EL MUNDO DEL DERECHO

Guerra comercial China- EEUU

Se es débil para saber cuán fuerte puede ser: una estrategia monopolística escalable

EL MUNDO DEL DERECHO

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Créditos: Especial

Un componente abstracto, pero muy efectivo a la hora de medir prospectivas, es saber cuán débil se puede ser en tanto se sapa cuán fuerte se es capaz de llegar a convertirse. Digamos que es una valoración del poder entrañado de modo que al aguardar sea posible descubrir la vulnerabilidad de uno mismo y de los demás. El ejercicio de esta maniobra por parte de los oficiantes (el funcionariado) solo puede calificarse de una estratagema que induce al adversario a adoptar tantas defensas como precauciones para estar alerta, lo cual irá debilitándolo conforme la presión oscile. ¿Por qué? Porque cuando se adoptan formaciones específicas que dejan ver los hábitos de comportamiento, es posible entrever sus mecanismos de respuesta. No es necesario que cada batalla sea ganada, ni siquiera que el tiempo obceque a las partes en el proceso de conseguirla, lo más importante es que los diferentes flancos se adapten continuamente, y a pesar de que la lucha cara a cara sea lo más arduo, la idea es conseguir ventajas del enfrentamiento directo o indirecto. De esta manera, la capacidad de obtener la victoria no podría ser estricta o en línea directa, sino que ésta va cambiando y adaptándose a la respuesta del adversario.

Ciertamente estamos lejos de creer que las ganancias de una guerra siguen los pasos de los manuales bélicos: las circunstancias actuales no permiten una previsión de la contingencia por medio de un “sabio consejo”. No obstante, también estamos lejos de creer que la precisión de dar con un objetivo no siga siendo causar el efecto esperado. Establecer un cambio estratégico para confundir y llenar de incertidumbre aún sigue siendo parámetro estructural contencioso, donde la diplomacia juega un papel totalmente importante. A veces un discurso ayuda a desfogar la presión, pero lo que pierde en intensidad, lo gana en inducir la jactancia de los adversarios. En otras palabras, se es débil para saber cuán fuerte se puede ser. No hay nada que nos impida pensar que se esté creando un desorden artificial a fin de robustecer la formación en la batalla. El reto está en que las partes en lucha se convenzan a sí mismas de cómo proceder y moverse. Esto consiste esencialmente en desplegar sus habilidades no solo ortodoxa o heterodoxamente, sino que se utilicen como un ciclo. De ese modo se es indefinible para la parte contraria, mientras tanto, el papel de la diplomacia continúa su papel de ir abriendo terreno hasta aceitar las relaciones.

La ganancia obtenida es por partida doble, pues asegura el espacio de acción hasta entonces obtenido, por un lado, y, por el otro, aguarda cuando el caos se acentúa, pero sin dejar de tentar el terreno. Aguardar en el sentido rizomorfo de la palabra, es decir, comportándose múltiplemente solo por determinaciones, tamaños, dimensiones que no pueden aumentar sin que la parte en lucha cambie de naturaleza.

La realidad contingente comercial, sus batallas, derrotas y victorias ya no dan lugar a paso lineales; son como fibras nerviosas formando a su vez una trama. Allí el cálculo estratégico pivotea con dimensiones crecientes según el número de conexiones que se establecen en él. De ahí que la llamada “Guerra comercial China-EEUU”, no siga un plan cuadriculado, medible, o de consistencia, sino que dimensiones crecientes que remiten constantemente unas a otras y según el número de conexiones que se establecen en ese “plan”.

