CÚPULA

Los desgarros de Elena Garro

Segmento de una carta inédita de Elena Garro a José (Pepe) Bianco sobre su novela Los recuerdos del porvenir

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Especial

ASCONA, 10 DE AGOSTO DE 1961

Pepe querido: nunca me contestaste. Debo haberme vuelto muy antipática o muy desgraciada y la carta se extravió. Los suizos son bastante ineficaces, aunque no tanto como yo. Te envié una copia de la novela, la leí y la corregí y anoche al volver ¿qué veo?, la copia corregida aquí en el cuarto. ¡Tengo tal desorden en los papeles! O tal vez me equivoqué para repetir el error que cometo siempre: equivoco las cartas en los sobres, etcétera. Por eso me aterra tener dos copias o dos cartas, me ciega una fatalidad. Si agregas el calor de Ascona y el pánico que me produce Los recuerdos del porvenir entenderás el error, pero no sé si entiendas la novela: va en dos sobres y empieza en la hoja que dice: “Aquí estoy sentado… etcétera” y la segunda parte en: “Después volví al silencio… etcétera”. No sé siquiera si están las hojas numeradas y en orden. Octavio Paz llama a estos incidentes “mi espíritu destructivo, etcétera”. Yo no los llamo de ninguna manera, son cosas que les pasan a los principiantes asustados y yo siempre seré una principiante asustadísima. La suerte de la novela es así: la perdí en México. Paco, mi sobrino, la buscó, la encontró y me mandó los restos que quedaban. (…) Perdí muchas hojas. Este invierno mi hermano me la pasó en limpio (pero escribe muy mal en máquina) y aquí en Ascona la quise corregir y lo hice, ¡y ahora mandé la copia mala! Estuve viendo las correcciones y son tan malas como los errores. Está muy remendada, ¿lo notas? La escribí en París hace muchos años, antes de que fuera “escritora”. Tenía nostalgia de México y eran mis recuerdos de infancia. Por eso le gusta a mi familia. (…)

(Fuente: Elena Garro Papers, C0827. Manuscripts Division, Department of Special Collections, Princeton University Library).

Segmento de uno de los diarios de  Elena Garro durante el exilio en España (1974-1981)

SÁBADO, 19 DE ENERO DE 1974

Seguimos solas, esperando. La casa, que es un largo pasillo, parece una trampa. Hace mucho frío. El edificio casi deshabitado no es muy acogedor. La escalera para llegar a nuestra puerta es alta y empinada, siempre la subo con un malestar indefinible. Mandé poner una cadena de seguridad en la puerta, que hace ya tiempo que está rota. Cualquiera puede entrar e irse tranquilamente, sobre todo en fin de semana, cuando la ciudad está casi vacía. (…) Menos mal que Aude no se fue. Está en su casa. Bumper, su perro, ladra cuando ella sale. También está muy deprimida, parece una vieja bruja, abandonada en ese salón verde, y vacío que es su casa, pues no tiene más que un diván y una mesa. Al principio sólo tenía una canasta y un teléfono. ¡Es raro! Pero aquí todos los vecinos carecen de muebles. Hace tiempo, en diciembre, H. [su hija Helena Paz Garro] y María subieron a ver al vecino que vive encima de nosotras: Mr. Green. Su piso es una habitación sobre mi baño, y una terraza sobre las dos habitaciones de nuestra casa. Por las ventanas de estos cuartos se puede uno trepar a su terraza o viceversa. Mr. Green sólo tiene una mesa plegadiza y un catre de campaña. Es abogado. Pero él sí tiene mucha calefacción, en cambio nosotras nos helamos. El cuartito del fondo es una nevera, por la ventana vemos el patio de la casa y algunos patios vecinos en donde hay árboles desnudos y negros. Creo que en verano será un horno, pues el sol dará directamente sobre la terraza y ésta se convertirá en un radiador. En fin, por el momento H. está en ese cuarto estrecho, en la cama, tomando los coagulantes, para detener la hemorragia. ¡Es increíble que O.P. [Octavio Paz] se niegue a pagar la operación que necesita! Tengo que rezar. Los periódicos me dan náuseas, sólo hablan de “freedom y democracy”. Me pregunto ¿la libertad de morirse acorralada y sola, porque una es católica? ¿Y además con la complicidad de todos esos campeones de la “libertad” podridos en dinero? Es la época de los asesinos. (…)

Volvió a llamarme Aude, era otra vez Federico: me dijo que [Víctor] Rico Galán había muerto.

