CARLOS FUENTES

Ahora admiro más a mi padre: Cecilia Fuentes a 10 años de la muerte de su padre

A 10 años de la muerte de Carlos Fuentes, su hija rememora, en entrevista, su infancia, la relación con su papá y con su legado, así como la convivencia con el mundo intelectual que le rodeaba

CULTURA

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Fue un padre que procuró a su hija cuando era pequeñaCréditos: Cortesía de Cecilia Fuentes

“Antes lo admiraba poco, ahora lo admiro mucho más; antes lo criticaba mucho, ahora acepto todos sus errores, porque la gente como él tiene derecho a tener errores”, dice Cecilia, hija de Carlos Fuentes. A diez años de la muerte de su padre, Cecilia lo recuerda cariñoso cuando fue niña, con “mucho desdén” al ir creciendo, y siempre, “ignorada” del mundo intelectual al que pertenecía el autor de "Aura".

En entrevista con El Heraldo de México, la autora de "Mujer en papel" (Trilce, 2020), recuerda sus años de infancia, la relación que mantuvo con su padre y la convivencia que tuvo con el mundo intelectual que le rodeaba. Traviesa casi hasta la crueldad, ignorante del mundo al que pertenecía, Cecilia revela el dolor que ahora le produce no haber aprendido a apreciar más el mundo de su padre y, en consecuencia, ser obligada a quedar fuera de la tarea de transmitir el legado de Fuentes. 

-¿Cuándo te diste cuenta de la importancia que tenía tu padre como escritor e intelectual?

Creo que uno nunca se da cuenta de la importancia de los padres; es el día a día, la vida común y corriente, son los que te regañan, los que te persiguen, los que te visten, los que te dan de comer. Cuando te das cuenta realmente creo que es en la adolescencia, cuando por una razón u otra, ¡hijole!, te hacen saber, que son importantes porque otras gentes lo piensan, tú jamás lo piensas, para ti son papá y mamá y a nadie le importa si son famosos o no.

Nosotros comíamos, desayunabamos, paseabamos con gente importante como Neruda o como Cuevas o como Buñuel y eran simplemente amigos, unos simpáticos y otros muy pesados como (Fernando) Benítez, eran simplemente amigos con los que me llevaba bien o mal, pero me daba exactamente lo mismo, eran parte de la escenografía, yo no tenía nada que ver con ellos.

Tal vez la forma más desagradable en la que te das cuenta que son famosos es cuando por fin entras a la escuela, porque yo entré a la escuela muy tarde, hasta que regresamos a México, y no porque me dijera: ‘es la hija de…’, no, no, no, en mi escuela todos eran hijos de alguien importante, ya fueran diplomáticos, artistas, pintores, actores, de todo, entonces éramos una colección de seres muy extraños, no había ni a quien irle.

-¿Cómo era la convivencia con tus amigos de la primaria y secundaria sabiendo que eras hija de Carlos Fuentes?

De pequeña no me afectó lo más mínimo, papá era papá, mamá era mamá; él escribía, él era estricto, cosa que después ya no era y yo no tenía conciencia alguna de su fama como escritor, yo creo que ni siquiera sabía lo que era eso, entonces era una convivencia normal. A la hora que empezaron a aparecer los amigos en la primaria, mi papá ya se había ido de la casa entonces realmente toda la convivencia era con mi mamá; la convivencia con mi papá a esas alturas pues la empecé a tener cuando lo visitaba en París y ya era embajador, entonces empecé a ver que era una persona con poder, que escribía, siempre supe que escribía y para nosotros era muy estricto su momento de trabajo: mamá me tenía muy claro y marcado, ‘cuando papá trabaja no se le molesta, no se hace ruido, no se juega, no se grita’, yo no sabía que hacía, pero lo que fuera había que respetar su tiempo.

En la primaria y la secundaria, la mayoría de los chamacos eran bastante incultos, famosos o no, como para saber quién era mi papá, les daba lo mismo, pero todos conocían a mi mamá porque estaba en las telenovelas que veían sus sirvientas y sus mamás y sus abuelitas todos los días. Mi papá era un desconocido hasta que les pasó como a mí, que llega el momento de tener que estudiar “Aura” y se vuelve una pesadilla para todos.

-¿Qué opinaban tus amigos del entorno en que vivías?

