CÚPULA

La ciudad y sus orquestas

Las agrupaciones musicales son un reflejo de las urbes donde se asientan, el autor se cuestiona en el siguiente texto si las nuestras nos continúan representando

CULTURA

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La Filarmónica de la Ciudad de México tiene su sede en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli.Créditos: Cortesía OFCM

Entre las artes escénicas, la música clásica es vista como la más conservadora. Su forma más conocida, las orquestas, son instituciones categorizadas como museos destinados a la preservación de un modo de vida y un repertorio hegemónico inamovible, alejado del presente e incapaz de modernizarse, de adecuarse. Ésa es una generalización que puede no ser cierta del todo y que cualquiera que vaya un domingo a la Sala Nezahualcóyotl puede desmentir, pero que ha permeado en el imaginario colectivo; alguna razón de ser tendrá. 

Suelo pensar que, aunque no siempre lo parezcan de manera obvia, aunque en la nuestra tengamos más de tres y éstas cumplan funciones a veces súper específicas con públicos particularmente distintos, que por momentos parezca que sí son ese museo que se niega a adaptarse y avanzar, las orquestas son reflejo de las ciudades a las que pertenecen. La latinidad de una ciudad como Los Ángeles se refleja en su orquesta, su director y sus proyectos, y la vibrante resiliencia de una como Nueva York quedó marcada en cómo su Filarmónica transitó los meses más difíciles de la pandemia actual. Algo estarán diciendo entonces nuestra Filarmónica capitalina, la Sinfónica Nacional y la orquesta de la Universidad acerca de la Ciudad de México.

¿Lo harán conscientemente? ¿Estarán divididas como algunos sectores de nuestros mundos capitalinos? ¿Sabrán quienes las dirigen y administran, quienes las integran, los compositores que escuchan su música tocada por ellas, que reflejan lo que somos como chilangos? Si quienes habitamos esta gran ciudad resistimos y nos adaptamos a los cambios sociales, culturales, a nuestros sismos reales y emocionales, ¿las orquestas nos están aguantando el ritmo? Quienes la habitamos… ¿nos seguimos sintiendo representados por ellas?

Usted que lee esto, que suele ir a la Ollin, a la Neza, o que solía acudir a Bellas Artes un viernes por la noche, que vivió un cambio personal entre 2020 y 2022 y tuvo que modificar la forma de habitar la ciudad, ¿lo seguirá haciendo igual?

Lo sabremos en los meses que vienen. Y quiero intuir que, nosotros, el público desde la butaca como los artistas arriba del escenario, lo iremos descubriendo y verbalizando juntos. Como en terapia de pareja.

¿Por qué hago estas preguntas en enero de 2023 y no me las hice en agosto de 2022? Porque, así como lo fue para el público, para las orquestas también fueron tres años de vivir en un mundo raro. 

Los músicos también trabajaron desde casa, también regresaron por bloques “a la oficina”. Aunque hubo conciertos desde el verano de 2021, no siempre pudieron abrir sus salas a toda capacidad; algunas, como la de Minería el verano pasado, las abrieron, pero tuvieron que rotar sus plantillas semana a semana, porque los contagios seguían apareciendo esporádicos.

Apenas este enero han retomado la normalidad más parecida a la que conocían antes. Y lo hacen reconstruyéndose, redescubriéndose. 

Hacer orquesta no es sólo llegar a tocar junto al otro, la unidad de sonido siempre se consigue a través de conocer la personalidad, las formas de actuar y reaccionar del compañero de a lado; tenemos a 80 personas descubriendo en qué cambió la pandemia al compañero de atril. Y a todos
los demás.

Luego sucede que, como la sociedad, también están deconstruyéndose. O no queriendo hacerlo. Un vistazo a las temporadas que se anunciaron para estos meses y se identifican cambios; una plática entre pasillos y se identifica a quienes no están de acuerdo con estos. ¿Usted tiene un tío que no cree que una mujer pueda desempeñarse como presidenta de la Suprema Corte? Alguna de estas orquestas tiene de la misma manera un concertino que todavía cree que la música escrita por mujeres no debe ser escuchada en una sala como la Nezahualcóyotl.

Más diferente aún, dos de ellas lo hacen con la guía de dos nuevos directores: Sylvain Gasançon es la nueva cabeza de la Filarmónica de la UNAM y Ludwig Carrasco lo es de la Sinfónica Nacional.

Ambos son conocidos, reconocidos y respetados por la comunidad musical, a ambos les conocemos sus virtudes. Los músicos de esas orquestas los conocen muy bien, pues fueron sus directores huéspedes en muchas ocasiones, pero no es lo mismo el novio al que se ve ocasionalmente, que el que ya duerme contigo. Se conocerán sus mañas personales, se construirán proyectos en conjunto y se remodelarán aspectos escondidos y visibles de la casa común. A la que ya nos están invitando.

¿Qué pinta para adelante en cada una? ¿A qué nos están invitando? Un vistazo a cada una y puede tomarme la recomendación para las primeras semanas.

La OFUNAM tendrá este fin de semana a la directora huésped Catherine Larsen-Maguire, quien tuvo algunos votos en la elección en que los músicos se decantaron por Gasançon, y en su programa ha incluido a Germaine Tailleferre, la única mujer del Grupo de los Seis. La temporada está dedicada a Francia y otro highlight es la Sinfonía Turangalila, que dirigirá su titular el 18 y 19 de febrero. 

En Bellas Artes, con la Sinfónica Nacional empieza el maestro Carrasco su etapa de líder, en un programa que debe ser leído como su manifiesto artístico: las Canciones de un viajero de Mahler y la Quinta Sinfonía de Shostakovich, a las que precede un Ritual de Mariana Villanueva; espíritu transparente que regirá el resto del año. También tendrán a una directora huésped el 7 y 10 de marzo, cuando Virginia Martínez presente la Sinfonía en mi menor de Amy Beach.

La Filarmónica de la Ciudad por su parte, ha anunciado una temporada más modesta, pero allá en los rumbos de Perisur desde antes se solía incluir a compositoras mexicanas con regularidad: este mes se escuchará a Lilia Vázquez Kuntze (11 y 12) y Gabriela Ortiz (18 y 19).

Así, en papel, parece de pronto que nuestras orquestas sí están entendiendo que, como la ciudad, nuestro pasado majestuoso y clásico puede coexistir y hablar con el presente. 

Ya veremos si todos reconocemos y entendemos ese diálogo.

PAL