Los penaltis y la suerte se apiadaron de la Selección Mexicana. Edson Álvarez encendió la luz en las intermitencias del Tricolor, que de milagro salvó su pase directo a la Copa América 2024. En el Estadio Azteca, venció en penales a Honduras, tras el empate global 2-2 y firmó su pase al Final Four de la Nations League.
Jaime Lozano deja en alto a la Selección
Una década después de la victoria 1-2 de los catrachos en el Coloso de Santa Úrsula, el Tricolor no permitió el festejo ajeno. Jaime Lozano, tuvo un cardiaco debut como DT de México en este inmueble, salvado por el gol del Machín, al minuto 90+11’, dinamitando más de 70 mil gargantas, para el 2-0 mexicano que igualaba las cosas en general.
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Cuatro cambios presentó el Jimmy en comparación con el duelo en Tegucigalpa: uno de ellos fue Luis Chávez, quien volvió a vacunar a Honduras, como en Copa Oro, y abrió el marcador de tiro libre (43’). Además de ese grito de gol, apareció el discriminatorio con tres advertencias del sonido local.
Los ataques verdes iban más llenos de necesidad que de forma. La tribuna insistió con el “¡Chino, Chino!” y “¡Santi, Santi!”, y fue complacida. Julián Quiñones tuvo un par tras entrar de cambio, pero al igual que sus compañeros, todos sus tiros fueron a un costado o al cuerpo de los hondureños.
La lluvia aderezó el drama a contrarreloj que vivió el equipo mexicano y un manotazo de Luis Ángel Malagón intervino para evitar la muerte rápida. El propio portero del América, levantó la mano para detener el primer penal de la tanda y hacer que valieran los aciertos de Santiago Giménez, Johan Vázques Orbelín Pineda y Chino Huerta, quien erró dos veces, pero repitió tres veces, ante un temprano movimiento del arquero catracho. Un error final de la visita, en su último disparo, consumó el milagro mexicano.
El Tricolor es una caja de cuerda, de la que no se sabe qué va a salir disparado: un papelón, o serpentinas de una efímera superioridad. Pese a la bravura para silenciar a incrédulos, la euforia volvió a elevar a un Tricolor que puede sufrir un aterrizaje más doloroso, cuando le vuelvan a apagar la luz.