Mis amigos tenían mejores entornos, yo siempre dije que si el camión que nos llevaba de San Ángel al Liceo de Polanco hubiera sido secuestrado, el ratero hubiera tenido una fortuna porque ahí estaban los que en ese momento inventaron una pasteleria La Baguette; estaban los hijos y las hijas de Gironella; de los Cuevas, de los Elizondo. Los 20 que íbamos en ese autobús todos éramos hijos de gente importante y famosa y todos los que estábamos en el Liceo, la mayoría, eran los hijos de Carlos Bracho, los hijos de los Azcárraga, los hijos de Durazo, no había para dónde hacerse, la fama no fue algo que nos afectara, todos eran y casi todos eran más importantes, entonces no era yo siendo la hija de alguien especial, mis papás eran los menos importantes de todos los que me rodeaban. ¿Qué pensaban mis amigos del trabajo de mis papás? De mi papá les daba horror que nos dejarán más trabajo leyendo cosas de él. De mi mamá por supuesto era ‘¿qué novela está haciendo?, ¿qué va hacer?, invitanos a Televisa’, no había más que eso.

Pero fue una época muy diferente y especial en la que yo tenía una libertad total en hacer lo que me diera la gana para salir, para entrar, para no estudiar si no quería, para ir a fiestas, para invitar a amigos, para hacer reuniones mixtas, pijamadas mixtas, cosas que a mis papás no les afectaban y cosas que a otros papás si les afectaban, yo quería que todos mis amigos estuvieran contentos y resulta que todos lo estaban, pero a la hora de los trancazos, cuando llegaban sus papás por ellos, los castigaban una semana porque yo tenía libertada absoluta de lo que quisiera y ellos no.

-¿Cómo fue tu infancia rodeada de artistas, escritores, periodistas?

Una infancia y una adolescencia rodeada de todas estas gentes locas fue maravilloso, entre más conciencia vas agarrando más cariño les vas agarrando, porque todas son gentes lastimadas, la mayoría de los artistas son gente con mucho dolor, no son las gentes felices que van a pintar o actuar, todos traen una cola que les pisen muy grande y yo siempre he sido como un recogedor de almas perdidas, entonces para mí fue importante y bonito poder convivir con estas almas perdidas con las que yo vivía y sentía que podía ayudar, nunca fue admiración, yo no recuerdo haber admirado a ninguno de estos personajes, ni intelectuales, ni artistas, escritores, actores, eran gente que sufría por algo y los escuchaba y los tomaba como ejemplo y si podía ayudar en algo pues lo hacía.

También fue algo divertido porque siempre había personajes locos, Cuevas era de mis consentidos porque me llevaba mucho con su hija; me acuerdo que cuando cumplí 15 años me dijo: ‘te voy a regalar un dibujo por tus 15 años’. Yo le contesté: ‘hay que horror, a mí no me gusta la pintura’, por supuesto que ahora me arrepiento. Pero él era un señor que tenía un super estudio para ir a dibujar, a mi lo que me gustaba era ir con Ximena y que nos prestara un cacho de su mesa para dibujar; cuando íbamos con González de León, que era todo serio, pues tenía una alberca y su hija nos prestaba la alberca; tolerar a los Elizondo era difícil porque eran insoportables las escuinclas. Víctor Flores Olea y Mercedes Pascual eran adorables, pero no me importaba el talento de ellos, me importaba que su hija tenía 5 años y yo podía torturarla muchísimo. Lucy Gallardo, Helena Rojo, me hacían mis fiestas de cumpleaños, porque mi mamá era muy sope para eso. Lucy traía a su chamaca y yo veía cómo robarle los zapatos para meterlos al horno, no me importaba ni Lucy ni Rebeca, me importaban las travesuras que les podía hacer.
Me acuerdo que la hija de José Donoso llegó a París, yo estaba con Ximena Cuevas, las dos éramos malísimas y nos encargan a la pobre niña que le decían la Pilarica, y la pobre en nuestras manos, la amarramos al elevador, la hicimos llorar, éramos muy malas. Cuando mi papá ya no estaba en la casa mi mamá daba clases de actuación y yo ví a Maria Rojo muchas veces, yo despertaba y le pedía el desayuno porque pensé que era mi sirvienta, nunca pensé que era una actriz importante, y así con todo el mundo.

-¿Qué compartía tu papá contigo siendo escritor?