Los movimientos de desterritorialización y los procesos de reterritorialización de una guerra como ésta, se encuentran en constante conexión, incluidos unos en otros. Sería ingenuo creer que, aunque sus efectos en el panorama mundial repercutan tarde o temprano, los movimientos que las partes realicen sean un calco al infinito de acciones y reacciones cerradas sobre sí mismas. Todo parece indicar que no son redundancias las que hoy podemos distinguir entre las partes china y estadounidense (especialmente de la primera) por cada “bloqueo arancelario”, sino conjuntos de intensidades desenraizándose hasta alcanzar otra nueva magnitud de lucha. El tema no es que la guerra les haga imitarse en una especie de juego de toma y daca, únicamente están operando localmente en un momento determinado, de tal manera que las operaciones locales se coordinen y que el resultado final global se sincronice independientemente de la instancia central que les rija.

Dicho está que no es concebible una sociedad ajena a instancias políticas con márgenes de maniobra omniabarcantes, ya que la búsqueda de una identidad nacional perdura, para lo que China se pinta sola. El tema es entender que el cambio político más que paulatino y secuencial, ocurre como transformaciones de grado. Gracias a esto es que hay yuxtaposiciones de ideas dentro de los regímenes, lo que permite versiones según sean las situaciones político económicas. Deleuze y Guatarri han sido contundentes con este fenómeno:

El capitalismo universal y en sí no existe, el capitalismo está en la encrucijada de todo tipo de formaciones, siempre es por naturaleza neocapitalismo; desgraciadamente inventa una versión oriental y otra occidental, y la transformación de ambas.[1]

En este sentido, queremos valorar y comprender hasta dónde se han estado materializando tales irrupciones para explicar cómo las formaciones del proceso capital cambian y se adaptan a la respuesta del adversario, al mismo tiempo que la referida coordinación haga que las operaciones locales que cada potencia realiza resulten en un final global sincronizado, lo más independiente de la fuerza que lo rija. Una aproximación al fenómeno demanda atención y perspectiva de análisis de amplio espectro. Aquí solo haremos los apuntes necesarios para visualizar la situación, sin despegar el dedo del renglón acerca de la forma abrumadora que el gigante de Asia ha comenzado a hacer acerca de lo que creemos son los últimos retoques a su Plan “Made in China 2025”. Partiremos de una premisa y luego abundaremos en el despliegue estratégico de las tropas comerciales a propósito de la extraña estabilización intensiva que se han concentrado en lograr. Extraña porque más que llegar a un punto culminante de la guerra, la intención es relacionar las acciones de esta guerra en un plan de inmanencia según su valor intrínseco. Las acciones de China sobresalen debido a las inversiones maquínicas que conducen posteriormente a acercamientos diplomáticos y en ocasiones a créditos.[2] He ahí la importancia de entender la narrativa “estabilizadora” como otro intento sofisticado para disfrazar el impacto de los grandes procesos bélicos del mundo a fin de normalizar la guerra como una variable más en el sistema financiero. La premisa es esta:

Las distribuciones geográficas de las potencias preservan su propio despotismo aún con todo y la diplomacia puesta en juego, lo relevante es que su mapa es desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas. Semejante “virtud” no está a disposición de devenires, sino de la micropolítica financiera que escribe la historia de las operaciones locales.

La “guerra” entre Estados Unidos y Asia era una exageración, hasta que los primeros decidieron vetar a una empresa estratégica para el gobierno chino (Huawei) y la segunda decidió (porque fue una decisión) interrumpir el suministro de chips para fabricar automóviles, que sin embargo no escasearon para las compañías chinas, que hoy inundan el mercado americano. El nearshoring es un proceso ya en movimiento y cada vez más se busca que las empresas salgan, no de China, sino de Asia en general. ¿Cómo se llegó a montar semejante escenario que hoy está generando tantas perturbaciones entre las fuerzas económicas del mundo?

Estados Unidos y China son las dos economías más grandes del mundo. En conjunto representan el 40% del PIB y son socios comerciales y en otras áreas de interés global. Por ello se sostiene la idea de que —dada la influencia mutua entre los países— lo que se busca es una distribución de poder para evitar la confrontación directa y el conflicto.

