Una de las actrices de la Época de Oro del cine mexicano que más satisfacción le ha dado a su publico, por su profesionalismo y belleza, es sin dudas Silvia Pinal, cabeza de una de las dinastías más famosas en nuestro país. Al igual que otros de sus compañeros de aquellos años, se codeo con personalidades de otros ámbitos como la política y la cultura, el más reconocido: Diego Rivera.
Al ser una mujer hermosa era natural que quisiera perpetuar su imagen, pero en una fotografía como el resto de las personas, sino a través de una pintura, digno de una celebridad de su categoría. Cabe destacar que por aquellos años, las mujeres de la alta sociedad tenían por costumbre acercarse a pintores con fama para que las perpetuara y ella no sería la excepción.
Era la década de los 50 cuando la protagonista de "El Inocente", "Viridiana" y "María Isabel" mandó a hacer su hogar en Jardines del Pedregal y aunque entonces estaba naciendo la colonia, hoy en día es uno de los lugares más soñados para vivir. Todo iba viento en popa hasta que su arquitecto, Meni Rosen tuvo el tino de decirle que la cereza del pastel de su hogar sería una pintura de ella hecha por el maestro Rivera.
Silvia se entrevista con Diego Rivera
Aunque ella en inicio no consideró pertinente la idea, terminó aceptando acercarse al maestro. Una vez que lo conoció y le propuso que le pintara un cuadro, éste dijo: "Tienes un brillo particular, como si estuvieras iluminada, como un ángel. Es más, te estoy pintando desde que te vi". Incluso le preguntó si deseaba salir desnuda o con un vestido transparente, pero ella eligió salir vestida, de acuerdo con TVyNovelas.
Sobre el pago, ha relatado en diversos medios y hasta en su libro "Esta soy yo, Silvia Pinal" que era algo que le preocupaba, pues tenía el gasto de la casa que la dejaba prácticamente "tablas" y el trabajo del muralista no costaría barato.
"Y yo seguía pensando... Es Rivera, Silvia, es Rivera... ¿aceptará abonos? Dios, ¿cuánto me va a a cobrar, cuánto costara?", se puede leer en su obra. Cabe destacar que ella consideró, por consejo de su arquitecto, omitir un pago de la casa (cerca de 50 mil pesos de aquellos tiempos) para pagar su cuadro.
Llegó la hora de pagar, "¿cuánto le debo?"
La obra quedó terminada en el año de 1956, año en el que Silvia Pinal se presentó de manera puntual en el estudio de Diego Rivera. Tras ver la obra de arte y quedar encantada hizo la pregunta que tanto la mortificó: "Maestro, ¿cuánto le debo?", dijo esperando el "golpe".
Silvia ya tenía apartados los 50 mil pesos, pero en caso de que la suma fuera más alta, pensó en ir pagando en abonos. Sin embargo, Rivera le dio una sorpresa que no esperó; era su santo y él decidió regalarle su trabajo.
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