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Jaime Sabines: 5 poemas cortos para recordarlo a 23 años de su muerte

Jaime Sabines falleció el 19 de marzo de 1999 víctima del cáncer

CULTURA

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Jaime Sabines FOTO: Especial

Este 19 de marzo se cumplen 23 años de la muerte de uno de los poetas mexicanos más destacables del siglo XX: Jaime Sabines, quien no solo fue multipremiado a lo largo de su vida, sino que sus letras se han convertido en ícono de la cultura popular. 

El escritor nació un 25 de marzo de 1926 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, lugar del que su madre, Luz Gutiérrez Moguel, era oriunda y donde conoció a Julio Sabines, un hombre que emigró de Cuba en 1914. 

El joven Jaime estudió la primaria en la Ciudad de México, pero su familia decidió que se mudara a Tapachula para acabar sus estudios de secundaria. Para la licenciatura intentó estudiar Medicina, pero pronto abandonó esas intenciones y pasó a inscribirse en la carrera de Lengua y Literatura Españolas en la Universidad Autónoma de México (UAM). 

Entre sus obras más conocidas se encuentran "Horal" (1950), "La Señal" (1951), "Adán y Eva" (1952), "Tarumba" (1956), "Diario Semanario y poemas en prosa "(1961), "Nuevo Recuento de Poemas" (1977), "Los amorosos Cartas a Chepita" (2009), mismas que lo hicieron acreedor a varios premios entre los que se encuentra El Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas (1959), el Premio Xavier Villaurrutia (1973), el Premio Nacional de Literatura (1983) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes (1985), por mencionar algunos. 

Tras una prolífica carrera en la poesía, Jaime Sabines falleció el 19 de marzo de 1999 a causa del cáncer. Tenía 72 años, pero su legado se ha mantenido vigente década tras década. 

5 poemas cortos de Jaime Sabines 

1. Tu nombre 

FOTO: Especial 

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.

2. Amor mío, mi amor...

FOTO: Especial

Amor mío, mi amor, amor hallado
de pronto en la ostra de la muerte.
Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.
Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.
Te quiero, amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.
Te quiero desde el poste de la esquina,
desde la alfombra de ese cuarto a solas,
en las sábanas tibias de tu cuerpo
donde se duerme un agua de amapolas.
Cabellera del aire desvelado,
río de noche, platanar oscuro,
colmena ciega, amor desenterrado,
voy a seguir tus pasos hacia arriba,
de tus pies a tu muslo y tu costado.

3. Te quiero porque tienes...

FOTO: Especial

Te quiero porque tienes
las partes de la mujer en el lugar preciso
y estás completa.
No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy la mancha, un punto en la pared,
alguna raya que tus ojos, sin ti,
se quedan viendo.
Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.
Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.

4. Me dueles 

FOTO: Especial

Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.
Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,
pide tu asombro, tu iluminado silencio.
Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.
¡Qué claridad de rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!
Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.

5. La luna

FOTO: Especial 

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.

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