Este “balance of power” fue el paradigma de las relaciones internacionales desde la primera guerra mundial y hasta antes de la Guerra Fría. Es decir, el desarrollo de la retórica en la guerra comercial sigue tomando prestados paradigmas y conceptos de la geopolítica de origen militar, más que de la economía dura.

Similar interpretación tiene el director de la CIA, William Burns, quien ha sostenido que, para Estados Unidos la respuesta es: “no desvincularnos de una economía como la de China, lo cual sería una tontería, sino reducir con sensatez los riesgos y diversificarnos asegurando cadenas de suministro resilientes, protegiendo nuestra ventaja tecnológica e invirtiendo en capacidad industrial”.[3]

No obstante, la creación de nuevos límites y regulaciones en la operación de las empresas y la actuación de los gobiernos tiene matices interesantes. Dichos mecanismos de regulación se crean con el objeto de eliminar riesgos, otorgar seguridad política e institucional y como reacción a nuevos fenómenos:

Por parte de Estados Unidos, la Ley de Creación de Incentivos Útiles para la Producción de Semiconductores (Chips) y Ciencia de Estados Unidos, de agosto de 2022. El eje rector de la medida se basa en el objetivo de lograr producción local relevante de los semiconductores, conocidos como microchips, necesarios en la fabricación de dispositivos digitales o electrónicos, como teléfonos celulares, computadoras y automóviles.

Estados Unidos cuenta hoy con apenas un 12% de la capacidad de producción global mientras que en 1990 su participación era del 37%.

Mientras que los países asiáticos no solo concentran más de tres cuartas partes de la capacidad productiva, además son los agentes económicos que fabrican los semiconductores más modernos.

Mientras que, en el caso de China, en diciembre de 2022 anunció un paquete de sanciones con un valor de 143,000 millones de dólares, por el incumplimiento de reglas comerciales. En mayo de 2023, prohibió a las empresas chinas comprar al fabricante de chips estadounidense Micron Technology, lo que redujo sus ventas en 3,000 millones de dólares. Luego, en julio, restringió las exportaciones de dos metales clave para las industrias de semiconductores, telecomunicaciones y vehículos eléctricos.

China ha sido un actor importante en las cadenas de suministro globales, dominando las industrias de tecnología y electrónica. En 2020, sus ventas de chips ascendieron a casi 40 mil millones de dólares, lo que representa el 9% del mercado mundial.

El Índice de Reshoring 2023 de Kearney indicó que el 96% de los directores ejecutivos estadounidenses podrían relocalizarse o ya lo han hecho. Al respecto, destacan los casos de empresas como Dell, Google, Microsoft, Intel, Apple, Amazon y Walmart.

En 2023, China representó la proporción más pequeña de las importaciones estadounidenses en 20 años. Esto es consecuencia de los procesos de reestructuración de las cadenas de suministro global. La inversión extranjera directa de Estados Unidos en China cayó a un mínimo de 8.200 millones de dólares en 2022, lo que representa el peor registro comercial en 18 años.

