CÚPULA

Música mexicana de proyección internacional, ¿y ahora qué?

Después de compositores consagrados como Mario Lavista y Gabriela Ortiz, el autor propone una nueva ruta de autores musicales

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Astrid Ackermann

Hace poco recordaba en el Conservatorio una anécdota de 20 años atrás, cuando tuve la oportunidad de salir al extranjero por primera vez como estudiante. Era un campamento de verano y me sorprendió la reacción de un par de compañeros cuando supieron que venía de México: “¡ah, Madrigal, Mario Lavista!”, haciendo referencia a la pieza para clarinete solo que le escribió a Luis Humberto Ramos en 1985.

Lavista fue la figura central de la composición mexicana en el último cuarto del siglo XX y el primero del XXI. Es también el profesor de composición más relevante e influyente que ha tenido nuestro país desde Carlos Chávez; y junto a él, los únicos que conjuntaron, a la manera de los escritores, la tarea de creador artístico con la figura del intelectual público: difundió y debatió ideas sobre música y más allá de ella.

(Créditos: Cortesía)

Por sus aportaciones técnicas novedosas y el trabajo de poética sofisticada, el Madrigal es una de sus obras más tocadas y estimadas, aunque no conocida por el público masivo, entre ejecutantes de clarinete de todo el mundo.

Continuamente y desde entonces, fuera en esos mismos espacios entre estudiantes de diversos orígenes o luego por mi trabajo como comentarista, la pregunta que ha seguido es, ¿quiénes son los compositores vivos más importantes de México? Para mí siempre fueron tres: Mario Lavista (1943-2021), Javier Álvarez (1956-2023) y Gabriela Ortiz (1964).

Entre la partida del primero, de la que se cumplirán dos años en noviembre, y la del segundo, que sucedió en mayo pasado, se siente una especie de orfandad musical. ¿Qué sigue? ¿Para dónde escuchamos? Tendemos a buscar personajes que ocupen los lugares de nuestras referencias, y sentimos una especie de seguridad emocional con ellas: ¿quién es el nuevo Paz y quién el nuevo Fuentes? ¿quién es el Monsiváis de hoy?

(Créditos: Cortesía)

No existen, cada uno ocupa un lugar insustituible y cada uno es dueño de su momento. Lo que hay es un cambio generacional natural y la humanidad tiene esa necesidad de encontrar sus referencias, de ubicar su nueva brújula. Y por supuesto que no es una carrera, al menos no una en competencia, pero es innegable el despunte y la proyección internacional que ha tenido la música de Gabriela Ortiz. Una presencia que, precisamente desde Chávez, ningún músico mexicano había tenido en los más altos circuitos clásicos. Y está abriendo puertas.

Si Ortiz es la más alta referencia nacional, ¿quiénes vienen detrás de ella y qué tanto los influye? Si 20 años atrás nos escuchaban a través de Lavista y ella despegaba con voz propia con la comisión y el estreno del Altar de Piedra, que Esa-Pekka Salonen hizo en 2003, ¿quiénes son, valga la simplificación entre la diversidad creativa que vivimos, nuestro sonido joven de proyección internacional?

No es casualidad que Salonen, un compositor con méritos creativos propios además de espléndido director, fuese la batuta titular de la Filarmónica de Los Ángeles y ésta la orquesta para la que Ortiz escribiera ese concierto para percusión. Preferencias y gustos personales aparte, también es innegable que no muchas ciudades como ésta en California son referentes de la música contemporánea; si no el epicentro, Los Ángeles, por su filarmónica, su orquesta de cámara, sus series de vanguardia, algunos residentes ilustres e incluso su propia casa de ópera, sí es una brújula a la que continuamente acuden críticos de las capitales musicales como Londres, Berlín o Nueva York, para escuchar de primera oreja lo que sucede, lo que viene… la tendencia.

Hace tiempo vengo respondiendo a la nueva pregunta que se me hace, en tres de mis compañeros de generación: Diana Syrse Valdés (1984), Juan Pablo Contreras (1987) y Francisco Cortés (1983). Hace tiempo vengo pensando que cada uno, a su manera, no solo va construyendo un camino propio bien cimentado y sustentado en la búsqueda personal honesta de su lenguaje, sino que como un mexicano posmoderno, de casi 40 años, viviendo en el México post-pandémico del 2023, me identifico con lo que escriben.

