me entusiasmaba tanto venir a tocar aquí, que me acompañaran mis hermanos, mis papás y mis amigos. La ilusión que tengo de estar aquí es muy grande", dijo Diemecke.

Tras la ceremonia de entrega de la Presea, toma la batuta para dirigir a la OSUG e interpretar la Sinfonía núm. 5 de Gustav Mahler, uno de los compositores que, ha dicho, ha marcado su vida como concertados, como compositor y como persona.

Como es su costumbre, un concierto bajo su tutela es, además, una clase de magistral de historia de la música. Así, cuenta que el Primer movimiento es una procesión, una marcha fúnebre y que la trompeta es el llamado al fin de los tiempos. Al final de la marcha, se descubre que el fallecido es el propio Mahler. "¡Imagínenese el susto!", contó como un maestro frente a su  clase, ávida de entregarse a los sonidos mahlerianos.

"¡Abróchense los cinturones, que vamos a emprender un viaje!", refiere tras explicar que la Quinta de Mahler no sólo es una sinfonía sobre la muerte, es, sobre todo, sobre la vida, y qué es la vida, sin amor. Al concluir los 75 minutos del gran vuelo, el aterrizaje es celebrado por un Teatro Juárez a reventar, 10 minutos de ovaciones a Diemecke, el gran concertador, el creador de mundos imposibles. 

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