Hemos hablado de conjuntos de intensidades desenraizándose hasta alcanzar otra nueva magnitud de lucha. Desde luego, para desmontar estos conjuntos debería empezarse con entender los círculos concéntricos sobre los que se articula la actual guerra, desde lo elementos culturales hasta su materialización en forma de competencia. Ahí tenemos uno de los libros más reveladores de nuestra juventud, fue Homo Hierarchicus, del antropólogo francés Louis Dumont. Luego de estudiar durante años y a profundidad la cosmovisión de los habitantes de la India, el autor concluye que no es sólo una disonancia de costumbres e historia la que dificulta la comprensión de ese pueblo por parte de él (un francés del siglo XX) sino de cosmovisión entera. No es sólo lo que piensan ellos y nosotros (en tanto que, como él, somos occidentales modernos) sino cómo y porqué lo piensan. En líneas generales, podemos decir que su gran conclusión es que es más viable para él entenderse (mentalmente) con un griego de hace dos mil años, que con un habitante de la India hoy. No es esto una exageración eurocentrista porque no presume ninguna superioridad de la cultura occidental, sino una falta de herramientas culturales e intelectuales para empatizar con una civilización tan distinta; carencias que lamenta. El trágico estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania despertó a occidente de la ensoñación globalista en la que, pese a ciertos tropiezos, seguía creyendo. En términos más crudos, la guerra convencional, con armas, muerte y miedo, por un intento de anexión territorial, ni más ni menos, puso en duda el optimismo de los mercantilistas y el paradigma de Huntington. A los primeros, porque creían que la confrontación militar era obsoleta cuando la única guerra que deparaba el futuro sería económica (comercial, financiera o mixta); al segundo, porque él auguraba enfrentamientos entre miembros de civilizaciones distintas, y le hubiera resultado incomprensible el cruento choque entre dos pueblos eslavos. Creemos que más bien hay una coexistencia de modelos conflictuales, y califican todos como conflictos bélicos, porque pretenden, mediante el sometimiento del otro, su capitulación sin condiciones, no una situación de coexistencia transaccional. La guerra comercial sigue existiendo, y es la que llevan a cabo los países que, en palabras de Wallerstein, serían centrales y no periférico. Específicamente, China y Estados Unidos. Pero entre ellos hay más que competencia descarnada (que eso es normal y hasta por diseño en el capitalismo global); hay una visión del mundo antagónica e irreconciliable. Una como la que intuía Dumont.

Ryan Chapman nos permite trazar esa diferencia en líneas generales, veamos: ambos países creen en el Excepcionalismo, tanto para su país como para sus ciudadanos. Tanto los chinos como los estadounidenses piensan que ocupan un lugar especial en el mundo, tienen un sentimiento honesto de importancia propia, que los hace sentir que merecen, también, un lugar preponderante en el mundo. Al ser una civilización y una cultura milenaria, los chinos llevan con bastante peso la época que va desde mediados del Siglo XIX (primera guerra del opio) a mediados del siglo XX, cuando el maoísmo toma el poder en 1949. Se refieren a esa era como el siglo de la humillación, porque estuvieron dominados por potencias extranjeras que los veían como inferiores y débiles. El motivo fue (también según Chapman) la lenta adaptación de China a la revolución industrial. Tienen una cosmovisión vertical (basada en el confucianismo como filosofía moral práctica) donde las personas deben cultivarse a sí mismas, pero dentro de una concepción rígida del orden social donde cada quién debe asumir el papel que juega y comportarse acorde a él. Los gobernantes deben ser sabios y benevolentes, y cuidar de los gobernados; si ellos se comportan así, los gobernados deben ser recíprocos a través del respeto y la obediencia. Este círculo virtuoso lleva a la armonía social, que es siempre deseable. Estos principios están extrapolados a todas las relaciones humanas, empezando por las familiares. Como concepto, la ley es flexible y situacional. Esto trae varias consecuencias, de entrada, que en China hay varias libertades civiles y comerciales, pero prácticamente ninguna libertad política. Esa es una distinción que a los occidentales nos cuesta mucho trabajo entender.

