Clara Aparicio, convertida en “claridad esclarecida” por Juan Rulfo, esa mujer a la que llamó “corazón, rosa y amor”, falleció el lunes pasado a los 95 años de edad, de acuerdo con la fundación que administra la obra del escritor mexicano.
Nacida el 12 de agosto de 1928, Clara conoció a Rulfo con apenas 13 años, en un café de Guadalajara. El escritor habría quedado prendido de ella y debió esperar tres años para poder desposarla, entretanto le escribió decenas de cartas que aparecieron reunidas en 2000.
En las misivas, estando Rulfo en la capital del país, escribió: “Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua”. (...) “Me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas”. (...) “Clara: hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre...”.
Con Clara, Rulfo procreó tres hijos: Claudia, Juan Carlos y Juan Pablo, pero además compartió la angustia y el placer que significó escribir, principalmente, sus dos obras señeras: “Pedro Páramo” y “El llano en llamas”. Rulfo, quien fue estigmatizado como bebedor y colocado en la polémica por supuestamente haber recibido ayuda para concluir sus libros, fue reivindicado por Clara como un hombre sin vanidad que vivió obsesionado por lograr escribir las historias que repasaba hasta el cansancio para sus adentros.
PAL