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La Catedral Metropolitana confirma la plaza latinoamericana

Las poblaciones de la región se trazaron a partir de un espacio que constituía un centro de ciudad

CULTURA

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La Catedral MetropolitanaCréditos: Cortesía

Las plazas latinoamericanas difieren de las plazas europeas desde su concepción urbana. En Europa, las plazas fueron por lo regular el espacio resultante del encuentro de calles o caminos, así se define en primer lugar en el diccionario de la RAE. En Latinoamérica son un centro de ciudad de donde deriva la traza de las calles. Los latinoamericanos al llegar a una población preguntamos ¿dónde está el centro?, porque es la conformación urbana a la que estamos acostumbrados, así, esperamos encontrar una plaza rectangular, limitada por los edificios más significativos de la población. Bonet Correa nos dice que en España las plazas por regla general carecen de iglesias y de ayuntamientos, mientras que en Latinoamérica están delimitadas por edificios representativos de los poderes. Esta condición fue un proceso de conciliación y sincretismo urbano que surgió en la Ciudad de México, que además podemos acotar entre 1521 y 1573. Aquí la narración de esta aventura urbana.

Hernán Cortés, desde el inicio de su avance de conquista en 1519, escribió misivas dirigidas a la Corona en donde explica a doña Juana, la reina de España, y a su hijo Carlos V, estas son conocidas como las Cartas de relación. El relato lo hace para enaltecer y legitimar sus acciones, en ellas también describe la civilización que va encontrando a su paso. Él y otras fuentes, como Bernal Díaz del Castillo, relatan con admiración las calles rectas, los techos planos y las plazas cuadradas. Desde que el emperador Moctezuma tuvo noticia de su expedición, envió emisarios en son de conciliación, y después de su primer encuentro, en noviembre del mismo año, lo alojó durante algunos meses en la casa de su padre, Axayácatl. Finalmente derrotado, el ejército mexica, en 1521, Cortés y sus huestes se refugiaron en Coyoacán, en donde se fundó un primer ayuntamiento para darle legitimidad a las decisiones del conquistador, como primer gobernador, mientras, la ciudad de Tenochtitlán, el centro del imperio mexica, fue saneada y trazada en base a lo existente.

La plaza central de Tenochtitlán constituía el centro territorial, político, religioso y social del Imperio de Moctezuma, así, el conquistador aprovechó el Genius Loci del lugar para fundir la autoridad de la Corona española, con el poder del Imperio mexica que había dominado un vasto territorio en Mesoamérica.

En la conformación de la plaza central, despejada en parte de los edificios ceremoniales mexicas, se designó una "cuadratura" perfecta como terreno sagrado, es decir para la iglesia y otra "cuadratura" para lo civil, como Gabriela Sánchez Reyes ha investigado en los Archivos de Cabildo de la Catedral Metropolitana. El límite compartido de ambas "cuadraturas" fue motivo de disputa entre la iglesia y el ayuntamiento hasta el siglo XIX, disputa que finalmente fue resuelta por el secretario José Limantour, cuando declaró que no existía ya dicho límite, enarbolando las leyes de expropiación de los bienes de la iglesia.

En la designación de la traza de la ciudad, Cortés hizo la repartición de terrenos y estableció como su propiedad, dos predios que limitaban con ambas "cuadraturas". Con la correspondiente a la iglesia, se asignó la posesión de la casa de Axayácatl, lugar donde había sido alojado, en el que actualmente se desplanta el edificio del Nacional Monte de Piedad y con la civil se asignó el palacio del mismo Moctezuma, hoy Palacio Nacional. Designó también un predio al sur para sede del Ayuntamiento, en el lugar donde hoy se ubica la oficina del Gobierno de la Ciudad de México. Así, la Plaza Central mesoamericana persistió de forma rectangular y conservó las mismas vías de acceso, tanto terrestres como pluviales, que habían existido en la ciudad prehispánica. 

Mapa de la Plaza Mayor de México (se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla), hacia 1562-1566. (Créditos: Reproducción autorizada por el INAH, por tratarse de bienes de la Nación Mexicana)

Por aquel entonces en la plaza civil sólo existía representado el poder del Ayuntamiento, ya que Cortés vivió en las casas de Axayácatl que fueron acondicionadas y se convirtieron en la Casa del Marques del Valle de Oaxaca, título nobiliario concedido por el rey a Hernán Cortés, ávido de hidalguía. También inició los trabajos de remodelación de la propiedad que tenía en la plaza civil, pero murió en 1547, cuando apenas se había reconstruido una parte del predio. Se entabló entonces un complejo juicio, entre la corona y su heredero Martín Cortés por esta propiedad, para establecer ahí la sede de la Casa Real del Virreinato de la Nueva España, de esta forma, a partir de 1563, el poder de la corona quedó debidamente representado en el límite este de la plaza civil.

En lo que concierne al poder religioso, la primera iglesia construida en la zona sagrada, hacia frente a la casa del conquistador, estaba orientada de oriente a poniente, como las iglesias en España. El arzobispo Alonso de Montúfar propuso a la corona sustituir esta primera construcción, por una catedral digna del próspero virreinato. El primer proyecto seguía orientado como la anterior, por lo que hacía frente a la llamada Plaza del Marqués, pero tuvo varias adversidades desde la cimentación: La doctora Martha Fernández nos relata cómo diversas fuentes sitúan el inicio esta cimentación en 1562, trabajos que fueron abandonados por problemas del subsuelo lacustre, finalmente se decidió utilizar como cimentación una plataforma artificial mexica llamada la “Isla de los perros”, con el proyecto del arquitecto Claudio de Arciniega. Esta solución obligó a orientar el eje de composición del edificio de forma norte-sur, es decir, colocar la fachada principal de la nueva Catedral ¡hacia la Plaza Mayor!; este giro del proyecto de la Catedral entroniza la función de la plaza, que fue entonces dignificada con el poder más importante de la época, la iglesia, representada por la Catedral más grande del Virreinato.

Hacia 1573, Felipe II había mandado promulgar las “Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias”. El documento fue redactado por eruditos, algunos de ellos habían viajado a la Nueva España, como Juan de Ovando y Juan López de Velasco. Mediante estas leyes se pretendió dar orden al establecimiento de las colonias españolas en América, tanto en el aspecto administrativo como en lo urbano, entre ellas, la ordenanza número 111 determina que toda población en el virreinato español, debería de comenzar con una plaza como centro de ciudad, además determina hasta su forma: “La plaça maior de donde se a de començar la poblaçion […] sea en quadro prolongada que por lo menos tenga de largo vna vez y media de su ancho porque desta manera es mejor para las fiestas de a cauallo y cualesquiera otras que se hayan de hazer” [sic].

Estas leyes fueron el resultado de una aguda visión sobre la experiencia americana, obtenida a 52 años de las designaciones urbanas de Cortés sobre la traza mexica. 

Así, las poblaciones latinoamericanas se trazaron a partir de una plaza que constituía un centro de ciudad; cabe observar también que, a imagen y semejanza de la Plaza Mayor de Ciudad de México, tienen sendos edificios que representan a los poderes que gobiernan.

Por Patricia Martínez Gutiérrez

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