Por su parte, Estados Unidos fue políticamente construido, bajo los principios del liberalismo, que abarca tanto la derecha como la izquierda en las geometrías políticas de ambos partidos. Es decir, hay consensos liberales fundamentales. La izquierda en China son los conservadores comunistas. Y en el ala derecha están los progresistas afines al liberalismo. Estados Unidos tiene un pensamiento lineal, China un pensamiento lateral, u holístico. Esto los hace ser menos dogmáticos respecto de principios, axiomas o rutas de acción, y más adeptos a darle un contexto y matices a todo. En China, capitalismo es una mala palabra, pero están abiertos al concepto de capital siempre y cuando no se le llame así. Deng Xiaoping le llamó “socialismo con características chinas”, y significa lo que tenga que significar para mantener el orden social y en el poder al partido. Kissinger comparaba la estrategia política norteamericana con el ajedrez, y la china con el go. El primero tiene escenarios mucho más previsibles y acciones más frontales, que dejan más claras las intenciones del jugador. El segundo es mucho más abierto, tiene muchas más posibilidades de escenarios, imprevisibles por su volumen, y la estrategia se basa más en metas de largo plazo. Esto es evidente también en la historia de su milicia, pues comparativamente con otras potencias, son muy pocas las batallas que ha peleado de forma bélica convencional. La política y el pensamiento social en China, entonces, estará mucho más impregnado de relativismo, flexibilidad y elipsismo. Ni sus pensadores ni sus políticos piensan en forma de bullet points, como los norteamericanos. Ojalá que quede claro el punto, porque no es mucho el espacio con el que se cuenta para explicar a detalle ninguna de estas diferencias, pero son muy claras, y no son menores. Son efectivamente competidores económicos y comerciales, los más poderosos del mundo, pero no se trata de economía y comercio; o no sólo de eso.

Eso explicaría, técnicamente hablando, por qué Trump decía que las reuniones con los funcionarios chinos —a propósito de las mentadas pugnas— eran enteramente directas. Palabras más, palabras menos, él decía algo así como “a ellos no les importa saber cómo había sido el último juego los Dodgers… solo tenía la misión de abordar directamente la agenda”. No obstante, culturalmente hablando, la estabilización intensiva destaca por ese carácter holístico de crear estrategias más abiertas de largo plazo, por ende, sería un error concluir que, por polémicas que fueran las declaraciones del polémico presidente, las guerras comerciales “eran buenas y fáciles de ganar”, la realidad indicaba una manera muy diferente de apreciar los acontecimientos, ya que por encima del claro tono desafiante y protagonista, la parte china requería conseguir el respaldo del pueblo fuera como fuera, de modo que siempre se debía estar a la altura del respeto y la obediencia a un Estado benevolente. Un “comportamiento acorde” dice muchísimo acerca de las expectativas chinas respecto al valor intrínseco de su plan de consistencia. Basta con recordar que para China el acero representa solo el 2% de las importaciones estadounidenses, pero la masiva expansión en la industria norteamericana ha llevado a producir un exceso de acero a nivel global que ha reducido los precios. A lo que la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, aseveró: “China insta a Estados Unidos a mostrar moderación al usar medidas comerciales proteccionistas, a respetar las normas comerciales multilaterales y a hacer una contribución positiva al orden del comercio internacional”.[4]

¡Qué es el “orden del comercio internacional” sino una ruta de acción matizada, o mejor aún, una serie de medidas con conexiones de dimensiones crecientes, las cuales remiten constantemente unas a otras de manera contextualizada! Recordemos que la iniciativa china se enmarca en un mapa es desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas, el cual constituye un plan estratégico de ramificaciones geopolíticas y económicas, que consiste en implantar un cinturón económico y una ruta marítima que conecte puntos estratégicos para Pekín, como el Sudeste Asiático y Asia Central. La Nueva Ruta de la Seda, como así se le ha llamado, también toca ciudades sumamente importantes en África y Medio Oriente, y culmina en el centro económico y político de Europa, Italia y en Alemania. Es en esta exergónica reacción donde encuentra su caldo de cultivo la antes mencionada micropolítica que escribe la historia de las operaciones locales. Veamos algunos de sus efectos.

