CÚPULA

Primeras actrices fundadoras del CUT: Julieta Egurrrola, Lucía Pailles y Margarita Sanz

Tres artistas de la generación inicial evocan el comienzo de una institución que ha sido señera para la escena en México

CULTURA

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PASIÓN. Puesta en escena In memoriam, 1976. Dirección Héctor MendozaCréditos: Rogelio Cuéllar Archivo Julieta Egurrola. Cortesía CU

Estudié en el Centro Universitario de Teatro, CUT de la UNAM, de 1973 a 1976. Pertenezco a la primera generación, formada por el maestro Héctor Mendoza, quien decidió convertir el CUT en una escuela de formación de actores: estudiantes que aprendieran a bailar, cantar, hacer acrobacia, que tuvieran una gran ductilidad para ser capaces de participar en cualquier obra o experimento teatral. Fueron tres años muy intensos; tuvimos muy buenos maestros, lo que aprendíamos por las tardes —las clases eran vespertinas— lo llevábamos a la práctica en los montajes que cada año presentábamos. Pasamos del trance (Grotowski) al realismo norteamericano, al costumbrismo, al neoclasicismo, y terminamos con nuestros exámenes de tercer año con una obra realista y otra de teatro del absurdo. En mi generación nos diplomamos cuatro actrices y cinco actores: Rosa María Bianchi, Lucía Pilles, Margarita Sanz, y yo; así como José Caballero, José Luis Cruz, Jaime Estrada, Carlos Mendoza y José Luis Moreno. Recuerdo esos tres años como unos de los más felices de mi vida. 

Por Julieta Egurrola

Ser parte del CUT desde su origen, egresada de su primera generación, me ha dado la maravilla de haber tenido los mejores compañeros, quienes seguimos siendo como hermanos. El gran CUT, donde el trabajo, la pasión y la entrega fuero mis aliados —y amor, disciplina y entusiasmo—, valores y sentimientos que guiaron el camino de un grupo de jóvenes —algunos mayores como yo— que incursionamos de manera decidida y con compromiso en las artes escénicas, a través de un proyecto de enorme relevancia para las artes en México. Son sentimientos de orgullo y de emoción en estos 60 años del Centro Universitario de Teatro. 

Por Lucía Pailles

El Centro Universitario de Teatro fue mi hogar durante más de tres años. Primero estuvimos toda la generación en el Teatro de Arquitectura de CU, después nos cambiamos a una casa vieja, y profundamente hermosa, con un enorme jardín, donde, además, se construyó un pequeño teatro al fondo de la propiedad: en la calle de San Lucas 16, Coyoacán. Ahí estaba el CUT. Estoy hablando de 1973 al 76. Al CUT no puedo desligarlo —porque es imposible— de la figura y presencia de mi maestro Héctor Mendoza. Para mí, el CUT fue ÉL, — el maestro en todas sus partes— como maestro y director escénico.

Puesta en escena In memoriam, 1976. Dirección Héctor Mendoza. (Créditos: Rogelio Cuéllar. Archivo Julieta Egurrola. Cortesía CUT)

Nos rodeó de creadores brillantes para que las generaciones tuvieran maestros excelentes en todas las ramas que abarcaba la carrera de actuación: danza, canto, música, el estudio de un instrumento musical —podíamos elegir entre la flauta barroca y la guitarra—. Teníamos tap, ballet clásico, jazz, acrobacia, expresión corporal, máscaras, payasos y actuación, que abarcaron desde la experimentación, con teorías de Jerzy Grotowski —lo cual fue alucinante— hasta la puesta en escena de una obra que el maestro escribió para nosotros, In memoriam, no sin antes pasar por el realismo norteamericano de Tenesse Williams, Arthur Miller, Eugene O´Neil y los vodeviles neoclásicos de Eugène Labiche. Toda una gama de tonos y estilos. Por toda esa casona vieja se sentía un ambiente propicio para la experimentación teatral; dentro de ese pequeño teatro se mostraban los resultados de diferentes formas y conceptos del montaje teatral, visiones distintas, textos dramáticos interesantes —y diría yo— lejos de lugares comunes. Para mí el CUT era un lugar donde se encontraban ideas nuevas, paisajes creativos distintos unos de otros, y donde aprendí en gran medida a pensar.

Vuelvo a In Memoriam, una de las experiencias más extraordinarias y nutridas de conocimiento y formación. Viajamos por Europa, Estados Unidos y México con esta obra; estuvimos dos años en temporadas diversas en un teatro maravilloso que se perdió, El Arcos Caracol, aquí en la ciudad. 

Así pues… In Memoriam se nos tejió en las entrañas.

Extraño la presencia del CUT en esa casona, su olor a tiempo con habitaciones antiguas que eran nuestros salones. También se construyó —aparte del pequeño teatro— un salón de danza, y no te podías perder la hermosa escalera antigua y en círculo, para llegar al segundo piso. Grandes ventanas y techos altos, todo viejo y con historia. Una vibración de vivencias extraordinaria. Hace poco pasé por ahí, por San Lucas 16 y me detuve. Fue un golpe de nostalgia en el corazón.

Por Margarita Sanz

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