(Créditos: Zona Paz)

No me extraña, lo mataron. Como le tenía afecto, me dio mucha pena. ¡Y pensar que él quería tomar el poder y matar a tanta gente! “¡La represión tiene que ser rápida y sangrienta!”, repetía Fernanda, su madre, cuando estaba de recogida en mi casa de las Lomas, pues su yerno Guillermo Mendizábal, la había golpeado, y la había echado a la calle con sus tres nietos. Discutíamos mucho, pues ella era comunista furiosa. Luego siempre terminaba diciendo que, en El Ferrol, cuando la guerra civil española, la había salvado una señora católica, y ahora, yo también católica, era la que le había abierto las puertas de mi casa. Recuerdo que una noche, cuando veíamos en la T.V. una serie sobre la Revolución Mexicana exclamó de pronto: “¡Sí, tu Papa, el Pío XII debe estar ahora en el fondo de los infiernos!” Yo me enfadé mucho y H. le dijo: “Pero, Fernanda, si no crees en Dios, tampoco puedes creer en el infierno”. Ella se calmó.

Ahora, me digo, cuántos afanes, cuántas ideas monstruosas alimentadas durante años y al final, mataron a su hijo. No entiendo qué demonio se ha posesionado de los hombres. Rico Galán me dijo alguna vez, sentados en el jardín de mi casa, que su cuñado Guillermo Mendizábal era maricón. Federico y Roberto Méndez, su “músculo”, me contaron que durante el movimiento andaba en un coche rojo de lujo, envuelto en una pelliza, iba arengando a los estudiantes para que incendiaran tiendas y autobuses. (…)

(Tomado de Patricia Rosas Lopátegui, Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada, Monterrey, Ediciones Castillo, 2002).

Segmento de uno de los diarios de Elena Garro durante el exilio en París (1981-1993)

París, 7 de octubre de 1984

40 AV. DUQUESNE

Por qué de pronto a media noche me persiguen los objetos que amé tanto? ¿Mi retrato de cuerpo entero, pintado en todos los amarillos de la miel, con los cabellos color canario pálido recogidos en la nuca, y un collar de cuentas de papelillo verde lima me mira con esos ojos terriblemente tristes? Tengo las manos enlazadas. Atrás, una puerta cerrada. No sé a dónde lleva. Me preocupó siempre. Hace 16 años que no lo veo. Mestre, el anarquista, lo tuvo en su tienda mucho tiempo. Nadie quiso comprármelo. Quise venderlo cuando el 1 de mayo de 1968 Renato Salvatori, delante de Susana Dosamantes, me dijo que huyera, que me preparaban una trampa mortal. Era un Soriano de la mejor época: 1939. Se lo propuse a Carmen Barreda, la directora del Museo de Arte Moderno de Chapultepec. Me dolía el corazón. Pero quizás con ese dinero me hubiera podido ir a los EE.UU. y salvarme del naufragio terrible que se avecindaba. Y que yo ignoraba. Pero Renato parecía ¡tan seguro! Además había síntomas alarmantes. Me abandonaban las criadas, se me perdían los papeles y recortes. De la farmacia se negaban a traerme las medicinas. “La policía detiene a mis empleados”, me dijo el farmacéutico de la plazoleta de Virreyes. Se cernía sobre la casa un peligro invisible y atroz que no alcanzábamos a adivinar. Sin embargo, Carmen Barreda no quiso comprar el retrato que me hubiera alejado de la catástrofe. La catástrofe se produjo poco después; empezó en julio de 1968 y culminó el 5 de octubre de 1968. Carmen me llamó por teléfono al medio día. Estábamos comiendo en la cocina: “No se puede. José Luis Martínez, el director de Bellas Artes, me dijo que no le interesa ese cuadro”. (…)

(Tomado de Patricia Rosas Lopátegui, Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada).

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