En el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico de la APEC realizado en la ciudad de San Francisco en EUA, se realizó la reunión entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping. Esta es una muestra de la pretensión por mejorar las relaciones entre ambos países sobre todo tras la “guerra comercial” creciente. Destacaron las declaraciones de EUA al señalar que “la competencia no debe convertirse en conflicto” y el presidente chino al indicar que “la Tierra es suficientemente grande para que EUA y China tengan éxito”.  Sumado a las reuniones entre los presidentes, el presidente Xi Jinping declaró ante empresarios y CEOs estadounidenses: “China está dispuesta a ser “un socio y un amigo” de Estados Unidos”. Para los analistas económicos la posición china es una estrategia diplomática comercial en medio de una disminución de la inversión extranjera en China.[5]

Que las tensiones comerciales y diplomáticas entre los Estados Unidos y la República Popular China persisten, es algo obvio, pero esa carrera económica ha abierto posibilidades —sobre todo ante el fenómeno del nearshoring— de crecimiento en otras regiones del mundo. Ahí se han beneficiado otras economías medias o emergentes en regiones como América Latina, bloque regional en el que economías como México le compiten a China en el sector de la industria de las manufacturas. Por ello el país optó durante lo que va del siglo XXI por tener un acercamiento evidente a través de financiamiento a proyectos de infraestructura, apertura para el intercambio comercial y respaldo diplomático con los países de Sudamérica. Consideró viable su presencia regional en países como: Argentina (indistintamente si analizamos el período de Macri o los Kirchner), Brasil (exceptuando el período de Bolsonaro, quien intentó —sin tanto éxito— un acercamiento económico con EUA) y Uruguay, por mencionar algunos casos.[6]

La reunión en el marco de la APEC, muestra un cambio en la narrativa y estrategia a partir del mutuo acuerdo. A ninguna de las dos partes les resulta conveniente que la competencia persistiera con las características de prácticamente una guerra comercial. Por ello, es relevante analizar la reunión desde una lectura política y de intereses económicos.

La presencia china en los países de América Latina —acentuado en Sudamérica— ha sido objeto de cierta preocupación por parte de EUA. Esto explica que se haya intentado la consolidación de organismos como la Alianza del Pacífico, a partir de la influencia en países como México y Colombia. Empero, estos esfuerzos diplomáticos no han logrado detener la esfera de influencia de China. Esto es explicativo del interés de EUA en lo que sucede en Latinoamérica, sobre todo a partir de los señalamientos de la corrupción que empresas chinas han realizado (en forma de sobornos a funcionarios) en países con cierta fragilidad institucional. El fracaso que ha tenido Estados Unidos para impedir que poderes antagónicos amplíen su esfera de influencia en AL, suele usarse como una evidencia de la fragmentación del poder en el mundo, no sólo de EU, sino del poder en general.

El interés estadounidense sobre América Latina, ahora se traduce en esquemas menos rígidos de control. En el pasado llegaron al extremo de apoyar a Pinochet en Chile, ahora optan por mecanismos de soft power. Por ello organizaciones como la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) se dimensionan justamente con el rol de catalizador de la influencia política en los países de interés.

El reciente incremento de conflictos bélicos y enfrentamientos armados en el mundo, hacen pensar que la tendencia es hacia una mezcla del hard y soft power, algo que el mismo J. Nye ha denominado “Smart power”. Lo importante de este es que no sólo puede ser fuerza bruta (o sucede lo que a EU en la ocupación de Afganistán e Irak) ni incentivos positivos (o los recursos acaban quedándose, todos, en la escalera predatoria de los líderes políticos, como en el caso de las ayudas a países africanos).

El anunciado proyecto de la USAID para financiar proyectos con el objetivo de controlar el problema de la corrupción es lógico en la coyuntura. Este forma parte de búsqueda de influencia de EUA en América Latina. El proyecto de la Agencia hace énfasis en aquellas propuestas vinculadas a controlar y combatir la corrupción transnacional. Los destinatarios directos parecen ser, con mayor énfasis, justamente los países que cuentan con mayor vinculación a la economía china y aquellos que se han constituido como nodos de poder e influencia china en la región: Argentina, Brasil y Uruguay. Precisamente en este último está el cisma político que ha derivado en la renuncia de Ministros y en la discusión sobre la corrupción que inunda el país. Además, en Argentina la competencia electoral ha reflejado una discusión permanente sobre este tema. [7]

