CÚPULA

Villa y la izquierda del cuadro

En el centenario de la muerte del caudillo sigue la discusión sobre el papel que jugó en la historia

EDICIÓN IMPRESA

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De izquierda a derecha: Francisco Serrano, Álvaro Obregón, Francisco Villa y el general John J. Pershing. Agosto de 1914. Colección Elmer y Diane Powell. Universidad Metodista del Sur. Estados Unidos. Créditos: Foto: Cortesía INEHRM

En 1927 una veinteañera llamada Frida Kahlo se pintó en el centro de un óleo flanqueada por un aparente pianista y un grupo de hombres y mujeres revolucionarios montados en un tren. Sobre la cabeza de su figura, Kahlo colocó un retrato de Francisco Villa, asesinado cuatro años antes. Sin saberlo, la artista incluyó en un pequeño cuadro a dos de los personajes más conocidos hoy en día, dentro y fuera de México. Sus biografías son un imán para el cine, la literatura y fuente inagotable de debates que trascienden los círculos de especialistas, con impacto en el ámbito político: varios movimientos sociales los han adoptado como banderas reivindicativas de causas diversas. 

Aunque tiene sus detractores, Kahlo no genera la polarización que irradia cíclicamente Villa. La polémica entre senadores por la decisión del gobierno federal de nombrar 2023 como el “Año de Francisco Villa”, es una extensión del debate que se generó en la década de 1960 cuando la Cámara de Diputados colocó el nombre del duranguense en su muro de honor. Controversia que, a su vez, replicó otra de los años 1930, cuando se planteó construir una escultura de Villa en Chihuahua. La tumba del Centauro del Norte también fue objeto de polémica en los años inmediatos a su asesinato, por su ubicación y por la profanación en la que fue desaparecida la cabeza del revolucionario. En los 100 años posteriores a su muerte, el eje de las discusiones sobre cómo recordar a Pancho Villa ha sido el mismo: ¿Héroe o villano? ¿Revolucionario o bandido despiadado? ¿Merece su figura un lugar en la memoria pública? 

Francisco Villa y sus hombres, ca. 1912. Colección Elmer y Diane Powell, México y la Revolución Mexicana. Universidad Metodista del Sur. Foto: Cortesía INEHRM.

Decenas de videos en redes sociales confirman la vigencia de la polémica: en tono conspiranoico prometen contar la “verdad” sobre Villa, “oculta” por décadas para no ensombrecer al ícono revolucionario. Los materiales omiten dos puntos. 1) La entrada de Villa al panteón de la “historia oficial” fue tardía: entre 1960 y 1970, cuando lo reivindicaron los diputados y se trasladaron sus supuestos restos al Monumento a la Revolución, en 1976, mucho después que los de Carranza (1942) o Madero (1960). La prolongada exclusión obedeció en gran medida a que el Centauro no fue parte del grupo “triunfante” de la Revolución, sino su enemigo, y que, a diferencia de la de Zapata, que también combatió a ese grupo, su figura fue poco utilitaria para legitimar la narrativa del Estado que comenzó a construirse en los años 1920.

2) Los “hechos ocultos” son ampliamente conocidos y estudiados por los historiadores, en particular los más sonados: las ejecuciones masivas de los pobladores de San Pedro de la Cueva, Sonora en 1915 y de soldaderas constitucionalistas en Camargo, Chihuahua en 1916, en ambos casos con el argumento de ser represalias por ataques contra villistas. Friedrich Katz, máxima autoridad de la historiografía sobre Villa, hizo referencia a estos terribles sucesos en su obra clásica de los años 1990, como también lo hicieron Paco Ignacio Taibo II y Pedro Salmerón en libros publicados después por editoriales comerciales, por mencionar sólo autores de alcance mediático amplio. 

Las ejecuciones, junto con el ataque a Columbus, ocurridos en el periodo más crudo de la guerra de guerrillas del villismo contra el carrancismo, son acontecimientos reiteradamente citados por sus detractores para caracterizar no sólo Villa, sino al movimiento revolucionario que encabezó, como sanguinario, iracundo y sin sentido. Si bien, como señaló Katz, “Villa era capaz de la mayor brutalidad”, muchas de sus acciones no fueron muy distintas de las de otros actores de la Revolución: como las ejecuciones masivas a prisioneros de guerra, avaladas por Huerta y por Carranza, o los ataques a civiles en poblaciones zapatistas del ejército federal durante el gobierno de Madero. La recurrencia de prácticas represivas no justifica los excesos de Villa, pero sí debe ayudar a pensar la dimensión de la violencia en contextos de guerra civil. Tristemente, episodios similares han ocurrido en la historia de México desde la independencia. 

La condena sobre los hechos sanguinarios de Villa y el infinito anecdotario en torno a él —sus esposas, su origen bandolero y sus vínculos con Hollywood, por ejemplo— han ensombrecido otros aspectos relevantes de su biografía, como su enorme capacidad militar o su lealtad al maderismo, y relegaron a un segundo plano al movimiento revolucionario que encabezó a partir de 1913. La División del Norte, un verdadero ejército popular, se articuló a partir de la unión de varios grupos guerrilleros, cuyos generales eligieron jefe a Villa. En poco tiempo se convirtió en un poderoso cuerpo militar, perfectamente organizado, abastecido y con una fuerte base social, capaz de aniquilar en una serie de batallas épicas al ejército profesional constituido en el Porfiriato. 

¿Qué provocó que miles de hombres y mujeres dejaran sus hogares para sumarse a las tropas de Villa? ¿Cuál era el México con el que soñaban? ¿Por qué peleaban? Pensar en el villismo más allá de Villa abre rutas de desahogo de un debate entrampado. Como han señalado Salmerón y Felipe Ávila, el gobierno villista en Chihuahua y los planes políticos de la Soberana Convención ofrecen coordenadas para identificar un proyecto de nación de carácter popular, configurado por la alianza entre villistas y zapatistas, con por lo menos tres pilares: la destrucción del latifundio y la consolidación de la pequeña propiedad agraria como motor de la economía; la educación pública como vía de transformación social, y la constitución de un gobierno nacional parlamentario, con estados verdaderamente soberanos y ayuntamientos autónomos.

Ahondar en estos temas es una ventana para reflexionar sobre los motivos del villismo y su trascendencia política. Ya es tiempo de deshipnotizar las miradas del centro de la pintura de Kahlo y observar a los revolucionarios anónimos que siempre han estado ahí, en la izquierda del cuadro.

 

LSN