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Vaselina, otra mirada

Mauricio García Lozano, ampliamente reconocido por su trabajo teatral y operístico, dirige el legendario musical

EDICIÓN IMPRESA

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La obra musical se estrenó en 1984, en los Televiteatros, con el famoso grupo infantil Timbiriche. Créditos: Cuartoscuro

Mauricio García Lozano es un hombre de teatro y de ópera, pero es, sobre todo, un hombre de escena. Por eso, dice, no tiene temor a enfrentarse por primera vez al teatro musical y ha aceptado dirigir Vaselina, en la versión del 40 aniversario con parte del elenco original, cuyos protagonistas formaron parte de la agrupación Timbiriche. 

Aceptar dirigir esta producción de Alejandro Gou, considerado como uno de los productores más potentes de los musicales, tiene una razón simple y, al mismo tiempo, profunda: su entrañable amistad con Benny Ibarra. 

Así, a partir de este vínculo emocional, el director de teatro y ópera, egresado del Centro Universitario de Teatro de la UNAM, quien conceptualizó y dirigió el ciclo de óperas Mozart-Da Ponte, y ha dirigido decenas de títulos como Fidelio de Beethoven o el estreno
en Latinoamérica de El amor distante de Kaija Saariaho, debuta, para sorpresa de muchos, en el musical con Vaselina, a estrenarse el 13 de julio. 

El descubrimiento, cuenta, ha sido mayúsculo, incluso para un hombre con formación musical, pues estudió piano en el Conservatorio Nacional de Música, pero también ha sido una experiencia de gozo y diversión. Los hallazgos, además, no son pocos, entre ellos, presenciar, de primera mano, cómo los artistas dedicados al género son “atletas” con destrezas físicas que demandan rigor y disciplina. 

García Lozano debuta en el género musical con Timbiriche. Fotos: Cortesía FIC

¿Por qué aceptaste hacer Vaselina? 

Dirigí El hombre de la mancha que, en realidad, no es un musical, sino una obra de teatro con canciones, pero me permitió aproximarme al género de manera más afín a lo que siempre he hecho. De modo que Vaselina es el primer musical en el que me arriesgo, lo hago porque la red humana que está tejida alrededor de la obra es muy fuerte para mí. 

Entre Benny Ibarra y yo se tejió una amistad y un respeto muy grande. No tengo una respuesta racional para decir por qué estoy haciendo Vaselina, pero sí puedo decir que la experiencia, en este momento, está siendo luminosísima; se me están cayendo todos los prejuicios con los que a veces uno le entra a este tipo de proyectos. 

-En el marco de los prejuicios, el musical y el teatro infantil son como los patitos feos. 

Totalmente. Hay mucha arrogancia a la hora de colocarnos, digamos, en el pedestal o en los olimpos del teatro culto o el teatro serio o de la cultura trascendente versus la cultura popular. Me parece que ahí hay un espacio que termina por limitar, sobre todo a
nosotros, a los que lo hacemos y a la gente que lo aprecia, cuando es un gran espacio de riqueza. 

El trabajo, la dificultad y la artesanía para levantar un montaje en un mundo o en el otro es enorme, es absolutamente comparable. Creo que, al final del día, el tejido humano y la posibilidad de revelación de humanidad ­—que es finalmente por lo cual uno va a ver
cualquier expresión de artes escénicas— son las mismas; pero sí creo que hay que ser riguroso en la aproximación. En ese sentido, con Vaselina estoy descubriendo una obra de teatro y una serie de personajes irresistibles que me están llevando a un trabajo muy divertido, de calado hondo y, sobre todo, de mucha conexión con el elenco. 

Ilustración: Gustavo Ortiz

-¿El teatro musical exige disciplina férrea y una capacidad para ir del canto al baile y a la palabra? 

Totalmente. Son atletas que tienen en su maleta herramientas: una resistencia y una disciplina increíbles, y una serie de cualidades que, de pronto, en el universo de la ópera hay que equilibrar. En los musicales ellos saben desde el minuto uno que tienen que estar preparados integralmente. 

-¿Vaselina forma parte de la cultura popular? 

Vaselina con Timbiriche es una especie de bastión cultural, nos guste o no nos guste. Mi relación, en términos biográficos, no es tan cercana, es decir, obviamente conocí las canciones, me encantó, vi la película, nunca vi el montaje de Julissa de aquel entonces, pero entiendo su valor cultural en la cultura popular de nuestro país. Lo que he querido hacer es extender un puente entre ese fenómeno de hace 40 años donde ellos no tenían la edad para representar a los personajes, en términos realistas, y traerlos ahora, cuando tienen menos edad para representarlos y, sin embargo, gracias a la magia de la convención teatral los vemos habitar a los chicos que tienen entre 16 y 20 años, con la transparencia de quien regala su energía y su cuerpo, tenga la edad que tenga, al servicio de un personaje, de una historia y, sobre todo, de un colectivo. 

-Vaselina no es Shakespeare y no es Mozart. Entonces, ¿qué sí es? 

Una celebración de la vida alrededor de un montón de canciones irresistibles, en torno a un montón de personajes irresistibles, es un espectáculo súper híper mega divertido y referencial, es un viaje profundo de nostalgia y de reconocimiento para la gente, pero,
sobre todo, creo que son dos horas de celebración de vida; es un montaje muy ambicioso, muy vistoso.

LSN