Mi papá como intelectual me ignoraba, él tenía una visión muy clara acerca de los hijos: los hijos eran como una extensión de ti pero no eran unos seres con los que se compartía o convivía especialmente algo serio hasta que tuvieran uso de conciencia y un poco de cultura, o sea por ahí de los 14 años; supongo que con Carlitos y con Natasha (los hijos de Fuentes con Silvia Lemus) fue diferente, pero conmigo no.

Él compartía jugar conmigo según las películas que me gustaban, que si Mary Poppins, que si el Osito Nurse, fue un papá muy tierno y muy cariñoso de bebé, pero nada que ver con la literatura, sus injertos de literatura hacia mi fueron hacía lo que a mi me interesaba que eran los monstruos, siempre me gustaron, él se iba por lo que me gustaba: Frankenstein, Drácula, en mi cuarto tenía a Boris Karloff y Béla Lugosi en tamaño gigante y esos eran mis ídolos con los que yo dormía.

Me llevaba al cine a ver películas no aptas para mi edad, siempre escondida o en una bolsa o en una chaqueta, para ver monstruos: El monstruo de la Laguna Verde, me regalaba puros libros de historias de terror, El fantasma de la ópera, El conde de Montecristo, él leía todo y supongo que todo lo que iba leyendo y encontrando, todo lo que tuviera tonos macabros, policiacos, me lo iba pasando y yo feliz.

Sé que con Carlitos le daba a Kafka y esas cosas, pero yo creo que a mí me vio medio bruta desde chiquita y me daba lo que me gustaba. Íbamos a la Librería Francesa en México, que estaba ahí por ‘el Ángel’ y me acuerdo que me decía: ‘todos los libros que quieras en francés’ y yo agarraba y me iba con Arsenio Lupin, él me compró toda la serie de Arséne Lupin que era maravilloso para mi y Gaston Leroux, me daba cosas importantes dentro del género que me gustaba y era lo máximo que me regalara esas cosas.

-¿Cuándo leíste por primera vez sus libros?

El primer libro que leí de mi papá fue “Aura” entrando a secundaria y me gusto mucho la sensación que me dejó, la incógnita, pero no entendí nada. Capté que mi papá había escrito algo de una forma muy extraña y que obviamente él escribía así, porque para entonces uno ya había leído a los clásicos franceses que eran muy claros, y mi papá me resultó como Sartre, muy raro.
Fue “Aura” y fue una tortura porque fue una tarea para la escuela y yo tenía que estar obligada a saber los resultados y las respuestas para todos y no los tenía y mi papá no me ayudo en lo más mínimo. Lo siguiente que debo haber leído ya intrigada fueron “Los días enmascarados” y me encantó, dije: ‘esto si es mi mero mole, de esto entiendo todo’, y dije: ‘¿por qué no escribe puras cosas de este tipo?’. Seguí con “Cristóbal Nonato” cuando ya se había ido de la casa y mi hermano iba a nacer o ya había nacido, no me gusto nada y dije, ‘no, este señor escribe muy extraño y no es mi onda’. Como no leía sus cosas, él se debe haber frustrado, pero pues no era mi onda, entonces encontró la manera de hacerme leer sus cosas. Yo siempre quería dinero, me malacostumbre desde muy chica a que no me daban regalos sino que me daban dinero para que comprara lo que me gustara, pues él dijo: ‘si lo que le importa es el dinero y siempre me está pidiendo, que me ayude’. A medida que fue creciendo y se le complicaba más y más a tener la versión final de sus escritos, empecé a ayudarlo, me acuerdo que lo primero fue “El espejo enterrado” en español y en inglés, y me pagó muy bien por pasárselo en limpio, era pasarlo y luego hacer las correcciones que él me fuera dando, cualquier cambio, hasta mandarlo finalmente a la editora y desde ese momento, hasta que murió, leía los libros porque no me quedaba de otra para pasarlos en limpio, él me pagaba, yo los olvidaba, aunque tengo recuerdos de que hay cosas que me gustaron y sobre todo cosas que necesito volver a leer porque si quiero escribir acerca de la familia, hay mucha, mucha información, no sé si falsa o real de la familia.

. Es la primera hija del autor de Terra Nostra. (Créditos: Cortesía de Cecilia Fuentes)



-¿Has podido reivindicar a tu papá con toda la altura literaria e intelectual que alcanzó?

