CÚPULA

De eterna infancia

Sabino Guisu toma al ajolote, anfibio endémico de la cuenca de México, para reflexionar sobre la condición humana

CULTURA

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El escultor opina que el artista, como el universo, debe estar en constante movimientoCréditos: Leslie Pérez

Sabino Guisu (Juchitán, Oaxaca, 1986) es un hombre místico viviendo entre dos mundos: el de lo antiguo y primitivo y el de lo contemporáneo y artificial. Nacido en una familia de alfareros, aprendió a observar lo que pasaba a su alrededor: “En el mundo, en el reino animal, en el vegetal, hay mucha sabiduría oculta, pero estamos muy distraídos, no ponemos atención”, dice.

Interesado en la antropología, la religión, la psicología simbólica, Guisu se ha detenido en un pequeño anfibio endémico de la cuenca de México para crear su más reciente proyecto. Con Axolotl. El espejo de la conciencia crea una realidad subjetiva para construir “una metáfora de la forma que tienen estos animales, de su naturaleza, comparándola con el comportamiento del ser humano”.

A la manera de su anterior Cocijo, inspirado en la divinidad zapoteca de la lluvia, Axolotl también ha adquirido forma corpórea. Se trata de una pareja de ajolotes humanoides, a la manera de los art toys, de 3.2 metros de altura, que aguardan enfrentados y llenos de simbolismo. La pieza fue exhibida por primera vez en Los Ángeles, como parte central de una instalación que incluyó flores y un espejo de agua en un cementerio. Ahora prepara la exhibición pública de sus ajolotes en México.

ENTRE TRADICIÓN Y MODERNIDAD

Según la cosmovisión mexicana, explica, los animales de naturaleza metamórfica y que tienen un aspecto monstruoso eran xolotls: "Como el guajolote, que es también guaxolotl, el xolotl (xoloescuincle) y el axolotl”. Con esa idea, Sabino construye lo que llama “una parábola psicológica” y entremezcla su propia percepción de las relaciones humanas y el desarrollo evolutivo de la conciencia del ser humano, con las características y facultades especiales del ajolote o axolot, ese “animal que vive en un estado larvario y que jamás llega a la vida adulta”.

El estado de “eterna infancia” del ajolote, dice Guisu, lo convierte “en una especie de Peter Pan que no madura, que no crece”. Para el artista, el ser humano también experimenta esa condición, pero a nivel mental: “Vivimos una vida en su mayor parte inconsciente, no nos damos cuenta y percibimos una realidad que nos han contado. Sólo cuando el ser humano llega a tomar conciencia se desarrolla”. 

Una característica más del anfibio es su capacidad de regeneración física como mecanismo de defensa. El ajolote puede “regenerar sus células, su materia física, sus miembros, sus brazos, la mitad de su cuerpo, incluso hasta su cabeza”. Si bien los humanos no pueden reconstruirse físicamente, para Guisu si lo hacen a nivel mental y emocional.

“No tenemos capacidad de regenerar nuestra materia física, pero sí tenemos la fortaleza y la fuerza, que vive dentro de nosotros, para regenerar o reinventar nuestra conciencia, nuestra mente”. Sabino asocia está capacidad con la sinapsis: “El cerebro sigue aprendiendo, el problema es que nosotros dejamos de aprender y aquí entra la otra parte de que somos como niños eternos”. Como ajolotes.

El artista oaxaqueño ha trabajado lo mismo con lana de borrego que con humo y ceniza; con óleo, acrílico y grafito, pero también con la tecnología: impresoras 3D, luces led y láser. Para él, la técnica está al servicio de una idea no estática: “La creatividad es algo que necesita estar en movimiento, este mundo está en constante movimiento, el universo lo está y se está expandiendo, nosotros, los artistas, somos iguales, necesitamos estar en movimiento”.

Axolotl, como Cocijo, condensa saberes ancestrales de las antiguas culturas mexicanas y el uso de una técnica moderna en su concepción material: “Hago este sincretismo de lo artificial, de lo frívolo, de las herramientas que se usan en la época contemporánea que son muy prácticas para la vida del ser humano, pero sin perder esta parte ritual, mística y sagrada de lo antiguo, lo primitivo y lo orgánico, haciendo una síntesis con las dos cosas”.

Sabino busca, junto con su galería Maia Contemporary, un espacio público para exhibir Axolotl. Quiere que, como el nombre del proyecto, sea un “espejo de emociones, un espejo de las relaciones” con el espectador: “La conciencia del ser humano siempre es reflejada en su exterior. 

Lo que es dentro también es fuera, es arriba y es abajo, todo es un espejo en este mundo. Axolotl es una pareja zoomórfica, humanoide, un híbrido de ajolote humano con una mujer; todos los tocados que tienen están tomados de la iconografía y la estética mexicana. Tienen poesía, simbolismo”.

En el vientre, por ejemplo, tienen una espiral, son las emociones que surgen primero en la mente: “Con esa emoción nos relacionamos, por eso están parados de frente, se miran; los dos tienen un espejo en la cabeza, se reflejan mutuamente en silencio y el espiral es el símbolo del universo, donde se albergan las emociones. Cuando sentimos miedo y amor, sentimos lo que llaman mariposas en el estómago, todo está en el segundo cerebro que es el estómago y también eso es creación, eso representa el universo emocional de los seres humanos”, dice.

 

LSN