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"Nocturno a Rosario", el poema de amor trágico que habría llevado al suicidio a Manuel Acuña

Es considerada su obra insignia

CULTURA

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El poeta y estudiante de medicina murió a los 24 años por tomar cianuro de manera voluntariaCréditos: BING IA

Manuel Acuña nació en Saltillo, Coahuila el 1849, lugar donde comenzó con sus estudios, pero llegó a la filosofía hasta que decidió mudarse a la Ciudad de México. Su principal objetivo era estudiar la carrera de Medicina, pero durante sus estudios, mismos que quedaron inconclusos, se desarrolló en la literatura.

A lo largo de su corta carrera escribió una destacada elegía a la muerte de Eduardo Alzúa, fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl y publicó en varias ocasiones para el periódico La Iberia antes de la creación de lo que se conoce como su magna obra "Nocturno a Rosario".

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Nocturno a Rosario, el último poema de Manuel Acuña

"Nocturno a Rosario" fue el último poema de Manuel Acuña. Crédito: BING IA

Finalmente muere Manuel Acuña el día 6 de diciembre de 1873, siendo su último poema el "Nocturno a Rosario", mismo que se considera su obra principal sobre la tragedia que resulta el amor. Entonces tenía 24 años y fue encontrado en el dormitorio número 23 de la Escuela Nacional de Medicina.

De acuerdo con Mariana Montiel en una semblanza para la Gaceta UNAM, murió por los efectos del cianuro en su cuerpo. El consumo de dicha sustancia fue la vida que decidió para quitarse la vida. También reveló que supuestamente Rosario de la Peña le reprochó dicho poema porque él tenía otros romances. Ella, además de inspiración para su trabajo, había sido su más grande enamorada.

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Sin embargo, habría sido Rosario misma quien desmintió que se trata de un suicidio por su amor, y que desde tiempo atrás mantenía esa personalidad melancólica en la que parecía estar buscando a la muerte. Sus restos están actualmente en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres en Saltillo.

Manuel Acuña murió el día 6 de diciembre de 1873. Crédito: BING IA

¿Cuáles son los versos de Nocturno a Rosario?

I

¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II

Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.

III

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

IV

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tú que yo haga
con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba
concluído tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...

VII

¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!

VIII

¡Figúrate qué hermosas
las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por tí, no mas por ti.

IX

¡Bien sabe Dios que ese era
mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

X

Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!

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