CÚPULA

Últimos recuerdos de Elena Garro

La editora Laura Ramos cuenta los últimos años de la escritora, cuando le tocó publicar sus escritos inéditos

EDICIÓN IMPRESA

·
Créditos: Cortesía INBAL

Es 1996. Elena Garro (Puebla, 1916-Cuernavaca, 1998) tiene tres años de haber regresado a México, luego de casi 20 en el exilio. Vive en un departamento de la calle Manantiales, en Cuernavaca, junto a su hija Helena Paz Garro y más de una veintena de gatos. El olor de los felinos lo abarca todo, también el martirio de los recuerdos, de las heridas del pasado, de los agravios no resueltos, del delirio que produce una mente brillante como la de la escritora. 

Sólo ocho décadas después de su nacimiento, y casi medio siglo después de la publicación de Los recuerdos del porvenir, que le valió ganar el Premio Xavier Villaurrutia en 1963, los reconocimientos han comenzado a llegar: en ese 1996 se le concede el Bellas Artes de Narrativa Colima para obra publicada y el Sor Juana Inés de la Cruz. Garro, sin embargo, parece vivir sumida en la tristeza, con ataques de nerviosismo, desconfiada, pero con una mente que no se detiene, que recuerda cada detalle de esa vida de penurias que parece inventarse. 

Laura Ramos, guionista y fotógrafa, es también la encargada de editar la obra de la autora que sigue inédita, para el sello Castillo-Macmillan. Elena Garro: los recuerdos sin porvenir (Aguilar, 2023) es la crónica de los últimos años de la escritora, en los que Ramos es una testigo de primera mano: la mirada de una editora veinteañera que se conmueve ante la situación en la que viven madre e hija; que se maravilla con la historia que ambas le cuentan, siempre protagonizada por intelectuales y artistas; que se sorprende de tener en las manos los papeles que a lo largo de toda la vida escribió quien fuera esposa de Octavio Paz.  

Helena Paz consume alcohol y pastillas de prescripción médica sin parar; su madre pasa los días en vela, sin poder dormir y con ataques de ansiedad; ambas se quejan de no tener dinero. Elena llama al lugar “el infierno” y le confiesa a Ramos: “Hace cinco años José María Fernández Unsáin, Rafael Tovar y de Teresa y otras viejas me trajeron aquí. Me ofrecieron trabajo y una casa, pero no cumplieron, ¡ni casa, ni dinero, ni trabajo!”.

Regresar a Garro y a su hija parecía buena idea, ambas estaban en París, donde vivían también en la miseria, el sueño incluía revalorar a la escritora, víctima de su carácter rebelde y contestatario, damnificada de su compromiso político, y de lo que siempre acusó: la venganza de Octavio Paz, quien dejó a ambas mujeres a su suerte. Para Garro, sin embargo, no fue así: “Esto me deprime, ¡tengo calor!, aquí no me puedo inspirar para escribir, creí que aquí en México escribiría algo bueno, no puedo pensar, sólo he escrito un artículo desde mi llegada, se lo dicté a Helena, y cómo mi familia me despreció ¡ya no sé si creo en Dios!, pero si creo en el infierno, este es el infierno y creo en el diablo que viene, pero los ángeles y los santos me protegen", confesó. 

Encuentros y desencuentros, versiones contradictorias mezcladas con fantasía, son recogidos por Ramos. En el libro resuenan las voces de las Garro  y también sus maledicencias. La historia de un episodio cultural en México, en el que no están ausentes las ambiciones de colgarse de la figura de la escritora, tanto de funcionarios como de investigadores. Una  mirada íntima que aparece imposible de acercarse sin conmoverse, sin acabar admirado por la figura de una autora, que a 25 años de su muerte sigue siendo fabulosa.

PAL