CÚPULA

De sobremesa con Alfredo Castañeda

La obra del artista se puede apreciar en un recorrido inusual, alejado de convencionalismos, en Casa nuestra

CULTURA

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Retrato de Alfredo Castañeda, 2008Créditos: Santiago Torralba; cortesía de la familia Castañeda

Tras servir el postre, y con la copa de vino llena, comienza ese periodo de descanso vivo. Conversaciones en donde desnudamos nuestro yo. Profundizamos, teorizamos y mostramos nuestra forma de comprender la realidad. Comemos relatos, historias y anécdotas. El poder y la fuerza de la sobremesa era un momento mágico para Alfredo Castañeda

El pintor regresa a México después de 11 años de su partida, dialogando silenciosamente a través de sus enigmáticos personajes. El arte siempre pregunta, nunca responde, y, para ello, el cuadro debe ser degustado, leído y escuchado. En la obra de Alfredo nos adentramos a mundos de ensueño, donde las aventuras son con nosotros mismos, con nuestro yo. Proporcionan un autoconocimiento singular, planean entre el miedo y la paz, la tristeza y la alegría, una dualidad propia de la reflexión. 

La presente exposición de Alfredo Castañeda gira en torno a las diferentes acciones que provocan las conversaciones que se tienen en una sobremesa. Inicia con aromas de nostalgia, con cuadros que evocan recuerdos y que celebran los encuentros. A medida que pasan las horas, las conversaciones llegan más al alma. Entramos en territorios íntimos, donde nuestras inocencias, miedos y éxitos aparecen en nuestras palabras. La introspección se hace dueña de la mesa y Castañeda nos muestra su universo reservado, un rincón con sus últimos colores, donde observamos las raíces del tiempo. 

La conversación alrededor de la mesa continúa, y Alfredo, amante de la filosofía y teología, nos pregunta: - ¿Existe el alma humana? ¿Qué es lo real? ¿Qué es el tiempo?

"De sobremesa con Alfredo Castañeda", es una muestra donde se invita al espectador a sentarse y contemplar la obra del maestro, a perderse en sus horizontes y mares y a encontrarse a uno mismo, de la misma manera que él buscaba su yo verdadero en cada uno de los cuadros. 

Alfredo Castañeda nos murmura en cada título y obra de esta exposición un pedazo de su alma. El artista consiguió estar presente en la eternidad.  Él está aquí y ahora, es el invitado especial de esta sobremesa de suspiros.

TESTIMONIOS

  • Jorge Valdés Díaz–Vélez
  •  Diplomático, poeta y muy amigo del pintor.

Alfredo Castañeda fue un poeta que pintaba, un humanista con geniales chispazos de humor bien templado que encendía las sobremesas en su casa, rodeado de su familia y amigos entre los que me honro en contar. Conocía de memoria poemas de Bonifaz Nuño, de Valente, de Borges, y de Claudio Rodríguez, escribía con los pinceles y la pluma, compartía conmigo su tiempo y sus recuerdos con generosidad fraterna. Una de esas noches, junto a José Emilio Pacheco, evocamos a San Juan de la Cruz, a Octavio Paz y a Cavafis, y su mirada se iba iluminando a medida que citábamos versos de algunos poemas. La suya era una mirada inteligente, fresca e inquisitiva que se diría de inocente plenitud. Conservaré por siempre aquella vitalidad serena y bondadosa como uno de los más deslumbrantes regalos que me ha dado la vida.  

  • Francisco E. González
  • Fragmento del texto titulado: “Nunca terminaron”

Por mencionar un destello de memoria, recuerdo muy bien el día que Alfredo nos invitó a mi padre y a mí a visitar brevemente su estudio en Madrid durante una estancia en 1995. En ese momento entendí ese punto de apoyo y equilibrio que le permitía, por un lado, encuadrar su genio pictórico entre ese estudio grande, de techo alto, luminoso, ascético, casi minimalista; al mismo tiempo que, por el otro, su vida también era la de jefe de clan del que bullen con gran fluidez la espontaneidad, el arte, la música, la literatura, el cariño, la fiesta y, en fin, por supuesto, su majestad, ¡la cocina!

Sin embargo, no había necesidad de estar viendo en persona a Alfredo Castañeda pincelando fino para intuir la magnitud de su búsqueda, no de sentido, pues ese lo tenía todos los días a su alrededor como jefe de clan y de una vida muy ocupada. Durante esas sobremesas que se prolongaban a veces hasta el horizonte de las tierras y los mares tan distintivos como los que vemos en muchos de sus cuadros, grabados, dibujos y apuntes, Alfredo hacía preguntas, tiraba anzuelos, y si alguien mordía se abría un espacio-tiempo para compartir ideas, opiniones, incluso sensaciones acerca de puntos de coyuntura, de paradojas, a veces de fe y remanso a propósito de temas que pudieran parecer enfrentados, si no antagónicos, ya fuera la tradición y las vanguardias, el surrealismo y las líneas rectas o los círculos concéntricos, la música de Arvo Pärt y la contracultura musical y política de los años sesenta y setenta. Recuerdo su voz risueña y sonora alguna vez hablando con mi padre: “De acuerdo, estamos con que San Pedro es la derecha y San Pablo la izquierda, prosigamos…”.

POR MARINA CASTAÑEDA MATOS
IG: @MARINACASTANEDA.ART

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