CÚPULA

La estabilización de la Catedral y el Sagrario Metropolitanos

La experiencia en la corrección geométrica de ambos edificios generó nuevos avances en la investigación

CULTURA

·
Se tomó la decisión de subexcavar en las zonas centralesCréditos: Agustín Hernández Henández

Después del incidente ocurrido en la nave central de la Catedral durante el mes de abril de 1989, el arquitecto Sergio Zaldívar Guerra solicitó al arquitecto Fernando Pineda Gómez, en ese momento director de Obras de Restauración de la Dirección de Sitios y Monumentos de la Sedue, organizar los trabajos para atender la problemática de este inmueble patrimonial.

Unos meses después se identificó que los problemas eran mucho más complejos que la sola presencia de grietas visibles desde el interior. Para ese momento, el arquitecto Zaldívar Guerra tenía alrededor de 55 años, ya había trabajado en la Basílica de Guadalupe y en Palacio Nacional con problemáticas específicas, además conocía la experiencia internacional porque había estudiado Restauración en la Universidad de la Sapienza en Roma, Italia. Con esta madurez profesional pudo visualizar oportunamente la magnitud del problema. Acudió a la UNAM, donde estableció convenios de colaboración para que, tanto la Facultad de Arquitectura como el Instituto de Ingeniería brindaran la asesoría necesaria al proyecto, y fue así como empezó a conformarse el Comité Técnico de la Catedral de México, integrado por los doctores Fernando López Carmona, Roberto Meli Piralla, Enrique Tamez González, Enrique Santoyo Villa, Jorge Díaz Padilla y el ingeniero Hilario Prieto Calderón, cada uno con su respectivo equipo de trabajo integrado por profesionistas que hicieron escuela en el proyecto de la Catedral y ahora son reconocidos especialistas.

Así fue como, con gran visión, se creó el Comité Técnico de la Catedral, donde los especialistas descubrieron las características del fenómeno de los hundimientos diferenciales que aqueja a las construcciones del Centro Histórico. De manera simultánea, investigaron diversas alternativas para disminuir la deformación de 2.40 metros que existía entre el ábside y la torre poniente, la cual puso en peligro la estabilidad del monumento, aseveración que señaló desde un inicio el doctor López Carmona. Finalmente, concluyeron que el concepto teórico de subexcavación creado en 1962 en Italia por el ingeniero Fernando Terracina para la Torre de Pisa y que, por diversas circunstancias, no le fue posible aplicar. Sin embargo, dicho concepto resultaba idóneo para la Catedral, por lo que el Comité Técnico se dio a la tarea de desarrollar la tecnología de la subexcavación que por diversas circunstancias había quedado pendiente (Fig. 1).

Sin alterar el concepto estructural, se recuperaron las relaciones espaciales. Créditos: Agustín Hernández Hernández

En la Ciudad de México, el material estructural predominante en los monumentos del siglo XVI es el tezontle y su expresión arquitectónica obedece a las limitaciones de las mamposterías, incapaces de resistir tracciones. Es decir, son estructuras que sólo deben trabajar a esfuerzos de compresión, aspecto que entendieron magistralmente los constructores del pasado. Desde esta óptica, la Catedral posee un sistema abovedado resistente por forma, que permanece por masa y subsiste como mecanismo confinado por el cinturón de contrarresto. Dicha característica constructiva constituye un valor y su intervención debe conservar dicha condición, porque respetar esas premisas de diseño significa respetar la historia de la construcción (Fig. 2).

Entendido así el monumento, y ante el cambio de la conducta del suelo que amenazó con frustrar la acción restrictiva del cinturón de contrarresto, debido a que la estructura literalmente se estaba abriendo, resultaba muy claro que era el suelo donde debería actuarse para reponer las relaciones geométricas, perdidas por la extracción de los mantos acuíferos.

El valor fundamental del análisis numérico inicial, desarrollado de manera clásica, que exigió intensas jornadas de trabajo, fue permitir la comprensión de la forma construida, que fundamentó la decisión de subexcavar en las zonas centrales del recinto abovedado, donde la sobreexplotación de los mantos acuíferos consolidó el suelo a mayor velocidad (Fig. 3). Sin embargo, era un desafío abrumador donde no había margen para equivocarse y todo el Comité quería estar seguro de que tanto las hipótesis como las teorías funcionarían, por lo que a mediados de 1990 decidieron empezar a ensayar la nueva tecnología en el templo de San Antonio Abad. Ya que dicha intervención requería mucho más que extraer lodo, se necesitaba organización que permitiera identificar alguna irregularidad para que la corrección fuera de manera armónica.

Después de la etapa de trabajos preliminares empezó desde la cimentación de la Catedral, cuando se inició a construir las 32 lumbreras de tres metros de diámetro y 20 de profundidad aproximadamente, como medio para la extracción de arcilla, a partir del 23 de agosto de 1993, y de esa manera era posible modelar la superficie del suelo a voluntad. Así pues, la técnica empleada para reducir dicha deformación fue la subexcavación, la cual consistió en extraer arcilla de las zonas más consistentes para inducir un patrón de deformación capaz de restituir las pendientes del cinturón de contrarresto sin alterar el comportamiento estructural original.

Los resultados alcanzados para julio de 1998 fueron magníficos, porque la corrección geométrica fue de 92 centímetros, quedando la Catedral en condición similar a la que tenía en el periodo de 1934 a 1937, cuando los arquitectos Manuel Ortiz Monasterio y Manuel Cortina García, realizaron los trabajos de recimentación. Ambas acciones constituyeron un ejemplo de actualización, ya que sin alterar el concepto estructural se recuperaron las relaciones espaciales entre los elementos del magno edificio abovedado (Fig. 4). El proyecto contribuyó a actualizar nuestra forma de percibir el fenómeno de los hundimientos diferenciales y a explicar el comportamiento de las estructuras de mampostería simple, es decir, aquellas construidas sin acero ni concreto, cuyo equilibrio del sistema abovedado es posible gracias a la estabilidad del sistema de contrarresto.

Después de la subexcavación surgió otra etapa innovadora de carácter más preventivo, denominada mejoramiento del suelo, que se concluyó cuando el doctor Xavier Cortés Rocha fue director general de Sitios y Monumentos del Conaculta. Durante dicho periodo, concluido en 2009, la inercia por la investigación continuó con la misma intensidad y sus frutos empezaron a permear en distintos lugares del país.

Los resultados sobre el mejoramiento del suelo lograron frenar las deformaciones y estabilizaron el conjunto monumental. Es decir, lograron que la Catedral se hunda parejo, acorde al hundimiento regional. Ello acredita la inyección de mortero como una tecnología confiable y accesible, capaz de unificar la respuesta de manera gradual sin alterar la integridad de los monumentos, ni sus valores formales.

La experiencia de la corrección geométrica en la Catedral y el Sagrario Metropolitanos generó nuevos avances en directrices de investigación al servicio del patrimonio arquitectónico, las cuales permiten entender con mayor oportunidad los fenómenos que vulneran a distintas construcciones y las leyes que los rigen. A distancia se visualiza que fue un momento histórico donde convergieron los equipos de trabajo de distintos personajes, quienes se unieron para lograr el mismo objetivo: salvaguardar la seguridad y permanencia de la Catedral de México.

Por Agustín Hernández Hernández

PAL