CÚPULA

Amador Montes y su muro para la contemplación estética

Con apoyo de Fundación Grupo Andrade, el artista oaxaqueño exhibe en el Jardín Escultórico Juan Soriano de Polonia el proyecto El otro muro

EDICIÓN IMPRESA

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El otro muro está conformada por 15 paneles. Créditos: Cortesía Embajada de México en Polonia.

Estar en movimiento siempre ha sido parte de la condición humana: el que anda encuentra barreras en el camino, se topa con paredes que le impiden el paso o le obligan a buscar otras rutas. Pero no todos los muros impiden la mirada, también existen los que revelan universos, estéticas diferentes. 

Amador Montes (Oaxaca, 1975) redefine el concepto con su serie El otro muro

Creada en el marco del año dual México-Inglaterra 2015, la colección, explica, “surge con el objetivo de generar un acto de hermandad entre naciones, así como una reflexión sobre el concepto y la función del muro, de usarlo como soporte estético y de contemplación”. También pensada para circular por el mundo, la serie encuentra una nueva parada en su itinerancia: el 13 de julio pasado, El otro muro fue inaugurada en el Jardín Escultórico Juan Soriano, del pueblo de Owezarnia, Podkowa Lesna, en Polonia, muy cerca de Varsovia. 

El proyecto, compuesto por 15 paneles “mutables independientes, de técnica mixta” viaja gracias a la colaboración de la Embajada de México en Polonia, que encabeza Juan Sandoval Mendiolea; la Fundación Jardín Escultórico Juan Soriano, a cargo de Marek Keller y Fundación Grupo Andrade.  

Con El otro muro, dice Montes, “quise explorar la migración como fenómeno que trasciende, al convertirse en tema de interés para cualquiera que haya experimentado el movimiento a través de espacios geográficos y contextos culturales”. El oaxaqueño, quien a lo largo de su carrera ha migrado a ciudades como Londres o Seúl, creó “un muro que, con lienzos, reproduce la textura de esa construcción eterna que está ahí para contenernos”. 

El embajador Juan Sandoval Mendiolea, Amador Montes y Marek Keller en la inauguración de la exposición. Foto: cortesía Embajada de México en Polonia.

Los 15 paneles independientes (de 150 por 150 centímetros) que crean una pieza central, son en realidad un pretexto para Montes, en ellos vuelca todo su universo: está ahí su paleta de colores características, los elementos que habitan sus cuadros –aves, peces, objetos, aparentemente sin sentido—tipografías, siluetas. Este muro, dice la crítica Avelina Lesper sobre la obra, “es un lienzo, es una ficción y lo llama por su nombre para que el lienzo se identifique con lo que es, escribe El muro, lo repite, le dice: eres eso y no otra cosa, eres el tema y la forma, el soporte y la idea. Amador dibuja sobre ese Muro y lo que hace es una confesión, se desahoga sobre él, lo obliga a que cargue con sus sueños, sus dolores, sus ganas de pintar”. 

Realmente, agrega, “el Muro soportó a Amador, le permitió usarlo, desgastarlo, desechar fragmentos, con furia y con delicadeza. Sobre un muro se cuelga un cuadro y Amador mete el Muro dentro del cuadro. El Muro es paciente y Amador lo martiriza para después acariciarlo con colores, con caligrafía, recuerdos, dibujos de enseres cotidianos y de pájaros, para decirle que lo ha elegido depositario de su pintura, de lo único que él tiene para satisfacer su necesidad de manifestarse con colores, pigmentos y dibujos”. 

En el libro, publicado a propósito del proyecto, Pablo Milanés agrega que se trata de “una obra que pretende, mediante juegos de intercambio y conceptos de unidad, lo que puede ser el mundo de hoy sino fuera porque está concebido por la especie humana y no por su cosmos de insectos, aves, en fin… de pequeñas cosas que habitan y conviven maravillosamente en nuestro planeta y en la mente de Amador”. 

POR EL MUNDO 

Amador Montes es un ferviente creyente del movimiento continuo: “Aunque hay momentos para detenerse y reflexionar, para crecer, siempre debemos seguir avanzando”, dice. El otro muro no ha cesado de moverse: “Durante más de un año estuvo itinerando en ciudades de Inglaterra como Londres, Manchester, Bristol, Exeter, Birmingham, Gales, entre otras; en el camino varios espacios la solicitaron”. En México visitó Yucatán, Puebla, Querétaro, Campeche. 

Ahora, “es una invitación que me hace el Jardín Juan Soriano junto con la Embajada de México en Polonia; estoy muy contento puesto que ha sido muy bien aceptada la exposición desde su proyección y así como ha pasado en otros espacios, espero que la gente así también la reciba en Polonia”, dice. 

El Jardín Escultórico Juan Soriano ha sido definido por Marek Keller como “un lugar mexicano en tierra polaca”. Hasta allá, el heredero del artista jalisciense llevó 20 enormes esculturas al pueblo de Owczarnia, a 30 kilómetros de Varsovia. El sitio surgió para promover no sólo la obra de Soriano sino también la de otros artistas mexicanos. 

En el viejo granero de la finca, hoy convertido en una galería de arte, también se ha presentado la obra de artistas como Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Demián Flores, Diego Rodarte, Jorge González, Dr. Lakra o la fotógrafa Ana Lorena Ochoa, siempre con el apoyo de la Embajada de México en Polonia.

 

LSN