CÚPULA

Malena y Luna: Crecer juntas

Desde el nacimiento de su hija, la artista reconfiguró su manera de trabajar con la imagen, con su entorno y con sus orígenes

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: FOTOS: CORTESÍA MALENA DÍAZ

No tengo ningún deseo de que me digan que la Luna es diferente a mis sueños.

Jaime Sabines


Luna nació el 2 de septiembre de 2004, en un pequeño pueblo de Toulouse, Francia. Había nacido en un momento exacto para mí. Llevaba tres años viviendo en Francia y había sido toda una aventura. Me sentía grandiosa, feliz e invencible. Al día siguiente de su nacimiento llegó una señora que llevaba consigo una banda con la bandera de Francia. Lo primero que pensé es que me iban a deportar. Ahí estaba yo, la joven mexicana ocupando un espacio y teniendo a su hija en territorio francés. Pero ella llevaba un gran ramo de flores, se acercó a mí y me dijo: “Hace 35 años que no nace un niño en este pueblo. Tenía que venir a cerciorarme que la vida regresó a este lugar. Yo soy la alcaldesa de aquí.” Me dio la mano, las flores y se fue. En la radio se escuchaba una canción de Francis Cabrel. Los días eran todos frescos y reconfortantes.

En ese lugar ya no nacían niños porque en el pueblo de al lado habían construido un hospital y todos iban para allá. Pero Luna nació en casa, con el apoyo de una partera.

Si me preguntan cuándo empecé a crear al lado de mi hija, pienso que desde el momento de su concepción. Ella misma es parte de mis procesos creativos. Yo salía, deambulaba por las calles, hacía fotos, documentaba la vida de la gente. Pero con su nacimiento y el invierno tan cerca, no me permitieron salir. Esos días los viví con absoluta dedicación y amor, entregada a esa nueva vida de la que era generadora y responsable. Cuando llegó el momento de regalarle su primera muñeca se la quise hacer yo. Una muñeca única, irrepetible, que llevara a un nivel palpable el amor que me conectaba a ella. Una amiga me enseñó y hubo como un espíritu que entró en mí. Desde esa vez, por varios años, hice más de mil muñecas diferentes. Piezas únicas e irrepetibles, cada una con sus detalles particulares, cada vez más complejas y llenas de simbolismos y significados.

Fotos: Cortesía Malena Díaz

Mi primera exposición fue en un restaurante de empanadas argentinas. Ahí vendí toda mi obra, y mi hija, de apenas un año y meses, participó en una danza butoh con una bailarina. Todo fue tan fluido, se veía feliz y confiada. 

Siempre he sumado la vida de mi hija a la mía con absoluta naturalidad, como un medio de relación que va de la mano de lo que soy, de lo que somos. Pienso que, si hubiera sido oficinista, mi hija quizás también hubiera pasado las tardes conmigo. Si dicen que las mexicanas somos mamás gallinas, tienen razón. Ella creció y yo crecí, una al lado de la otra. Configuramos una vida en medio de arte, libros, cultura mezclada entre mi ser mexicano y nuestro entorno francés. En ese pequeño universo que era mi taller de muñecas había cosas que recuperaba de la calle: objetos, encajes, artesanías, antigüedades francesas, con las que mi hija creció jugando. Su padre, de origen uruguayo, exiliado y con nacionalidad sueca, le otorgó todavía más matices a su vida, más significados y más referencias. Estaba por ejemplo esa historia que escuchamos muchas veces a modo de cuento para dormir, la historia de su abuelo, que fue compañero de Mujica durante la dictadura en Uruguay, que tuvo que irse al exilio al otro lado del mundo y después, en el fin de la dictadura, regresó a su país y trabajó hasta los últimos días de su vida con su antiguo compañero de lucha, el que llegó a ser presidente, el mismo Pepe Mujica. 

Su abuela, que llegó a Suecia para estudiar el idioma, su profesión, trabajar y ver por sus hijos, es una figura poderosa en Luna. Hay amor y admiración.

La vida nos regresó a México cuando Luna tenía cinco años. Habían pasado algunos años y algo de temor me apremiaba. Las cosas podían ser muy diferentes en el tiempo que no había estado en mi país. Pero yo quería que mi hija creciera aquí, en esta inmensa y multifacética cultura que para muchos es violenta, pero en el fondo guarda amor y una resiliencia digna de admirar. Regresamos a Tlaxcala, a la tierra del pan de maíz. Para mí fue un regreso a mis raíces, para ella, una nueva concepción de la vida, con otra gente, con otros paisajes, en un entorno en que el idioma es directo y simbólico a la vez. Con las historias de la tierra, las leyendas, los mitos y los personajes de nuestro pasado prehispánico.

