Lo que vivimos ahora en México es consecuencia de decisiones del pasado, las cuales han impactado tanto, que seguimos pagando. Esa es la premisa del libro “Hijos del Neoliberalismo”, de la periodista Ana Lilia Pérez, y su objetivo es entender las raíces de la corrupción sistémica, el “modus operandi” de cómo fueron saqueados los recursos del país y exponer a los autores de ello.
Para El Heraldo de México, la también maestra explica que el libro se centra “en explicar la manera en la cual se desmantelaron los principales recursos públicos del país (desde los ochenta), pero también cómo se fue estructurando el modelo de corrupción y malos manejos por parte de funcionarios de diversos niveles, y cuáles han sido esos mecanismos que han generado que se desvirtúe el servicio público”.
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Es recurrente que en el país escuchemos la palabra “neoliberalismo”, pero a veces no sabemos de casos concretos para entenderlo, por lo que a lo largo de sus páginas, la autora nos explica cómo bajo el “cobijo” del “neoliberalismo”, los funcionarios prometieron modernidad y prosperidad con la reducción de la intervención estatal en la economía, pero que eso llevó a diversas acciones que han generado graves consecuencias para los mexicanos, como la privatización de casi 500 empresas públicas.
Es a través de esta obra que el lector conoce “cómo ha sido el manejo de los recursos públicos en este país en distintos periodos y cuál es la problemática que se tiene en la actualidad y cuáles serían los retos al futuro”, comenta la autora.
Casos como el Fobaproa, diversas privatizaciones, reformas estructurales fraudulentas, el desmantelamiento de Pemex y hasta el derroche en Los Pinos se lee en el libro. La autora revela, por ejemplo, cómo se tenía un presupuesto asignado formalmente para Los Pinos, pero cómo se iban adicionando mucho más recursos, y muchos muy superfluos; usaban al Estado Mayor Presidencial para cuidar y llevar a los hijos de los presidentes y a sus amigos de fin de semana en una casa de descanso. También desglosa viajes al extranjero con derroche de dinero, donde hasta el maquillista viajaba, y explica cuánto se gastaban en comida, hospedaje y demás “necesidades”.
A todo esto, Pérez comentó que “se vuelve muy normalizado que quienes debían ser servidores públicos, desvirtuaban lo que significa el servicio público, se desvirtuó el significado del servicio público y se volvió un trampolín para el enriquecimiento personal, para vivir con lujos con cargo al erario”, lo cual explica a lo largo de la obra.
EO