Que Diana, Juan Pablo y Francisco hablan de ellos y hablan, a través de sus sonidos, de mi generación, del México cosmopolita en el que también yo habito. Que reflejan a esta generación de mexicanos en el mundo. Y si nos ponemos técnicos, otra aseveración innegable, que además lo hacen con un oficio formidable. Ahí está la sofisticación intelectual, sin seriedad ni pose, en la música de Francisco. Ahí está la facilidad con que se crea un mundo sonoro que suena totalmente nuevo a la vez de familiar, en los sonidos mexicanos que no piden permiso para ser, en la obra de Juan Pablo. Y ahí está la búsqueda constante, la inquietud y la afinidad con el mundo exterior en el pensamiento musical de Diana. No es casualidad que a los tres los atraviese California.

Francisco Cortés vive en México. Luego de una larga temporada en Indiana, donde cursó maestría y doctorado, regresó y actualmente comienzan a darse los primeros frutos de su trabajo como profesor. Desde Indiana forjó relaciones que le han permitido sonar siempre en algunos circuitos estadounidenses, pero de los tres, su carrera ha sido la más local. Hasta la comisión, precisamente de Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles, de La serpiente de colores: una obra que, tras el éxito de su estreno en 2022, fue programada nuevamente este verano.

Piezas angulares, de multiformas, cuyo movimiento de su masa sonora siempre me hace pensar en plenitud y confianza como principales características, alguna de sus obras a las que mejor estima guardo son su Homenaje a Revueltas, para quinteto pierrot, su concierto para flauta, Partículas en movimiento, su canción para sexteto vocal, Veleidad, y Harptrolysis, una enjundiosa pieza para arpa y electrónica.

Juan Pablo Contreras estudió entre Nueva York y Los Ángeles y se quedó a vivir ahí, donde ahora es profesor de la escuela Thorton, en la University of Southern California. Sigo guardándole especial aprecio a dos de sus primeras obras, el ensayo orquestal El laberinto de la soledad, donde además de filosofía ensayaba su lenguaje y aquello por lo que ahora más se le aprecia técnicamente: su maestría para orquestar. No es una obra madura y no lo dominaba aún, pero pintaba el inicio de lo que es hoy. Su cuarteto messiaen Silencio en Juárez es la otra: demuestra la claridad de los extremos donde puede habitar su lenguaje y la escritura es siempre precisa, musical e idiomáticamente.

Que recurra a sonidos de franca inspiración rítmica y melódica mexicana lo ha hecho el más popular de ellos, y personalmente me han ido gustando también los guiños franceses que van apareciendo en su música. Ha sido compositor residente con la Orquesta de Cámara de Los Ángeles y nominado al Grammy latino. Las recientes comisiones y el éxito de piezas anteriores como Mariachitlán (que ya tiene múltiples versiones porque, literalmente, todos la quieren tocar) lo tienen sonando lo mismo en España, Colombia, por supuesto México y, con sus dos comisiones más recientes, La Silla, para banda sinfónica, y MeChicano, para orquesta, prácticamente en cada rincón de Estados Unidos.

El 31 de agosto apareció completo un nuevo álbum de música orquestal donde incluye una joya de sofisticación lírica, Corazón azul y su concierto para violín, La Minerva.

Diana Syrse vive ahora en Europa, pero luego de México, pasó como estudiante por Indiana y California, a donde ahora regresa cada tanto por diversas comisiones y residencias. La primera ahí fue también de la Filarmónica: el estreno de Connected identities lo hizo ella misma como solista del grupo de música contemporánea de la orquesta en 2017. Es una de mis obras favoritas de su catálogo y le sigo guardando aprecio a dos obras más juveniles, su sexteto vocal A lo chilango y su obra orquestal Colección de realidades; de las recientes prefiero su versión para clarinete de Asylum, original para oboe y electrónica y me divierte mucho siempre regresar al trío de percusión Barra libre.

Los dos más recientes estrenos que tuvo en México, sin embargo, son la muestra de un estado de madurez que la identificarán en adelante: Geante rouge, que le comisionó y estrenó Radio France y acaba de tocar la Sinfónica Nacional y Ciudad de México para la orquesta de Minería. Si bien en ellas sigue presente la inquietud y la curiosidad, su manejo del color y la textura se asientan como principal virtud de la herramienta toda con que construye sus discursos. Recientemente fue arropada por Ricordi para la edición y promoción de su música y su trabajo para la escena -sea operística o teatral- es ampliamente reconocido por la naturalidad con que entiende las capacidades de expresión de la música en la escena.

Dos fechas en México que hay que tener en cuenta: su visita como compositora y solista al lado del trio d’Argent para el estreno de Una plaga de fantasías, en octubre, y la repetición de Ciudad de México, ahora con la Orquesta Carlos Chávez, el 30 de septiembre.

PAL