Santiago Beruete (Pamplona, 1961) ya llevaba varios libros publicados sobre el mundo natural, pero seguía sin darse cuenta de dónde provenía ese interés. Un día, su hermano le regresó un recuerdo de la infancia y le clarificó la vida.
“Nosotros perdimos a nuestra madre muy niños, no la recordamos y fuimos mandados a vivir con nuestra abuela; ella era una jardinera a la que le cayeron tres niños que cabían en una cesta y que no sabía qué hacer con ellos.
“Yo me acuerdo siempre pegado a sus faldas, ella plantando en el huerto, plantando rosas”, señala.
Los recuerdos quedaron en la mente del escritor como una semilla durante mucho tiempo y sólo tras una crisis personal, decidió abandonarlo todo y regresar a lo más esencial.
“Me puse a cultivar un trozo de tierra que tenía detrás de casa, lo convertí en jardín y empecé a ver cómo mi cabeza se alineaba con mi pasado, con mis experiencias vividas; cuando empecé a darme cuenta que eso, comencé a escribir una serie de cosas y algunos amigos cercanos me animaron a que siguiese por ahí”, recuerda el escritor.
Beruete ya había escrito narrativa, poesía y filosofía académica, pero desde entonces se convirtió en un pensador de la naturaleza: en un entusiasta del contacto con la tierra y de la necesidad de reconectar con ella como una vía para encontrar la felicidad. Después de publicar “Aprendívoros”, “Verdolatría” y Jardinosofía”, donde fundamenta sus ideas, el autor entrega “Un trozo de tierra” (Turner, 2023), obra que cierra el ciclo de obras dedicadas a repensar la conexión con lo natural y el afán destructivo del hombre.
La suya podría ser una historia de su propio libro; en él, Beruete reúne más de una veintena de relatos donde la naturaleza es la clave para enlazar con la vida, para encontrar un camino frente a la adversidad. El autor cuenta historias de todo el mundo, incluido México, y utiliza una serie de neologismos relacionados con la botánica, la jardinería o la biología para titularlas.
El verdadero protagonista del libro, explica, es la tierra, es el poder transformador de la naturaleza, sea un huerto, sea un jardín, sea un bosque.
“Los protagonistas a veces cultivan, a veces contemplan, a veces cuidan un trozo de tierra, pero se enfrentan a los grandes dilemas de la existencia, a los grandes dramas, las pérdidas, las muertes, las ruinas, el desarraigo, la pérdida de los seres queridos y, a través de la naturaleza, encuentran un medio de curarse, un medio de avanzar”, destaca.
Beruete no ha querido hacer crónica, ni narraciones definidas en algún género, podrían estar cerca del testimonio, del relato personal. Pero el estilo es sólo un pretexto para hablar de lo que considera fundamental.
“Creo que nos hace falta volver la mirada hacia la naturaleza, creo que eso encierra un principio de esperanza; ‘Un trozo de tierra’ es un intento de repensar lo que significa la esperanza en estos turbulentos tiempos que vivimos; yo utilizo símbolos muy universales, como la tierra, los jardines, los huertos, porque son símbolos que se entienden en todas las civilizaciones, en todas las culturas, en todas las lenguas.
“Regresar a ese contacto nos pone en juego con lo que realmente son las cualidades más esenciales del ser humano y esas cualidades esenciales son fundamentales para conseguir algo mejor. Yo creo que necesitamos reconciliarnos, restaurar la crianza de la naturaleza, volver la mirada hacia la naturaleza y eso tiene que ver con desensimismarnos, dejar de sentirnos con superioridad y sentir que la naturaleza está a nuestro servicio…”, reflexiona.