José Revueltas es uno de los grandes escritores de México. Se codea junto con personajes importantes de la literatura nacional como Juan Rulfo, Rosario Castellanos, Octavio Paz, Carlos Monsiváis.
Sin embargo, su reconocimiento llegó muchos años después de su muerte. Su vida fue como la de alguno de los personajes de sus novelas y cuentos: llena de sufrimiento y siendo un mártir de la revolución.
Además de vivir perseguido por sus ideales comunistas y castigado por la miseria, el oriundo de Durango fue un visitante de las cárceles más duras de su época: Las Islas Marías (hoy un centro de recreación) y el Palacio de Lecumberri (hoy el Archivo General de la Nación).
Se dice que su estancia en estas prisiones fue igual a la mitad de sus años de vida. Sin embargo, esto es impreciso. Apenas pasó menos de un lustro, si es que contamos todas sus aprehensiones.
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La primera fue cuando era adolescente en 1929. Cuando ingresó al Partido Comunista Mexicano (PCM), participó en un acto realizado en el Zócalo de la Ciudad de México. Ahí fue detenido y acusado de participar en la protesta, lo que le valió seis meses en la correccional de menores.
Las siguientes dos veces que durmió en una celda fue en prisión de alta seguridad en el Pacífico, mejor conocida como las Islas Marías. Fueron cuatro meses la primera vez (1932) junto con otros militantes por participar en una huelga de trabajadores en Nuevo León y nueve la segunda (1934). En esta última nació su primera novela Los muros del agua.
En un artículo publicado en el periódico Reforma y rescatado por la revista Letras Libres, esta obra es calificada por el crítico Christopher Domínguez Michael como “una de las mejores primeras novelas escritas por un escritor mexicano, imprecisa como narrativa y a veces hasta inepta”.
Tuvieron que pasar muchos años para que el escritor volviera a estar preso. Fue tras la persecución del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz contra el movimiento estudiantil en México. Al proclamarse como uno de los autores intelectuales de las protestas, fue condenado el 16 de noviembre de 1968 a 16 años de prisión en Lecumberri.
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“Escribo estos apuntes en la ignorancia completa de cual podrá ser mi destino ulterior”, escribió el mismo José en una carta dos días después de su llegada a las celdas del Palacio Negro.
Lo acusaron de incitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, daño a la propiedad, ataques a las vías de comunicación, robo, acopio de armas, homicidio y lesiones. No obstante, es liberado en mayo de 1971 con libertad bajo palabra.
Fue en el Palacio Negro donde nace El apando, una de sus novelas más conocidas y que hasta llegó a la pantalla grande. En ella retrata las condiciones infrahumanas que pasaban los habitantes de la cárcel, en una prosa, compactada en un solo párrafo, que aprisiona al lector y no le da tregua del descanso como los celadores a los internos.
“El apando es una de las obras más universales de la literatura mexicana y si Revueltas viajara (es decir, si su obra tuviera alguna vez fortuna en otras lenguas, pues no la ha tenido) ocuparía un lugar junto a La sombra del caudillo, de Guzmán y Pedro Páramo, de Rulfo”, destacó Domínguez Michael en su artículo.
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