CÚPULA

La obra perdida de Frida, en un thriller

En “La mesa herida”, Laura Martínez-Belli recrea el misterioso destino del cuadro desaparecido en 1955

EDICIÓN IMPRESA

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Al escribir sobre el arte de Frida, Laura Martínez-Belli descubrió a una mujer maternal, fraternal, de casa. Un icono feminista de quien aprendió a nunca conformarse y dejarse llevar por las buenas historias. Su libro, La mesa herida, apunta a plasmar una figura más cercana a la artista, alejada de las pinceladas comunes nacidas a partir de la figura pop. 

La novela abarca los años en que Kahlo empezó a cuestionarse si lo que hacía con su arte trascendería. En su deseo por serle útil al pueblo, comenzó a retratar a Stalin y a Marx, pero la autora afirma que ahí sólo hubo el reflejo de una mente generosa. “Quería hacer algo por la gente y ya lo había hecho, pero en ese momento no lo sabía”, añade.

Inconscientemente, dice Martínez-Belli, Frida encontraba consuelo en las contradicciones. Pintaba para entenderse, exorcizar el dolor. El pincel sustituyó todo lo que no pudo ser en vida: madre, tener un cuerpo sano, ser independiente físicamente. La percibe como una mujer que todo lo que tocaba lo transformaba en belleza.

Aborrecía su pierna ortopédica y, aun así, la decoraba. “Quería sacar los demonios que tenía dentro, y las ocasiones que dejó de hacerlo para volverse más política con su arte, perdió su esencia”, comparte.

Se dice que La mesa herida es el único cuadro donde la mujer de La Casa Azul se autorretrató dos veces. Se pueden extraer muchas teorías, porque, así como se desconoce su paradero después de 70 años, nada se sabe sobre lo que quería decir la artista con la obra que desapareció al ser trasladada a Moscú.

Cortesía: Planeta

Sin embargo, se cree que una de las razones por las que pudo pintar semejante aflicción sobre dos metros de madera, fue por la traición de Diego Rivera.

En la trama de la novela, aparece latente el rol de la maternidad con Olga, el personaje principal. Un tema que ha abarcado más espacio desde que las pinceladas femeninas han empezado a romper los techos de cristal. “El no poder ser madre fue el dolor más grande que Frida tuvo”, asegura Belli. Agrega que es la única mujer en la historia del arte que ha pintado sus abortos con una crudeza tan salvaje.

La escritora confiesa que se cuestionó escribir sobre Kahlo porque ya se ha contado mucho. Pero fue inevitable, porque no se puede entender una obra sin contar la historia y el contexto de su creador. Al escribir, “de pronto no estaba hablando de Frida, estaba hablando de mí. Pero es ella tan potente que somos todas las personas”, añade.

La autora española, quien vivió 20 años en México, comparte que, como a uno de sus personajes, el país se le metió en los ojos. No sería quien es sin México, pues encontró en sus tierras la libertad creativa. Ahora reside en Madrid, pero siempre vuelve, porque “cuando en un lugar uno se encuentra de cara con la libertad, no hay marcha atrás”. Laura escoge una frase de Frida: “Viva la vida”.  “Lo dijo una mujer que vivió una vida sumida en el dolor y no dejó que eso le arruinara la vida”, opina.

Por María Milo 

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