CÚPULA

La extracción de la piedra de la locura

Experimentos científicos, prejuicios y poesía, se reúnen en la última novela de la escritora mexicana ana clavel

CULTURA

·
La novela de la escritora mexicana ha sido calificada como un collage escrito en código Carroll.Créditos: Cortesía Alfaguara

Alicia corre tras el conejo. Logra escuchar las pisadas suaves de las plantas afelpadas del animal a la distancia, sus orejas le indican que este será el último recorrido antes de encontrarse con su reflejo en el espejo.

El pasillo por donde huye el conejo va dictando una serie de incidentes pasajeros: le estremece la idea de alejarse poco a poco de donde partió; a este paso, es idéntico al otro extremo. Al llegar al espejo saca la mano del mandil y la posa ingenuamente en el cristal. 

—Dra. Río nos volvemos a encontrar, ahora un poco más loco que de costumbre, ¿es tu cabeza la que te atormenta? 

—Es haber desobedecido a mis padres.

Ana Clavel escuchaba un susurro de auxilio de un hombre moribundo, con la mano le acariciaba el hombro un poeta desconocido, Darío Galicia Piñón, quien alguna vez fue pionero del infrarrealismo y de la obra homoerótica.

Perseguida por su instinto y atormentada por el desahuciado destino de Galicia narró en su honor. Darío fue ese conejo blanco que la lanzó al ruedo de la crónica.

En primera instancia, Clavel nos deleita con los detalles científicos del avance en psicocirugía; las lobotomías. Prácticas popularizadas a mediados de los 40 por los especialistas como Egas Moniz y el suizo Walter Hess. Según la investigación de la autora mexicana, estas operaciones significaban una mejora al sistema nervioso, pues permitían a los pacientes un mayor control mental y de sus emociones.

Las lobotomías concedían a las familias el poder de descansar serenas de noche, sin el remordimiento de estar emparentadas con esquizofrénicos, depresivos, ansiosos u homosexuales.

Es quizás, el recurso más brillante introducir este estudio con el itinerario vivencial de Darío. Porque él, como una cuantía significativa de personas, fue sujeto a operaciones neuronales que dieron una vuelta rotunda a su personalidad; de fiera a dócil, de rebelde a obediente.

La pregunta recurrente de Clavel en su lectura, y quizás de todo lector, es: ¿Y si después de la operación, Darío escribió poemas más ardientes? Como la mayoría de los recursos literarios de la autora podrían declarar, la pregunta es contestada a lo largo de las 242 páginas. No es rotunda su réplica, sino que es cultivada, poco a poco, en las líneas de Clavel.

Los amigos del poeta, la experiencia literaria de Clavel, las caminatas por la Facultad de Filosofía y Letras, los cigarros Delicados, el zapateo del padre de Galicia al enterarse de la homosexualidad de su hijo, los rechazos de la sociedad ante el escritor. Todo es un campo de significados que, uno tras otro, firman la respuesta ante lo ardiente de su obra poética.

Su singular aparición en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, el erotismo de sus poemas y la excentricidad de sus palabras son el fruto de un loco, que, aunque lento y víctima inestable de los experimentos científicos, forja la vida como una serie de líneas dispersas, como un haiku snob.

PAL