CÚPULA

El rediseño de la Catedral

A lo largo de su planeación y construcción, el proyecto del inmueble Tuvo varias modificaciones

CULTURA

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Vista general de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de MéxicoCréditos: Martha Fernández

Para construir la actual Catedral de México se realizaron dos proyectos en el siglo XVI: el primero fue ideado por el arzobispo Alonso de Montúfar (1551-1572), quien propuso un templo de siete naves, orientado de oriente a poniente y con cuatro torres. La cimentación comenzó en 1562, pero el subsuelo de la ciudad, fundada entre dos lagunas, provocó que los cimientos se hundieran, por lo que en 1565 decidieron abandonar ese planteamiento. 

En 1570, las autoridades de la Nueva España emprendieron un nuevo diseño en un sitio llamado “Isla de los Perros”, una plataforma artificial realizada por los mexicas que garantizaría mayor solidez a la obra. Pero claro, ya no sería de siete naves, sino sólo de cinco, y se orientaría de norte a sur, como la conocemos. El encargado de concretar el nuevo proyecto fue el arquitecto Claudio de Arciniega, y la primera piedra del edificio se colocó en 1573.

Dada la experiencia anterior, provocada por el subsuelo y considerando, además, que la Ciudad de México está en una zona sísmica, Arciniega tuvo que pensar en una obra ligera. Su proyecto lo conocemos gracias a un impreso escrito por el arquitecto Juan Gómez de Trasmonte, entre 1635 y 1640 (Luis G. Serrano, La traza original con que fue construida la Catedral de México) y a un plano que se le atribuye, conservado en una colección particular. Gracias a ellos, podemos deducir que la Catedral sería una basílica de cinco naves, con el ábside semihexagonal, cubierto con una bóveda de crucería a la manera gótica; cuatro torres y siete portadas; mientras que los soportes de la cubierta serían los machos de columnas que vemos actualmente (un pilar cuadrado al que se adosan cuatro medias columnas). Las tres naves centrales estarían a la misma altura, de manera que la nave mayor sería bastante oscura, pues recibiría la luz desde los muros de las naves procesionales; las naves de capilla estarían un poco más bajas y tendrían ventanas que las iluminarían desde el exterior. Todo el edificio estaría cubierto con madera y no tendría cúpula. Una catedral lo suficientemente baja como para evitar riesgos durante los temblores y lo necesariamente ligera como para disminuir los sobrepesos inducidos al subsuelo.

. Nave procesional de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. (Créditos: Martha Fernández)

Los arquitectos Alonso Pérez de Castañeda y Alonso Martínez López, quienes fueron maestros mayores de la Catedral, pretendieron modificar el proyecto de Arciniega para darle mayor luz al edificio, pero las autoridades sólo aceptaron cambiar la techumbre de madera por bóvedas; las primeras se construyeron con nervaduras, a la manera gótica, como se ven en la Sacristía y la Sala Capitular. Y así continuó la obra, hasta que el arquitecto Juan Gómez de Trasmonte (maestro mayor de la Catedral a partir de 1632) presentó un nuevo proyecto para rediseñarla entre 1635 y 1640, que finalmente fue aceptado por el virrey marqués de Cerralvo (Luis G. Serrano, op. cit.). Lo primero que planteó fue elevar cada una de las naves del templo a diferente altura para que cada una recibiera iluminación de manera directa y, con ello, conseguir un tiemplo luminoso, tal como lo podemos ver hoy. Después, planteó una techumbre, efectivamente de bóvedas, pero no de nervaduras, sino baídas; medias naranjas, más modernas que permiten que la luz se expanda y con ellas se techaron las naves procesionales y algunas capillas, como las vemos en la actualidad. Mientras, el presbiterio lo cubriría con una bóveda en cuarto de esfera, conocida como esquifada, que le otorgó la forma de hornacina, la cual supo aprovechar el maestro Jerónimo de Balbás entre 1718 y 1725, cuando levantó el Retablo de los Reyes que vemos en la actualidad. La bóveda de cañón con lunetos que cubre la nave mayor y que la ilumina todavía más, fue realizada por el maestro mayor Juan Lozano Jiménez de Balbuena, hacia el año de 1651.

La tercera modificación que planteó Juan Gómez de Trasmonte fue la construcción de una cúpula en el crucero de la Catedral, pero aquí se le presentó un problema: como Claudio de Arciniega no la había contemplado, no dejó los soportes con suficiente fortaleza para poderla cargar. El arquitecto entonces quiso aprovechar las ventajas de los machos de columnas y propuso desbaratar las dos medias columnas de cada uno de los soportes del crucero que dan a la nave mayor y volverlas a construir más gruesas para que soportaran la cúpula. Su plan no fue aceptado, porque se hubieran desalineado las columnas de la nave más importante. No conocemos su proyecto para esa cúpula, pero sabemos que dejó el que sirvió de base a Jerónimo de la Cruz para levantar la cúpula del crucero de la Catedral de Puebla, en 1646. Su diseño es muy interesante porque tiene planta circular en el interior, pero hacia el exterior se alza un tambor simulado de forma octagonal. A la muerte de Juan Gómez de Trasmonte, su hijo Luis y el aparejador mayor Rodrigo Díaz de Aguilera levantaron la cúpula de la Catedral de México, que concluyeron en 1666, ya con tambor de planta octagonal, como la conocemos. Es claro que el principio para edificarla con esa característica partió del diseño de Juan Gómez de Trasmonte. Para compensar la falta de solidez de los machos de columnas, construyeron la media naranja con tezontle, material ligero y poroso que restó peso a la obra. A finales del siglo XVIII, el maestro Manuel Tolsá le sobrepuso un casquete de cantería peraltado, enmarcó las ventanas y elevó la linternilla para dejarla como la vemos ahora.

La importancia del rediseño de la Catedral que llevó a cabo Juan Gómez de Trasmonte radica en que el edificio que vemos ahora, con las naves a diferente altura, iluminada y con una cúpula en el crucero, fue producto de su intervención. 

Además, muchas de sus ideas trascendieron hasta el siglo XVIII y formaron parte de la tradición arquitectónica de la Nueva España.

Por Martha Fernández

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