Luna acompañó proyectos creativos en una casa pequeña en Atzitzimititlán. Asistió con fascinación a murales de vidrio, configuración de hortalizas, cocinó pizzas en un horno construido por su padre, aprendió lo que debe aprender una niña en edad escolar, en casa, con los saberes de amigos artistas que asistían a nuestro refugio. Fue un aprendizaje poco convencional pero enriquecido por la filosofía, los libros, los saberes prácticos y cotidianos de todos los que nos rodeaban. Aquí nuestra familia tomó otro rumbo. Nacieron nuevos planes y nuevas perspectivas. Con mucho cariño nos separamos su padre y yo y seguimos nuestros caminos, siempre con la unión de Luna. 

Fotos: Cortesía Malena Díaz

En este lugar encontré más sentido a lo que hacía. Yo siento como si hubiera reencontrado mi camino, la esencia, esa memoria que todas tenemos. El campo me hace sentir de otra forma el tiempo. Más dilatado, más profundo.

Aquí vivimos sin proponerme enseñarle nada a mi hija. Más bien decidí compartir con ella el aprendizaje que se nos ofrece a cada tanto, con la gente, con los amigos, con el trabajo y el amor a la tierra. Llevarla y traerla, meterla en las cazuelas de barro de la Trinidad Tenexeyac para las fotos, en los ríos, que hablara con los campesinos, que conviviera con sus abuelos en ese otro pueblo donde también la vida es un remanso de paz y tranquilidad al borde de un riachuelo que arrastra desde un tiempo inmemorial cientos o miles de historias tan similares a la nuestra.

En Huamantla también tenemos la oportunidad de conocer la cultura de las haciendas, de los artesanos, de las ganaderías y de la fascinación que sienten los visitantes por el sabor y el color de Tlaxcala. Mi actual compañero también ha sido un gran maestro de vida. Él sabe mucho porque ha vivido con la misma intensidad y ansias de empaparse de cada detalle importante de la vida.

Luna ha crecido, y como dije antes, yo he crecido con ella y junto a ella. Luna, desde pequeña y hasta estos momentos, ha sido mi mejor modelo. Sabe lo que necesito de ella sin que tenga que decírselo. Apenas breves instrucciones. Es la modelo idónea en las últimas series. La trenza fue la más reciente y la que actualmente promuevo. Recuerdo que cuando expuse en Xcaret llevamos mazorcas para que la gente, aparte de ver las fotos, pudiera ver los maíces de colores. En un momento dado vi que ella estaba ahí, en medio de la gente; les explicaba las variedades, las historias, todo lo que había escuchado hablar de los campesinos durante esos años de convivir. Y lo hacía con el mismo amor y la misma convicción de los campesinos que han sido nuestros maestros.

Luna y Malena. Hija y madre. Tenemos una conexión muy especial de complicidad, amor y respeto mutuo. Somos dos mujeres de tiempos distintos y de tiempos que se entrecruzan. Me apoya en todas esas cosas que tienen que ver con las novedosas tecnologías. El celular, las aplicaciones, los modismos lingüísticos. Hasta las plataformas para ver películas.

Este gozo de convivencia y regalo que tengo con mi hija aún sigue, pero a distancia. Ella se fue a estudiar a Suecia, la lejana tierra donde sus abuelos paternos la cuidarán y la mimarán como, espero con todo mi corazón que así sea, su madre y sus abuelos paternos, que esperan cada día las noticias de sus avances, de su aprendizaje, de su formación intelectual y espiritual. De su crecimiento como mujer y como ser humano.

Los caminos son así, la vida es así; tan bella que me siento afortunada. Somos una serie de abalorios en este rosario generacional en el que estamos todas: Luna, yo, mi madre, la madre de su padre y todas las mujeres que aquí y allá van dando sentido y significado a lo que ella decidirá para sí misma.

Sé que eventualmente volverá para otra serie de fotografías. Aquí estaré yo, con el objetivo de la cámara y del corazón listos. Para dejar en una placa imborrable su silueta y su sonrisa, su voz y sus sueños. Así será.

Por Malena Díaz

fototrece15@gmail.com 

IG: @malena.diaz_maizy

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