CÚPULA

Madre e hija, las complejidades del amor filial

La escritora Ave Barrera entrega una historia muy personal acerca de cómo las hijas construimos nuestra identidad a imagen y semejanza de nuestras madres y de cómo, a veces, la rebeldía es el único camino para mantener el amor intacto

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Fotos: SAMUEL AYE-GBOYIN

Un día cualquiera, realizando cualquier actividad de la vida cotidiana, una mujer puede descubrir espontáneamente, sin desearlo, que tiene rasgos de su madre. La madurez brinda ese punto de inflexión. Una es, a veces, algo de aquello ante lo que se rebeló. Y es que la relación madre e hija es así: compleja, desafiante, es como un espejo que amas con todo lo que te compone, pero, a veces, quieres romper ante el insoportable reflejo. 

Al llegar la madurez llega también el tiempo de resolver aquello que ha quedado en el cajón de las culpas, de los resentimientos, de los perdones no dados o recibidos. Pero ¿qué pasa si ese corte de caja es imposible?, ¿a dónde se van las facturas emocionales?

Ante esa imposibilidad, la escritora Ave Barrera (Guadalajara, 1980) dice que cuenta con un don, un privilegio, un súper poder, una magia: la escritura. Con ella ha escrito Notas desde el interior de la ballena (Lumen, 2024), novela que cuenta la historia de una mujer que regresa a casa luego de mucho tiempo, para descubrir que no puede hablar más con su madre porque ella ya no volvió en sí tras una cirugía. De modo que, a partir de estampas, notas y memorias, reconstruye la relación con ella para hallar un punto de encuentro, para llenar los vacíos de todos los silencios, encontrar el amor, la tranquilidad y el perdón. 

“Acercarse a la madurez y decir, ah caray, hay algo pendiente, hay algo que no está resuelto entre mi madre y yo, es entender que no se puede seguir adelante sin elaborarlo de alguna manera. Yo tengo el privilegio de tener la escritura, es con lo que puedo trabajar, es mi herramienta y la utilizo para lograr este acercamiento entre una madre y su hija, pero no para encontrar una respuesta o una solución al cuestionamiento, sino más bien para enriquecerlo, plantearlo y hacerlo tan grande que me saque de sí mismo, porque sí creo que el conflicto materno filial es complejo per se, en cualquier situación la naturaleza del vínculo entre madres e hijas es complicado y es complejo. Sin embargo, se puede volver todo lo complicado que se quiera, puede ponerse más tenso e incluso puede llegar a ser mucho más violento, en tanto que se ve atravesado por las violencias del patriarcado, por todas esas imposiciones y todas esas violencias que nuestras madres vivieron en carne propia y que tuvieron que desarrollar estrategias para sobrevivir”, apunta Barrera.

El ciclo, entonces, se repite, lamenta la escritora porque las madres transmiten esas mismas estrategias a sus hijas. 

Sin embargo, la naturaleza de ser hija es también la rebeldía. “Como hijas vamos a buscar esa rebeldía, esa especie de movimiento natural hacia afuera en el instante en el que intentamos convertirnos en persona intentamos salir del cascarón, somos como una célula que se divide y que va en sentido contrario. Como hijas tenemos el conflicto de la separación que, al mismo tiempo, está atravesado por todos estos mandatos sociales, de los cuales el más emblemático de todos es el de la maternidad”, agrega la coordinadora de Vindictas, una colección de la UNAM que busca dar visibilidad a las mujeres escritoras del siglo XX, cuyas trayectorias no han tenido el reconocimiento justo, ante el peso de la historia de las plumas masculinas. 

Fotos: (Cortesía Malena Díaz)

Así, en el libro, la protagonista va en contra de ese mandato materno que se vuelve un manifiesto en la vida, un colocarse en el mundo de manera distinta a la de su madre. Sin embargo, su posicionamiento deberá enfrentarse al duelo de su madre, ante quién rebelarse ahora si ella ha salido de la ecuación.  

“El libro tiene dos elementos. Primero, asignar el proceso del duelo, elaborarlo; después, elaborar el proceso de la vida. Hay un conflicto con el duelo y con la vida, la muerte y la vida en un mismo tejido que nos permite ir hacia el otro lado y seguir existiendo. Para las mujeres es muy claro que en el momento de configurar nuestra identidad hay una referencia y es la de nuestra madre y vamos tejiendo nuestra identidad en contrapunto con la identidad de ella, pero en este ir hacia afuera y en esta separación, pues hay una necesidad de ir en sentido contrario. Es como ir en sentido contrario, pero para llegar al punto de partida, como una especie de bucle extraño.  Pero es muy bonito ser consciente de esto”, explica.

En ese punto de reconocimiento, parece inevitable pensar en cuestiones como qué tanto no quiero parecerme a mi madre, qué tan capaz soy de reconocer las semejanzas y aceptarlas y vivirlas y llevarlas hacia otro lugar. El libro no apunta a una matrofobia, sino, por el contrario, hacia asumir que la identidad de la madre nos atraviesa por completo.

“Si no voy a poder evitar ser mi madre, entonces qué quiero hacer con esta huella que dejó mi madre en mí, creo que esa es una pregunta bien interesante que nos podemos plantear y que nos puede llevar a una a un panorama distinto, más amigable, menos tenso, un poco más compasivo con nosotras mismas.

Finalmente, ante el duelo dice que  con este proyecto se dio cuenta de que la escritura no es suficiente o insuficiente, la escritura es herramienta. "La escritura hace lo que tiene que hacer: poner todo ese mundo complejo de la mente en un soporte material y sobre ese soporte podemos trabajar, ya no son ideas que se nos escapan como el humo, ahora las tenemos en lenguaje y nos permite ver el flujo de pensamiento; la escritura por sí sola no es la solución, no es el conjuro todo poderoso que logra revertir las heridas; lo que resulta esencial es el acompañamiento de alguien, de un guía, de terapia, de hermanas elegidas, amigas que estén ahí para darnos apoyo. La escritura por sí misma es muy valiosa, pero creo que por sí sola no basta para un proceso así”.

Por Alida Piñón

alida.pinon@elheraldodemexico.com

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