Al nerviosismo y el cansancio los separaron 42 kilómetros. Las piernas temblaron igual antes y después de correr el Maratón de la CDMX, que en su edición 40 aumentó su convocatoria y agrandó la fiesta en unas calles pintadas de rosa.
Desde la madrugada, el corazón quería salir disparado. La adrenalina se apoderó de 30 mil cuerpos ansiosos por devorar la demandante distancia.
"Sólo faltan 40", gritó un emocionado corredor, después de los dos primeros kilómetros, arrebatando risas. Ese ambiente siguió toda la competencia, entre carteles, ánimos y disfraces que distrajeron la atención del dolor muscular.
Créditos: Guillermo O'Gam
Se se disfruta, libera, e incluso sana
El clima fue cómplice de los atletas. La ligera llovizna no fue obstáculo, sino alivio, aunque el frío (14 grados a las 6:00 horas) y los nervios traicionaron a más de uno, buscando de última hora arbustos para desechar líquidos y correr sin angustias. El sol se asomó por un momento para alumbrar a los atletas que entrenaron desde hace meses bajo su calor.
No estuvo prohibido salirse de la ruta para abrazar a mamá y romper en llanto. Algo tiene esta distancia que emociona y duele, pero como una especie de sano gusto por el suplicio, que se disfruta, libera, e incluso sana.
¿Qué necesidad hay de sentir este padecimiento muscular y exponer al cuerpo a tanto cansancio? Razones hay tantas como pisadas en el asfalto: una relación fallida, salir de la enfermedad, una pérdida, una especie de manda, o sólo el afán de probarse ante la demandante altura de la capital mexicana (cerca de dos mil 300 metros sobre el nivel del mar).
Uno de los mensajes de apoyo
Las lesiones no fueron ajenas. Fue una lucha contra el ego, por abandonar porque el físico cedió ante la fatiga y la fuerza. La derrota estuvo en el presupuesto desde el principio, aunque las revanchas necesitan un origen para existir. Como dice la canción: "Un hombre se hace fuerte cuando se decepciona".
Un cura repartió bendiciones y puso su palma para apoyar: “Dios los cuida”, dijo. Más adelante, una persona en situación de calle aprovechó la fruta, dulces, agua y refresco para pedir un poco a las porras que se convirtieron en familia. “No te conozco, pero te admiro”, fue uno de los mensajes de apoyo más vistos.
Fueron horas de fiesta, de poner a prueba la mente, el cuerpo y las emociones, porque en un momento las lágrimas se combinaron con el sudor en la catarsis de los corredores. El Maratón de la CDMX es una competencia exigente con calidez de su gente, en la que se endurecen las piernas y se ablandan corazones.
srgc