CÚPULA

La Tercera Raíz (Segunda Parte)

La presencia de la cultura árabe en México Se percibe en la literatura, en la comida y hasta en las artesanías

CULTURA

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Maruan Soto Antaki y Alberto Ruy Sánchez en la fachada del Pabellón de México en Expo 2020Créditos: Luis Carrillo

La Universidad de Guadalajara, a través de La Feria Internacional del Libro de Guadalajara presentó en Expo 2020 Dubái un conversatorio, integrado por la lingüista Concepción Company Company y los escritores Maruan Soto Antaki y Alberto Ruy Sánchez, con el fin de reflexionar sobre los lazos a menudo invisibles que unen la cultura mexicana y la árabe, pero también como una manera de celebrar que este año la FIL Guadalajara tendrá como invitado de honor al emirato de Sharjah y la cultura árabe. En una entrega anterior procuré resumir la intervención de Company, quien, en una presentación, además de docta, divertida, habló de la forma como los hispanohablantes –y en particular los mexicanos– usamos no sólo palabras sino construcciones de origen árabe sin muchas veces darnos cuenta. Fue ésta una gran introducción a las reflexiones de Ruy Sánchez y Soto Antaki sobre lo que hemos hecho con ese legado.

EL HACEDOR DE AZULEJOS

“Mis libros tienen que ver con el mundo árabe”, enfatiza Alberto Ruy Sánchez, autor de Los nombres del aire y Los jardines secretos de Mogador, entre tantas obras que acusan esa influencia. “Son más o menos 30 años de escribir alrededor de él”. 

“Mi relación con el mundo árabe comienza después de un viaje a Marruecos”, recuerda. “Al desembarcar, tuve la sensación de estar en México. Entro al mercado y lo que veo es Talavera de Puebla, cinturones –cintas de tela– que parecen hechos en Chiapas”.

Alberto concede que Marruecos no ha tenido influencia alguna sobre México, ni México sobre Marruecos. “La explicación”, aventura, “es esta gran bisabuela que tenemos en común: el mundo no andaluz sino andalusí –para diferenciar el país que ocupaba dos terceras partes de lo que ahora es España y Portugal–, una cultura bereber que evolucionó hasta tener dos nietos separados por la historia. Los artesanos que hacen cerámica en Fez utilizan la misma técnica y los mismos diseños que
se utilizan en Puebla; los que la hacen en Safi –una ciudad más hacia el Atlántico– los mismos colores y motivos que se usan en Guanajuato para la cerámica vidriada. Se llama talavera en México porque viene de Talavera de la Reina, una ciudad al sur de Madrid. Lo interesante es que, si uno va a Talavera de la Reina, aunque la técnica es la misma, los motivos no tienen nada que ver con la de México ni con la de Fez: en España hubo una influencia italiana que hizo que ahí la cerámica sea completamente diferente, y que crea la ilusión de que la hermandad se da entre Marruecos y México”.

“Yo viajé en el sótano de un barco para llegar de Francia a Tánger”, rememora. “Lo que aconteció ahí fue conmovedor. Hubo una tormenta, en el barco todo fue un desastre y, después de 36 horas de viaje, nos desmayamos. Cuando cayó el primer rayo de sol y los pasajeros de otras cubiertas comenzaban a bajar, donde estábamos nosotros nadie bajaba: estaban todos al fondo escuchando a un hombre. Era un contador de historias de Marrakech, y estaba utilizando la vieja técnica que consiste en mezclar lo que la gente vive con una estructura clásica. Estaba utilizando La nave de los locos, una novela del siglo XVI de Sebastian Brant, en que cada capítulo está dedicado a un personaje distinto. ¿Pero quiénes eran estos personajes? Cada uno de los que habíamos vivido aquella noche en el barco. Aprendí ahí un fundamento de la cultura árabe: el deseo de contar historias por el placer de contarlas. Bajé del barco diciendo ‘Yo quiero ser un contador de historias’.” A partir de esa experiencia, concede Alberto, “la aventura se multiplicó: empecé a desarrollar cinco libros utilizando para la estructura la técnica que utilizan los zelijeros, la gente que hace azulejos –la palabra azulejo no viene de azul; viene de la palabra árabe zellige, que es la piececita de barro vidriado. Utilizando la geometría que utilizan los artesanos para hacer estas especies de mandalas, hice la composición de mis libros”. 

SHAWARMA DE CERDO

Maruan Soto Antaki nació en México en un hogar de origen sirio. De ahí que no sorprenda que diga que “la presencia de la cultura árabe en México tiene que verse desde dos lados: está obviamente el lado clásico, pero surge también a partir de las primeras migraciones jalabis, de judíos de Alepo. Se construye con las migraciones libanesas, sirias, egipcias, todas con un espíritu familiar que termina por desenvolverse en gran medida en el ambiente gastronómico hasta llegar al punto en que el tradicional platillo de shawarma evoluciona en los tacos al pastor, absolutamente ajeno al Halal porque es de cerdo. La integración llega a tales niveles que en la península de Yucatán –y a mi abuela se le pondrían los pelos de punta– te ofrecen keppe de camarón”. 

Esa integración llega a hacerse tan habitual en nuestra vida, considera el escritor, “que empezamos a identificar como absolutamente mexicanos elementos como las ventanas de Puebla, que son como las de casi cualquier casa en el barrio cristiano de Damasco. Totolapan, con sus techos de bóveda, nos recuerda algunas zonas de Levante. La Capilla Real de Cholula tiene pequeñas cúpulas; sería muy difícil diferenciarla de algo hecho en el mismo espíritu: Salaheddin en Damasco. Los elementos árabes han llegado a ser tan habituales en nuestra vida que ni siquiera somos capaces de darnos cuenta de que lo son”. 

“En mi casa, una de las frases más repetidas es que, para tratar de entender a los árabes, tiene que hacerse a través del lenguaje”, recuerda Soto Antaki. “Es quizá el mismo método con el que se puede tratar de entender a los mexicanos. Es también entender la historicidad de cada uno de los lenguajes, el contenido de cada boca, de cada palabra: importa más la forma de lo que se dice que lo que se dice”. He ahí una manera de seguir afianzando las relaciones de nuestro país con una cultura de la que procedemos y de la que hemos heredado muchos rasgos culturales que trascienden el lenguaje. Es también lo que procuraremos este año en FIL Guadalajara.

PAL