En el corto plazo es previsible que China refuerce su presencia en América Latina, sobre todo tras el ciclo de cambios de gobierno en países como Colombia (hace relativamente poco tiempo), Uruguay (tras el cisma político que hasta hoy enfrenta) y Brasil. Sin embargo, la influencia que EUA puede afianzar a través de estrategias de poder suave como las implementados por la USAID, pueden funcionar como un dique a las alianzas geopolíticas de AL y China.  Es un resultado previsible porque ningún Estado soberano desea tener a una agencia extranjera financiando grupos antagónicos e investigando presuntos casos de corrupción. Basta con observar lo sucedido con el Odebrecht en Latinoamérica.

Lo dicho hasta ahora debería abonar al entendimiento de que la narrativa “estabilizadora” es un componente persuasor de compromisos de poder en la diplomacia entre pueblos. Su singularidad histórica reside en que se acompaña de instrumentos “blandos” como los medios de comunicación y la educación. Con ello el elemento ideológico se enraíza y las bases para su especialización de los bienes y servicios que dan mayor utilidad se vuelven un mercado con oportunidades a modo de un efecto búmeran. En particular, China parece estar definiéndose en una ruta que escala por medio del agenciamiento, es decir, que en su multiplicidad actúa forzosamente a la vez sobre flujos de símbolos, flujos materiales y flujos sociales. Esto le ha permitido tejer una trama que le permite ser fecunda hasta en los territorios más agrestes. El haber podido hacerse de un espacio en el panorama mundial a base de una imagen de actor aguardando los tiempos propicios para extenderse sin aparentes límites —al menos no hasta ahora—, se debe a que China no depende de mercados de materias primas o de sectores extractivos, su impulso económico lo ha encaminado a la manufactura de alta tecnología (a la par de maquilar también se ha dedicado a desarrollar ingeniería inversa en todo lo que otros países producen y exportan), en ese sentido, el reequilibrio plantea que, el área de oportunidad para los países latinoamericanos es que llenen los espacios en los mercados de productos. La nueva tendencia de las inversiones chinas en América Latina, comprende a los sectores energéticos, de turismo, transporte y comunicaciones. El reequilibramiento de la actividad comercial de China en América Latina plantea una diversificación de las inversiones y pretende impactar positivamente el sector de servicios. La razón por la que china está dispuesta a invertir en energía, transporte y comunicaciones, es porque hay una sobreinversión nacional, circunstancia que obliga a buscar nuevos mercados (México puede sumarse a la inversión e intercambio tecnológico en sectores estratégicos como el automotriz, las comunicaciones y el transporte. El turismo es una oportunidad adicional). A decir de esto, China es, digamos, un país que se ha beneficiado del sistema neoliberal violando sus reglas económicas. Por su lado, la actitud de EE.UU. tras ser una potencia concentradora que durante dos siglos se había propuesto ser la luz más allá de sus “prudentes” fronteras en tanto Prometeo del liberalismo, ante el avance de la potencia oriental, terminó asumiendo como estratégico sentar el precedente de que protegería ciertos monopolios por las buenas o por las malas. Paradójico o no, es todo un cambio que obliga a la reasignación de recursos hacia nuevos sectores de crecimiento. Así se empieza a dibujar un semblante más parecido al de la Guerra Fría, si bien con la arista comercial como eje principal. Era una trivialización del fenómeno, hasta ahora, llamar “Guerra Comercial” a la mera competencia desleal entre potencias económicas, por muy dura que fuera. Cuando además de la competencia desleal comienza a identificarse una propaganda seria de valores políticos compartidos, entonces podemos hablar de confrontación de enemigos y no sólo de adversarios, a la manera de Schmitt. Y es, entonces, donde podemos decir la palabra guerra sin hacer el ridículo.

