México es un país con demasiadas disparidades y pocas oportunidades para las mujeres, en especial para las mujeres indígenas.
La única manera de romper estos paradigmas es arrebatando los derechos y las oportunidades que la vida nos ha negado, pero cuando hablo de arrebatar no me refiero a realizarlo de una manera violenta: arrebatar implica ser rebelde, no resignarse, abrir la mente, estudiar, sentir orgullo por nuestras raíces y nunca rendirnos. En pocas palabras, que nuestro origen no defina nuestro destino.
El mundo en el que vivimos las mujeres de los pueblos indígenas y afromexicano se ve muy distinto desde afuera a cómo se vive desde adentro. Porque el simple hecho de no haber nacido varón, nos ha puesto en una posición de exclusión y discriminación.
Nosotras tenemos que enfrentarnos a nuestros padres, hermanos, vecinos, autoridades y a nuestro entorno comunitario para poder construir un destino propio, rompiendo muchos paradigmas culturales que se amparan en los usos y costumbres.
Para muchas que venimos de la montaña, salir de ahí es muy duro, porque la montaña es nuestra casa, ahí nacimos y también ahí nacen las razones de nuestra rebeldía. Es importante que reaprendamos a vernos con los ojos correctos, entre nuestras diferencias, colores, olores, facciones, lenguas y a pesar de eso, podamos construir la equidad y lograr una sociedad libre.
Por mis ancestras, abuelas, mamá, hermanas, luché para que nunca más una niña indígena llore debajo de una cobija porque va a ser entregada en matrimonio, practica amparada en los usos y costumbres. Por esta razón, en el año 2021 presenté una reforma al Código Penal Federal para que se castiguen los matrimonios infantiles o equiparables, logro alcanzado hace menos de un año y el cual convirtió a México en el primer país de América Latina en tipificarlo como delito grave.
Aún falta mucho camino por recorrer, sobre todo para alcanzar las políticas públicas que volteen a ver con los ojos correctos a las niñas, niños, adolescentes y a las mujeres indígenas. En el camino habrá dificultades para lograrlas, pero tengo el corazón, la voluntad y las ganas de seguir preparándome para alcanzar esos objetivos y mejorar el legado que le estamos dejando a las nuevas generaciones.
Nunca más un México sin sus niñas y mujeres indígenas.
POR EUFROSINA CRUZ MENDOZA
@eufrosinacruz
EEZ