PERFILES

Ramón Vargas, con el canto en la sangre durante cuatro décadas

A punto de cumplir 40 años de trayectoria, el tenor mexicano Ramón Vargas habla de sus inicios en el canto, las dificultades para lograr independencia en los teatros del mundo y de la gala que ofrecerá el 10 de septiembre en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, con la que festejará

CULTURA

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Ramón Vargas habla de sus inicios en el canto, las dificultades para lograr independencia en los teatros del mundoCréditos: Foto: Especial

El tenor Ramón Vargas (Ciudad de México, 1960) fue el séptimo hijo de una familia numerosa en la que creció siendo “inmensamente feliz”: todos sus hermanos, además de ayudarlo con su aprendizaje, pasaban largas horas de juego con él.

Desde pequeño, recuerda, le gustaba escuchar música a través de un radio, desde temprana edad descubrió su gusto por el canto y, en cuanto pudo, se integró al Coro de Infantes de la Basílica de Guadalupe donde pronto fue nombrado solista, bajo la dirección del padre Xavier González Tescucano.

“Cuando formé parte del coro comencé a conocer la música gregoriana, nosotros le decíamos música sacra, y aunque para ese entonces ya me gustaba cantar, eso me ayudó refinar mucho mi voz; posterior a eso fui alumno de canto de Antonio López y Ricardo Sánchez, en el Instituto de Liturgia, Música y Arte Cardenal Miranda”, contó el tenor en entrevista con Manuel Zamacona para la sección Perfiles de Heraldo Media Group.

Ramón Vargas explicó que ese fue el inicio de una carrera que nunca imaginó tener, sin embargo, en la adolescencia dejó el canto y no fue sino hasta reencontrarse con su profesor Antonio López, mientras estudiaba pedagogía, que volvió a retomar el estudio de esa disciplina artística.

“Cuando me reencontré con él, antes que preguntarme cómo estaba, lo primero que me cuestionó fue cómo estaba mi voz, a lo que respondí que ya no tenía voz; me miró, me contradijo y me dio un número: '¡Márcame!, este es mi teléfono', me dijo”, recordó.

Así, el tenor mexicano le dijo a sus padres que continuaría con el canto a la par de su carrera, pues además de todo, deseaba ser sociólogo. Ellos no se opusieron. “Éramos tantos que yo creo que pensaban que mejor cada loco con su tema —sonrío—, y aún con eso, ellos me acompañaron en gran parte de mi camino por la ópera, el día que decidí dejarlo todo y dedicarme al canto”.

En 1982, Ramón Vargas ganó el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli e hizo su debut con la ópera Lo Speziale de Haydn, en Monterrey; para 1983 comenzó a cantar sus primeros roles titulares en el Teatro de Bellas Artes: “primero como Fenton, en la ópera Falstaff de Verdi, y después como Don Ottavio en Don Giovanni de Mozart”.

“Esos años fueron los más importantes de mi carrera, pero después vino el temblor de 1985 y, en 1986, decidí confrontarme y conocer cuál era mi verdadero nivel enfrentando a otros tenores del mundo, entonces deje de formar parte del teatro y me fui a otros países para intentar consolidar mi sueño, creo que ese fue el mayor reto, ser independiente”, dijo.

Para 1988, el mexicano ganó el Concurso Enrico Caruso para tenores en Milán y se estableció en Viena, donde actualmente realiza estudios de perfeccionamiento operístico en el Opera Studio de la Wiener Staatsoper, bajo la guía del maestro Leo Müller;  posteriormente firmó su primer contrato en Europa como miembro de la compañía del Teatro de Lucerna, en Suiza, donde debutó en 1990 con la ópera Zaira de Vincenzo Bellini, en el Festival de Bellini Catania, en Sicilia.

Con los éxitos a cuestas, Ramón Vargas consideró su debut mundial cuando en 1992 tuvo que sustituir al tenor italiano Luciano Pavarotti como Edgardo, en la ópera Lucia de Lamermoor de Donizetti, en el Metropolitan de Nueva York.

“Ese año yo había reservado diciembre para venir a México a pasar las fiestas, me encontraba tranquilo, cuando el que ahora es mi agente me dijo que me iba a proponer en el MET para que yo cantara a lo grande, ellos estaban buscando a alguien para sustituir a Pavarotti y me aceptaron, desde entonces me he presentado más de 230 veces en ese escenario”, dijo.

Después del debut en el MET, que lo catapultó a la cima del mundo operístico, vinieron reconocimientos como el Premio Lauri-Volpi (1993) a mejor cantante; el Premio Internazionale Gino Tani per le Arti dello Spettacolo otorgado por la crítica musical (en ese mismo año); y el Premio al Artista del Año otorgado por la revista Opera Now en 2020.

“El camino en solitario no fue fácil. Antes teníamos que enterarnos de los concursos o de los conciertos en las revistas especializadas, ahora las nuevas generaciones lo tienen a un clic de distancia, pero como le digo a mis hijos, la pantalla sólo les da la información, pero no el conocimiento”, relató Vargas, quien también recordó el enorme respeto que antes se tenía por los “veteranos de la ópera” y cuestionó  que ahora, algunos teatros del mundo otorguen los roles de una ópera basados en la apariencia y que se discrimine a las mujeres por la edad.

 

MAAZ