CÚPULA

La magia detrás de El Cascanueces

El clásico navideño ha sido semillero de bailarines y es la más grande producción dancística del año; detrás del escenario hay nervios y júbilo

EDICIÓN IMPRESA

·
Créditos: Cortesía de Carlos Alvar

Horas antes de subir el telón de cada presentación, el equipo de producción detrás del ballet El Cascanueces, con coreografía de Nina Novak y música de Piotr I. Chaikovski, supervisa la escenografía, el vestuario, las luces, el sonido y el piso del escenario, y, mientras los bailarines de la Compañía Nacional de Danza (CND) se alistan con estoicismo, los niños y jóvenes de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea y de la Academia de la Danza Mexicana comienzan a prepararse, hacer ejercicios previos, ensayar, acatar las indicaciones de sus maestras, y, de vez en vez, a correr, saltar e intercambiar pláticas y risas que manifiestan sus nervios y su inmensa alegría.

Argenis Montalvo y Ana Elisa Mena, primeros bailarines de la CND, ocupan sus lugares en el escenario; los más pequeños que hacen de ratones, campanas y ángeles los miran con atención, sueñan con ser como ellos.

Detrás de las líneas con cinta que delimitan el piso del escenario están Carolina, de 14 años; José Arturo, con 13 años; y Alan Santiago, de 9 años, estudiantes de las escuelas del INBAL que buscan convertirse “en artistas que representen a su país en el mundo”, como, dicen, Elisa Carrillo, codirectora artística de la compañía y primera bailarina del Staatsballett de Berlín, en Alemania.

(Créditos: David Ojeda)

“A mí me inspiró Isaac Hernández”, dice José Arturo, quien este año interpreta el papel de Fritz, y añade que el intérprete jalisciense, considerado como uno de los mejores intérpretes de la escena internacional, fue un ejemplo a seguir para entrar al mundo de la danza y, ahora, formar parte del espectáculo navideño. “Es un sueño hecho realidad, estoy nervioso, pero muy contento”, externa.

Carolina es una jovencita que también lleva dos años siendo parte de esta historia e interpreta a uno de los niños de la gran fiesta. Para ella, que comenzó a estudiar ballet a los 3 años de edad, se trata de un espectáculo mágico que ilumina los corazones, un ballet que, en su caso, “la hizo soñar y desear convertirse en bailarina como Elisa Carrillo”.

Para Alan Santiago, uno de los más pequeños del elenco, que lleva apenas cinco meses en la Academia de la Danza Mexicana, “se trata de una oportunidad inigualable”.

(Créditos: David Ojeda)

“No fue fácil, al principio, cuando quise entrar al ballet, veía a mi hermana y me decían que sólo eran para niñas; un día tomé una clase y me asusté, pero después regresé y es lo mejor que he hecho en mi vida, aunque me siento muy contento y nervioso de estar aquí”, comparte con seguridad el niño de nueve años, pese a que se ha enfrentado a los prejuicios que todavía existen en torno a la participación de los varones en la danza.

Sin embargo, la emoción y la inquietud están también en los más experimentados como Everardo Ponce, jefe de audio del espectáculo, quien cuenta que lleva 30 años en la compañía y a pesar del tiempo “siempre soy un manojo de nervios cada que ellos salen al escenario”, no sólo porque adaptarse a la acústica de cada lugar implica retos diferentes, sino porque alguna vez se fue el audio en plena función en vivo. “Esa experiencia es una pesadilla recurrente”, bromea.

En esta situación se encuentra Alejandro Reyes, técnico en vestuario, con 19 años formando parte de los espectáculos de la CND, su miedo, asegura, es que se rompan los cierres de algún bailarín en plena actuación.

“Cada año los cuerpos cambian, los bailarines cambian y nuestro trabajo, además de ajustar, es preservar los vestuarios y sus telas en el mejor estado, así como ayudarlos y, de ser necesario, hacer los cambios de vestuario;  quizá la parte más atemorizante es hacer reparaciones al instante”, explica Reyes, y añade que en una ocasión, el cierre de un bailarín se rompió durante un espectáculo, así que tuvo que recurrir a los seguros,  pero la solución tan endeble le preocupó todo el tiempo, hasta que el intérprete regresó al backstage  y se lo pudo reparar debidamente.

Julia Cruz, directora de orquesta española, debuta por primera vez en El Cascanueces, al frente de la Orquesta de Bellas Artes, la experiencia, dice, ha sido “mágica”, pero no sólo en dentro del Auditorio Nacional, sino fuera de él, ya que, al ensayar en el Teatro Regina, su gusto musical se amplió al escuchar géneros como la bachata de los lugares aledaños, combinada con la música de Chaikovski. “Todos estamos nerviosos, pero también estamos dejando todo para que los asistentes vivan la magia que todos vivimos dentro y fuera, estoy muy agradecida, es maravilloso, es un sueño”, asegura.

Los bailarines calientan, los niños corren de un lado al otro, los técnicos realizan pruebas, mueven escenografías, colocan un árbol por el lado izquierdo y otro más por el derecho, trabajan para que la magia nunca acabe.  

  • Es la última temporada en la que participa Blanca Ríos, como primera bailarina. 
  • Tiene funciones hasta el 23 de diciembre.