CÚPULA

Registro de lo efímero

Emilio Sabín ha retratado a algunas de las compañías de danza clásica y contemporánea más importantes del país, pero Barro Rojo Arte Escénico es su hogar

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Fotos: Especial

La danza ha sido el ambiente natural de Emilio Sabín desde antes de nacer: sus padres son los coreógrafos Laura Rocha y Francisco Illescas, directores de la compañía Barro Rojo Arte Escénico. Sin embargo, cuenta, su interés en la fotografía surgió como algo fortuito, viendo imágenes de sus papás cuando bailaban en los años 80, tomadas por Ernesto Ramírez. “Me di cuenta de que la danza se podía abordar de otra manera, pero, sobre todo, entendí que se podía hacer un registro de su naturaleza efímera”, dice. 

Así inició como fotógrafo a los 17 años, de manera intuitiva, con una cámara prestada se lanzó a las funciones de la Escuela Nacional de Danza. “Empecé a tomar fotos sin conocimiento alguno, pero mi papá me dijo que si esto es lo que quería tenía que aprender de cero y eso fue lo que hice, tomé cursos y me fui a aprender con una fotógrafa, tuve que aprender todo lo teórico”, cuenta en entrevista con Cúpula.

Tras ese aprendizaje, añade, comprendió las diferencias del fotoperiodismo, de la fotografía comercial, del retrato, del paisaje. Aquello que surgió como intuición se convirtió entonces en una manera de vivir y, hasta entonces, comprendió que en la danza había dos aliados que, al mismo tiempo, eran desafíos: el movimiento y la luz.

“En el escenario y en los ensayos todo se trata del movimiento, los bailarines están haciendo lo suyo, no pueden parar y uno lo que necesita es estar tan atento y concentrado para saber cuándo es el momento de accionar la cámara. Hay que saber leer al coreógrafo, al bailarín y a la música. Además, la luz es un reto, vas a encontrar coreógrafos a los que les gusta usar poca iluminación y la cámara aún no es capaz de registrar todo lo que el ojo humano ve. A veces, quieres tener ese momento en que en la coreografía es importante, pero resulta que tiene poca iluminación. Hay otras especialidades con gran movimiento como la fotografía deportiva o la de conciertos, pero en ellas no juega en contra la luz”, detalla Sabín. 

Fotos: Emilio Sabín

Los diversos géneros dancísticos tienen sus distintas complejidades, mientras en el ballet es claro cuándo habrá saltos y cargadas, o en el folclor habrá vestuario y elementos en movimiento como las faldas, en el contemporáneo todo puede ocurrir en el aire o en el piso, con cambios corporales vertiginosos o con una quietud que se rompe en un instante, con solos o con cuadros grupales en los que, a veces, no todos tienen el centro de la luz. 

“Puedes tener claras ciertas acciones como el levantamiento de la pierna, pero en contemporáneo, cuando crees que van a alzarla se van al suelo, por eso tienes que estar muy atento. Me gusta mucho lo que hago, lo digo con humildad, la danza es una de las cosas más difíciles de fotografiar, por eso agradezco mucho haber iniciado en este oficio”, sostiene.

En la danza, todo cuenta. Si es butoh, los saltos son prácticamente inexistentes, pero el gesto es el centro; en el ballet lo son las extensiones de los brazos y de las piernas; en cada género importa la posición de los dedos, de las manos, la sonrisa. El cuerpo entero baila, incluso con la mirada. “He tratado de ser muy exigente con lo que hago, con el resultado que entregó a los coreógrafos y a los bailarines. Si a ti te toman un retrato y no luces como a ti te gustaría, pues pedirás otra, pero en danza eso se complica porque una función no será igual a la otra, aunque sea la misma obra. Yo busco que todo el intenso trabajo que hay detrás luzca tan apegado a lo que se planeó, quiero que los bailarines, el coreógrafo, el trabajo del iluminador, del escenógrafo, del vestuarista se vean bien. Me interesa también que el público, cuando vea mi trabajo, piense que se ve padrísimo y le den ganas de ir a una función de esa compañía para verlo con sus propios ojos”, explica. 

Y añade: “Y no tiene que ver con la belleza, porque ésta es subjetiva, para mí la belleza puede estar en cualquier cosa, lo que busco es que se vea bien, que las imágenes sean armónicas. Cuando me quiero poner un poco más creativo me acerco a los barridos, a las largas exposiciones, pero lo importante es que todo se vea bien. Entrego lo que a mí me gusta y, casi siempre, a los demás también les gusta”.

Centro de Producción de Danza Contemporánea (CEPRODAC), La manga Video y Danza, Eterno Caracol, Compañía Nacional de Danza, Camerino 4 Danza Contemporánea, son sólo algunos de los grupos que ha retratado, sin embargo, Barro Rojo, apunta, es su hogar. “Los conozco muy bien, voy a sus ensayos, conozco sus obras, ellos son mi casa. Creo que esta cercanía me ha dado más herramientas para tenerlos frente a mi cámara, hoy en día es muy raro que exista un fotógrafo para una compañía, pero ha habido y hay grandes fotógrafos de danza como Jorge Izquierdo, Roberto Aguilar, Ernesto Reynoso, Ernesto Ramírez, entre las generaciones anteriores, pero también está Carlos Quezada entre los más recientes”.

Por Alida Piñón

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