CÚPULA

Visitando Expo 2020 en Dubái; testimonio de lo que significa este evento universal

Los pabellones en Dubái son testimonio de la cultura y visión de vida de los países participantes

CULTURA

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Pabellón Arabia Saudita, Distrito de OportunidadCréditos: Luis Carillo

Decidimos visitar la Expo 2020 en Dubái para dejar un testimonio de lo que significa este evento universal y para conocer lo que cada país nos muestra de su cultura y filosofía de vida. Os mostramos aquí una visión sesgada y parcial puesto que no hemos recorrido los 190 países que se dan cita, sino que hemos elegido aleatoriamente, por proximidad, afinidad o recomendaciones. 

Llegamos primero al pabellón de México, todo el mundo nos ha dicho que es sensacional. No se equivocaban. Nos transmite esa frescura de la alegría bien entendida, capaz de emprender y sorprender. En su interior, una serie de experiencias digitales conectadas te hacen percibir al país desde una perspectiva actual, buceando con acierto y sabiduría en esta cultura ancestral.

Continuamos con el pabellón de Emiratos Árabes donde Calatrava vuelve a hacer un ejercicio de volatilidad en forma de alas que se abren y cierran como las del halcón que representan, cobijando en su interior una explicación muy didáctica de los 50 años de historia que tiene este joven país. Si os quedáis con ganas de más, el arquitecto valenciano también firma el de Qatar. 

Pabellón Arabia Saudita, Distrito de Oportunidad. Foto: Luis Carrillo. (Créditos: Cortesía Pabellón de México)

No lejos de aquí está el pabellón “Visión”, con rúbrica española de Icaria, un estudio afincado en Londres. Su representación marmórea de una cabeza de caballo a una escala descomunal nos conmueve, así como la limpieza en la ejecución de la obra que esconde y disimula la tecnología implícita y todos los servicios, generando magia con las performances que presenta. 

El pabellón de Arabia Saudita te recibe con el espejo de leds más impresionante que hayas visto, engulléndote en sus entrañas especulares para mostrar imágenes expandidas de su realidad menos tradicional. Una escalera mecánica te invita a hacer un repaso de su historia y tradiciones mientras te dirige una visión aérea de su geografía a través de un caleidoscopio de imágenes que te atrapan y te transportan.

Pabellón Alemania, Distrito de Sustentabilidad. Foto: Luis Carrillo. (Créditos: Cortesía Pabellón de México)

Kazajistán, no podemos dejar de verlo porque nos llegan recomendaciones de todas partes. Al entrar, enseguida conseguimos reconectar con nuestros orígenes gracias a un vídeo tan didáctico como inspirador. Ya en un segundo piso, una puesta en escena con brazo robótico y acróbata interactúa con escenas llenas de simbolismo y de poesía descubriéndonos una nueva frontera que visitar.

Nos cambiamos sin salir de la Expo al distrito de Movilidad donde todos los pabellones son temáticos. Foster nos recibe con la limpieza formal que le caracteriza. Una serie de anillos superpuestos unidos por cortinas de cristal contínuas abren el interior visualmente, haciéndolo permeable al mundo que le rodea. Entrar en esta mole ligera de acero y vidrio es una aventura en sí misma por la emoción que provoca estar siempre ante una obra de este maestro de la arquitectura high tech.  Por dentro, las distintas recreaciones materiales y digitales nos muestran la historia del mundo árabe desde sus orígenes. 

Nos  interesamos por Finlandia, su belleza  abruma. Su fachada, blanca con una apertura para la entrada, como si de una cortina se tratara, es un ejercicio sin par de equilibrio en lo formal. No en vano una buena parte del diseño nórdico bebe de las fuentes de sus grandes arquitectos entre los que destaca Alvar Aalto. Nos adentramos en esta cueva blanca del siglo XXI a través de la gota gigante que nos permite visualizar sus tripas inmediatamente, como en Moby Dick. Su vacío es su mensaje, salpicado de inventos patrios, el espacio diáfano se rodea con facilidad estudiada. 

Corea del Sur recibe al visitante desde el exterior con unos cubos en movimiento que presentan sus distintas caras de colores mientras giran y ofrecen un dinamismo visual que atrae como la luz a las polillas. Arquitectura cinética podríamos decir. Acceder a su canopy es adentrarse en un hangar de aceros en equilibrio que conforman una estructura llena de encanto y ligereza. Los entretenimientos como bailes y pantallas gigantes, y  la simpatía y amabilidad de sus miembros la hacen una visita inolvidable. 

Hungría es nuestra siguiente parada. Un bosque de maderas bien trabajadas envuelven su carcasa concediendo un carácter sostenible y amable a este pabellón sencillo. Su interior no deja lugar a sorpresas. Gira en torno al agua de su Danubio y sus conocidos balnearios. 

Alemania se convierte en nuestra siguiente visita. Una columna de cuadrados dispersos se amontona permitiendo al acero y a los colores de la bandera, significarse en la plaza que habitan. Una corona de barras aligera la mirada en altura, quitándole peso a la totalidad del edificio y aireando la mirada del visitante. Ya dentro nos encontramos con una oda a la sostenibilidad a través de tres frentes: la energía, las ciudades del futuro y la biodiversidad.  En torno a ellos se articula su puesta en escena y, como si de una universidad se tratase, el visitante hace un recorrido por  este conocimiento para llegar al final y poder graduarse. Verdaderamente didáctico. 

No lejos de aquí, la inmensa fachada del pabellón de Suiza es un enorme espejo facetado que refleja el mundo que se le acerca en una visión agigantada de la realidad. El pavimento rojo que se extiende hasta la misma calle hace que la percepción sea viva y alegre, insuflando optimismo y energía al interesado. Sólo dos elementos: el rojo y su reflejo, impiden la distracción del foco principal, su  bandera. 

Para terminar, el World Expo Museum da una idea impresionante y clara de la verdadera dimensión política, diplomática, artística y económica que el fenómeno Expo representa para los participantes y sobre todo para el anfitrión.