Yo no tengo que reivindicar a mi papá. Antes lo admiraba poco, ahora lo admiro mucho más; antes lo criticaba mucho, ahora acepto todos sus errores, porque la gente como él tiene derecho a tener errores. Lo único que me da coraje es que él sea quien no acepta hasta ahorita sus debilidades, que Silvia (Lemus) no las acepte tampoco y las enfrente, porque lo más bonito de mi papá, para mí, son su humanidad, su debilidad, sus errores, sus tropiezos, todo lo que lo hace una persona de carne y hueso, no un ser ultra majestuoso de grandes poderes como si fuera Shazam o Thor. Silvia quiere que sea eso, la estatua petrificada del Dios, y es un señor que la cagó por todos lados y eso es lo más bonito de él, su humanidad.

¿Que alcanzó mucho en la literatura? Pues sí, ¡qué bueno! Era su intención, era su deseo, lo logró. Ese logro lo respeto, pero no me impresiona. El poder apreciar sus errores sí me impresiona y me encantaría que él bajara a la tierra y dijera: sí, y así como hizo mi mamá, volteara y dijera: pues sí, yo también voy al baño, yo también eructo, yo también duermo y ¡todos váyanse a la chingada! Porque así soy, como cualquier ser humano que hace ruidos, y así soy bonito, lindo y querido.
 
¿Cómo vives ahora la ausencia de tu papá? Pareciera que tuvieras más acercamiento con su viuda Silvia Lemus.

No importa cuánto trate de acercarme a ella, ¡no hay cómo! ¿Por qué no hay cómo? Creo que ella debería estar agradecida de que mi papá me quitó todo para dárselo a ella, y yo puedo respetar eso porque fue la decisión de mi papá y todo mundo tiene derecho a decidir dónde queda su dinerito, pero de eso a que me prohíba hasta escribir un cuento de mi papá, y me diga: ‘el nombre de tu papá no lo puedes poner porque yo tengo todos los derechos sobre su nombre y tú no puedes ni mencionarlo’, ¡eso ya es un abuso!, es un abuso muy grande.

La ausencia de mi papá cada vez me pesa más, por la impotencia de no haberme acercado a él cuando pude. Yo fui descubriendo a la hora de escribir mi libro, o más bien, el libro de mi mamá, me fui dando cuenta de un Carlos Fuentes muy diferente al que mi mamá me pintó. No es que fuera mejor o peor, simplemente hay cosas que él hacía por mí, que decía de mí, muy bonitas, formas de buscarme y de tratar de acercarse. Me da mucho coraje no haberme dado cuenta, porque yo pude haber tenido una relación maravillosa con él y no me lo permití, pero pues eso ya no tiene solución ahorita.

He tratado de acercarme a Silvia, siempre trato, pero ella no lo permite, me tiene bloqueada y yo creo que me tiene un gran rencor por existir y ser la hija que queda; y a veces lo intenta y suelta el corazón, y trata, pero no puede, va más allá de ella y me lo demuestra cada vez.

-¿Deseaste estar más interesada en el mundo de tu padre como él lo deseaba?

Yo no sé cuánto mi papá deseaba que yo estuviera involucrada en su mundo, tal vez cuando era más joven sí y cuando vio que no me interesaba simplemente dijo: ‘¡che escuincla, quítenmela de aquí!’ ¡Mis hermanos tampoco se interesaban en su mundo!

Él era muy solitario, y muy egoísta con su espacio, tal vez con su esposa sí lo compartía, con nosotros no, pero sí me hubiera gustado conocer más su mundo para así poder ser parte de su vida. Yo no fui parte de su vida por mi desprecio hacia él, que ni era desprecio, era pura pendejada adolescente, tonta, y yo pude haber sido parte de su vida si él me lo hubiera permitido y si él me hubiera enseñado, porque para vivir en su mundo había que aprender y a mí nadie me enseñó. Mi mamá me puso en contra de él y él no me puso del lado de él, entonces, claro que me hubiera gustado ser parte más de su vida y ahorita poder tener control y manejar algo de su legado, del cual estoy vetada totalmente.

  • El 15 de mayo a las 12 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, se llevará a cabo un homenaje en la participarán Javier Garciadiego, Hernán Lara Zavala, Florence Olivier y Alberto Vital, además de contar con la presencia de Silvia Lemus. Y a las 18:00 horas, El Colegio Nacional organiza otro homanaje virtual con la participación de figuras como Elena Poniatowska, Juan Villoro, Porfirio Muñoz Ledo, Julio Ortega, Roger Bartra, entre otros.

 

FOTOS CORTESÍA CECILIA FUENTES