En el entendido de la apreciación personal que tenemos de la guerra comercial, el cual tiene que ver con el sentido de aguardar comportándose múltiplemente solo por determinaciones, tamaños o dimensiones que no pueden aumentar sin que la parte en lucha cambie de naturaleza, no sorprenderá que a medida que las inversiones chinas aumentaron, su composición también haya cambiado y no deje de hacerlo. Desde el momento en que el conjunto de intensidades comerciales se desenraizó hasta alcanzar otra nueva magnitud de lucha, la guerra no podría entenderse más que como el resultado de operar localmente en un momento determinado; de tal manera que en términos de eficiencia, las acciones locales afinan cada vez más su coordinación y el resultado final global que genere su sincronización será la sorpresa premeditada. Ahí tenemos la brillante respuesta de Huawei de desarrollar un hardware fue un mero pretexto para introducir su sistema operativo; es decir, se convirtió en una empresa de software; al no dejar que fuera competencia directa de ATT y Sprinter, lo volvieron la única competencia de peligro para Apple.

China es una pulsión acerca de todo lo que significa nuevo, pero al mismo tiempo acerca de cómo la naturaleza de lo oriental y lo occidental es irrelevante en términos del capital; por medio de él todo es desmontable, conectable, alterable, modificable, por eso siempre es neo, neo, neoliberalismo. La encrucijada de este fenómeno se encuentra en que la pretensión del Estado nacional de ser una comunidad completa no encuentra justificación y el postulado del orden jurídico nacional se vuelve una ficción. Las autoridades nacionales o locales son propensas a quedar desplazadas más temprano que tarde. No hay duda, a la hora de construir una estrategia en pro del valor intrínseco del plan comercial, se puede ser todo lo débil que se quiera para saber cuán fuerte se puede llegar a ser, pero de ahí a creer que bastan los suministros resilientes para reforzar la competencia, es tanto como aceptar la idea de que “la Tierra sea lo suficientemente grande para quien quiera tener éxito”. Como sabemos, eso es falso. Hoy territorializar/capitalizar es una estrategia tan informe como subrepticia, tan incontenible como escalable, pero tan imperceptible como autoritaria. En efecto, al estar ante una forma político-comercial híbrida o mixta que pervive, convive y cohabita dentro de la democracia pues los cambios políticos y económicos ocurren como transformaciones de grado, ¿habrá que acostumbrarse a la indistinción? Aún no sabemos el riesgo de esto, pero no se podrá negar que la figura del monopolio sigue seduciendo mientras más se metamorfosee.

[1] Deleuze, G. y Guattari, F. (1980) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Trad. José Vázquez Pérez, Valencia: Pre-?Textos, 2002, p. 24.

[2] Es en África en donde el denominado “Modelo Angola” se basa en exportar recursos y China ofrece créditos e inversión en infraestructura. https://elpais.com/videos/2023-01-13/la-imparable-colonizacion-de-africa-por-parte-de-china.html . Las alianzas que construye China en primera instancia con países autoritarios o en vías de desarrollo buscan inversiones y apoyos diplomáticos ahora en América Latina.

[3] Supply chains: when the chips are down: https://www.ft.com/case-supply

[4] Las guerras comerciales son “fáciles de ganar”: Trump. https://www.forbes.com.mx/las-guerras-comerciales-son-buenas-y-faciles-de-ganar-trump/

[5] China is willing to be a ‘partner and friend’ of the US, Xi tells American CEOs: https://edition.cnn.com/2023/11/16/business/china-us-xi-dinner-ceo-intl-hnk/index.html.

[6] La Tierra es lo suficientemente grande para que EU y China tengan éxito’, dice Xi a Biden:https://www.forbes.com.mx/la-tierra-es-lo-suficientemente-grande-como-para-eu-y-china-tengan-exito-dice-xi-a-biden/

[7] USAID Awards up to $30 Million to Strengthen National Architectures to Counter Corruption: https://www.usaid.gov/news-information/press-releases/nov-15-2023-usaid-awards-30-million-strengthen-national-architectures-counter-corruption