CÚPULA

Curaduría: Una orquesta de voces

La tarea del curador abarca más de una sola actividad y debe atender una polifonía de voces y factores necesarios para crear exhibiciones atractivas para el público

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: FOTOS: ALFREDO PELCASTRE

Para el historiador de arte Cuauhtémoc Medina (Ciudad de México, 1965), la particularidad de los curadores de museos radica en que no existe un sólo modelo o una sola referencia, sino una multitud de formas para llevar a cabo funciones relacionadas con esta actividad.

En entrevista, el actual curador en jefe del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), de la UNAM, explicó que no es raro que exista una confusión en torno a esta figura, ya que frecuentemente los comisarios de la disciplina hacen cosas que a veces no son tan visibles “como la mediación de la obra del artista con el público”.

“Hay una función más o menos clara o tradicional de lo que realizamos en esta área, la cual tiene que ver con ayudar a hacer, pensar y acompañar las exhibiciones, así como obedecer a las políticas del museo, el crecimiento y el manejo de las colecciones, pero esto no es un hecho definitorio”, dijo el crítico de arte.

Para quien entre 2002 y 2008 se convirtió en el primer Curador Asociado de Arte Latinoamericano en las Colecciones de Tate Modern, “hay comisarios acompañando la producción de los artistas; hay otros pensando y trabajando en plataformas que permiten la relación de los públicos con el campo cultural; hay quienes laboran en el aparato comercial como las galerías; o quienes están cargo de una colección por ejemplo”. Así, no existe una receta o fórmula para llevar a cabo el trabajo de un curador, más bien se trata de una ejecución que requiere un razonamiento práctico.

“No es que no se necesite tener algún conocimiento, existen proyectos curatoriales que requieren de realizar una investigación equivalente a la investigación humanística de la historia del arte o de la antropología, pero en otros casos se trata más de colaborar con el artista y ayudarlo a construir una voz”, contó, quien desde 2013 trabaja en el MUAC.

Tampoco “es que exista una licencia para ejercer como curador como en la medicina o la abogacía, sin embargo, son necesarios ciertos conocimientos y experiencia relacionada con el arte que permita no sólo acompañar al artista, sino generar diferentes pensamientos que respondan al contexto contemporáneo de la sociedad”.

Además, indicó, la figura del curador también le da forma a las decisiones que toma la institución en temas “como la operación, la creación de una lógica entendible a largo plazo y la negociación con otros actores sociales, quienes reclaman en el museo un espacio de representación”.

“Una de las tareas importantes de la curaduría es la de contribuir a que el campo de arte contemporáneo tenga un lugar de mayor significación en la sociedad, por lo que es necesaria una diversidad de voces, que, en conjunto, propicien este ambiente”, expresó el historiador, quien ha curado muestras de artistas como Andrea Fraser, Carlos Amorales, Harun Farocki, Jill Magid, Jeremy Deller, Vicente Rojo, Jan Hendrix, Ai Weiwei y el Raqs Media Collective.

Después de todo, señaló, “creo que los curadores somos una parte -no sin importancia- de un equipo en el que hay una directora que está a cargo de ponernos en orden, de mantener las relaciones con la estructura -en nuestro caso universitaria-, de buscar los fondos y de pensar en la institución a largo plazo; así como de un cuerpo de curadores con diferentes especialidades y orientaciones; museógrafos; técnicos; equipo de conservación y otros agentes. En realidad, todo esto es una orquesta”.

A lo largo de 34 años de carrera, Cuauhtémoc Medina considera que su llegada a la curaduría fue un acto de suerte, uno que cree que no podría suceder hoy en día: “Me hice curador en el Museo Carrillo Gil, en principio, porque no entendía cómo era posible que la cultura de los 80 tuviera la oportunidad de tener opciones de prácticas nuevas, neoconceptuales y de instalación que no se estuvieran explotando; la oportunidad que tuve es que pude combinar mi conocimiento académico con la experiencia artística, logrando propiciar una interacción con el campo del arte de manera eficaz, pero ese fue un acto de improvisación que no se puede repetir apasionadamente hoy”.

A Medina le ha tocado ver la evolución de la actividad: “He tenido la fortuna de acompañar este desarrollo histórico e institucional y amoldarme a la necesidad del proceso, parte de esa tarea, curiosamente tiene que ver con no hacer abuso ni ostentación de uno mismo, repito, a veces estamos ayudando a la construcción de una voz, que no es la nuestra, pero eso no es malo”.

En este sentido, es necesario no sólo tomar decisiones que gusten, sino adoptar otras que vayan contra el canon para decir algo: “Se trata de trabajar en una especie de interpretación de la cual se desprende el lenguaje, la intención y el proceso que el artista representa a través de su obra, esto, entendiendo que la posición de curador es variable para hacer posible una relación con el público, una que no está garantizada, porque la relación entre arte y sociedad no está garantizada”.

“Considero que también es muy importante que un curador provoque más preguntas que respuestas, para que desde el presente, sea posible establecer conexiones con la obra del artista, pero también, con la diversidad de identidades que hoy en día buscan habitar estos espacios”.

Cerca de los 60 años, vislumbra otros planes: “El MUAC ha sido uno de mis grandes proyectos en la vida y estoy consciente de que en algún momento se va a terminar, y así debe ser, agradezco todo lo que he podido ver y vivir; cuando me toque cerrar mi ciclo con el museo universitario voy a dedicar tiempo a retomar una serie de libros que comencé a escribir y que han quedado en el tintero”.

Medina es autor de más de 18 publicaciones y ha curado decenas de muestras en las que, junto con los artistas, comparte una visión crítica de la realidad, ahondado en temas clave del arte actual.

Por Azaneth Cruz

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