CÚPULA

Agua

Un grupo de deportistas harán lo imposible para estar presentes en una competencia. Esta vez la distancia no será un obstáculo para sus sueños

EDICIÓN IMPRESA

·
Créditos: Ilustración: Gustavo Ortiz

Todos somos agua, nuestro cuerpo está hecho de carne, huesos y ese líquido infinito que no tiene color, olor, ni sabor; una sustancia poderosa que rompe el silencio cuando se le antoja. Sí, somos agua, al menos en un 60%, aunque estoy segura que mi porcentaje es mucho más alto porque cada vez que me sumerjo en una alberca, el tiempo deja de existir y mi alma se siente en su hábitat. Llevo años dedicándome al nado sincronizado, es mi profesión, deporte y karma, me ha regalado los mejores momentos de mi vida, incluso mientras duermo. Pero basta de preámbulos, ese día los clavados de mortal hacia atrás de mi rutina acrobática no me salieron muy bien que digamos, mi mente estaba en otro lado, para ser exactos, en Egipto, lugar donde se llevaría a cabo la Copa del Mundo de Natación Artística. Me preguntaba por qué era tan complicado ser deportista en México; si fuera francesa, canadiense o japonesa no tendría que rogar por apoyo para ir a representar a mi país, mi tarea consistiría únicamente en entrenar muy duro y dejarlo todo durante la competencia. Mientras me secaba, Jessi jaló mi toalla de la orilla y me preguntó: 

—¿Qué te pasa, Nuria? Estás muy distraída. Estoy empezando a preocuparme, puedes tener un accidente si pierdes la concentración en la alberca. 

—¿Qué más da? Al paso que vamos no vamos a juntar el dinero para ir al mundial. La venta de trajes de baño nos ayudó un poco, pero no hemos conseguido lo que necesitamos. ¡Adiós, centroamericanos! ¡Adiós, olimpiadas! 

—Vas a ver que tendremos patrocinador. Le escribí a alguien y tengo un buen presentimiento. Dos semanas después frente al espejo me visualicé en Somabay, Egipto. La bandera mexicana ondeaba con pasión y el himno compuesto por Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra le arrancaba lágrimas de emoción a los presentes. El teléfono sonó y contesté casi al instante, era Jessi

—Ya estoy afuera. Me traes agua por fa, muero de sed. 

—Perfecto, salgo en tres minutos.

Me subí al coche, Jessi tomó agua y arrancó.

—Perdón por la prisa, pero me gustaría que llegáramos antes para que ensayemos nuestro
discurso.

—Yo ya estuve practicando hasta cómo me voy a subir al podio por la medalla cuando ganemos.

—¡Esa es la actitud que necesitamos! —contestó Jessi.

El momento de la verdad había llegado, ahí estábamos con la persona que podía materializar nuestros sueños o…, no, no quería pensar en la otra cara de la moneda. El empresario Arturo Elías Ayub nos escuchaba con atención y nos sonreía entre frase y frase. Le contamos que la CONADE nos había retirado el apoyo, le relatamos todos y cada uno de los esfuerzos y sacrificios que nos habían llevado a convertirnos en un equipo competitivo y talentoso, le enseñamos videos de nuestras rutinas y le prometimos que no se arrepentiría, que regresaríamos con medallas. 

Cuando terminamos de hablar, nos preguntó en un tono afable:

—¿En cuánto tiempo creen que pueda llegar todo el equipo de nado sincronizado a estas oficinas? 

Después de un minuto de reflexión respondimos sin estar seguras: 

—En media hora. 

—Pues que sea en 20 minutos, porque el ingeniero no tarda en llegar y creo que las puede ayudar.

Al finalizar la entrevista con el ingeniero Slim, conseguimos el patrocinio que necesitábamos para volar a Egipto y participar en la Copa del Mundo de Natación Artística Somabay 2023. El día de la competencia hicimos magia: las horas de ensayo, las llamadas de desesperación en busca de alguna ayuda, los movimientos sincronizados que practicábamos día, tarde y noche; todo, absolutamente todo, valió la pena. El agua hizo lo suyo: invadió mis ojos cuando la bandera de México ondeó en lo más alto y nuestro himno se escuchó en la tierra de Cleopatra; Jessica Sobrino, Joana Jiménez, Regina Alférez, Glenda Inzunza, Samanta Rodríguez, Daniela Estrada, Pamela Toscano, Itzamary González, Fernanda Arellano y yo, Nuria Diosdado, regresamos a México con una histórica medalla de ORO que jamás olvidaremos. A veces, aunque no lo crean, los sueños se cumplen cuando estás dormida y cuando estás despierta.

 

LSN