CÚPULA

Entre el arte y la arquitectura

Era un joven estudiante que por las tardes iba al Taller Rufino Tamayo para aprender dibujo, grabado, escultura y cerámica con maestros como Takeda Shinzaburo, Roger Von Gunten, Juan Alcázar y Gabriel Macotela.

EDICIÓN IMPRESA

·
Créditos: Daniel Ojeda y Antonio Nava

La arquitectura fue para Ulises Platas (Oaxaca, 1974) la entrada al mundo del arte. Era un joven estudiante que por las tardes iba al Taller Rufino Tamayo para aprender dibujo, grabado, escultura y cerámica con maestros como Takeda Shinzaburo, Roger Von Gunten, Juan Alcázar y Gabriel Macotela. El universo creativo se fue expandiendo y a finales de los 90 estudió fotografía en el Taller de Fotografía Manuel Álvarez Bravo, a la par se graduó como arquitecto. 

“Mi educación, digamos formal, fue la arquitectura, pero paralelamente estudié artes plásticas, fotografía, hice hasta música, me metí en todo lo que pude. Fui recopilando técnicas y formas, para mí fue como si me fuera llenando de cosas, de emociones, de vivencias. El arte es vivencial, es una vía para comunicar nuestro interior”, dice en entrevista. 

Ulises es el menor de seis hermanos y fue el “más inquieto”. Su padre, maestro rural; y, su madre, ama de casa, mantuvieron una vida familiar tradicional, pero el menor de los Platas vivió, recuerda, con “más libertad y sin tanta restricción”. “Fui repartidor, puse hasta un vals y di clases de aerobics; todo me interesaba. Curiosamente, con la arquitectura empezó mi acercamiento más serio al arte”, explica. 

Así, si bien el arte se sentía como una vocación, comenzó a desarrollar su creatividad en el ámbito de la construcción. “Por mucho tiempo me dediqué a mi carrera profesional, a proyectar; la pintura y todo lo demás seguía presente en mi vida, pero de una manera estática”, cuenta. Ya en el Taller de Rufino Tamayo, en donde la exploración de técnicas y lenguajes se potenciaron, empezó a considerar que la pintura era su verdadera forma de expresión. 

“En algún punto también quise estudiar diseño, pero no pude acceder a las escuelas que quería, entonces decidí entrar por el arte, me empecé a apasionar mucho. Aprendí del trabajo de otros maestros, en Oaxaca hay artistas que son referentes como Francisco Toledo y Sergio Hernández, quien es muy expresionista, sus formas, sus colores, su forma de construir el cuadro me impactaron”, detalla. 

Con el tiempo descubrió el trabajo del pintor y escultor alemán Anselm Kiefer, adscrito al neoexpresionismo, una de las corrientes del arte postmoderno surgida en los años 80, y su ruta creativa se trazó: “Kiefer hace unas cosas impresionantes y también me impactó la obra de Tàpies, es de los más abstractos y más expresivos artistas que existen. Empecé a crear más y mi primera exposición fue en 1999”, explica. El recorrido, sin embargo, fue corto y lo pausó seis años después. En 2015, ahora sí, se entregó por completo a la pintura y a la abstracción, fueron mucho más que una pasión, fueron una salvación y una forma de interpretar el mundo. 

“Sentía la necesidad de regresar al bastidor; en 2015 hice una exposición que me gustó, fue muy expresionista y en 2018 empiezo a construir todo esto que estoy haciendo actualmente. Tengo mi taller de carpintería, construyo mis bastidores, mis marcos, hago todo el proceso. He tenido experiencias muy duras que a través del arte he sacado, ha sido mi catarsis. En 2020, con la pandemia, en menos de un mes perdí a mis padres y a un hermano. Me contagié y estuve con oxígeno, aislado en un cuarto me puse a pintar. Fue una época muy dura y gracias al arte saqué todo de una forma expresiva”, cierra.

Por Luis Carlos Sánchez y Alida Piñón

EEZ