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Año Nuevo: ritos simbólicos

Comprar borregos de lana y comer 12 uvas son algunos rituales que tienen un origen relacionado con lo sagrado

CULTURA

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Chamanes y vendedores ambulantes ofrecen productos para la abundancia. Créditos: Cuartoscuro

Al finalizar el año y comenzar uno nuevo las personas realizan una serie de actos individuales o colectivos con el objetivo de obtener bienestar, estabilidad, amor, riqueza y prosperidad, es decir, realizan rituales que, para algunos, no tienen más fundamentos que el pensamiento mágico y el anhelo de un futuro mejor.

Los ejemplos abundan: obsequiar la figura de un borrego con lana para el bienestar y abundancia, en México, además, se asocia con el dinero; regalar semillas significa desear prosperidad e incluso fertilidad, besar a la pareja cuando suena la última campanada del reloj ayudará a mantener el amor. Entre los individuales se enlistan algunos como pasear con las maletas durante la noche del último día del año para, según, viajar más durante los siguientes 12 meses; utilizar una prenda íntima roja o amarilla con el fin de garantizar afecto o una buena economía, tomar un baño a la medianoche para limpiar el cuerpo y recibir el nuevo ciclo con pureza y, por supuesto, comer 12 uvas y pedir deseos durante las campanadas que anuncian el inicio del siguiente año.

Estos actos son, según especialistas, ritos contemporáneos con orígenes difíciles de fechar.

David Lagunas, antropólogo y profesor de la Universidad de Sevilla, España, explicó que los rituales son una maquinaria de integración social. Sin embargo, “en las sociedades primitivas o más antiguas estos se relacionaban con lo sagrado —separado de lo ordinario—, mientras que en las sociedades modernas con lo profano —lo mundano—”.

El investigador indicó que fuera del contexto de un fin de ciclo existen muchos rituales “menores” o “ritos de paso” establecidos por la sociedad para “ordenar y jerarquizar las maneras de ser y actuar en lo colectivo”, como tomar un café, ofrecer un aperitivo a las visitas o saludar de mano.

Los borreguitos, según la creencia, son para el dinero. (Créditos: Cuartoscuro)

Los de Año Nuevo, en cambio, son actos que nacen de una idea “mágica”. “La creencia y el rito están unidos y cuando llevas a cabo estas acciones estás expresando aquellas ideas en las que crees”, puntualizó Lagunas, quien también explicó que estas expresiones son capaces de proporcionar estabilidad emocional y psicológica, así como consuelo, paz y tranquilidad. “Un ritual siempre dice algo, pero también ofrece algo y tiene efectos”, expresó.

Y añadió: “La antropóloga británica Mary Douglas señala que el hombre es un animal ritual y explica que si se suprime un rito, éste no dejará de surgir en otros y lo hará con mayor fuerza mientras más intensa sea la interacción social. La premisa es la discontinuidad social, un rasgo del grupo moderno, en donde la discontinuidad se ritualiza”.

El antropólogo refirió que, para la etnóloga francesa, Martine Segalen, “los rituales no son sólo religiosos o sagrados sino también seculares o profanos, son una realización colectiva en la cual la sociedad se ve representada y toma conciencia de sí misma”.

Por otra parte, Lagunas sostuvo que la individualidad en los rituales contemporáneos lleva al empobrecimiento de los mismos y a la disminución de los momentos colectivos, pues las personas luchan con ciertas dificultades —que podrían ser existenciales— y al no participar de la colectividad, carecen de respuestas. “Toda sociedad tiene rituales y siempre suelen ser los mismos, transmiten mensajes profundos y forman parte de celebraciones que también transmiten cosas muy potentes y profundas en el sentido de la identidad”, explicó el profesor.

Para Lagunas, “toda sociedad tiene necesidad de simbolizar, de expresar, de representar un orden, y, en este sentido, el ritual cohesiona, da sentido, ayuda a interpretar el mundo y a reafirmar”.

Stanislaw Iwaniszewski, arqueólogo y arqueoastrónomo, explica en su investigación Eventos astronómicos en los ritos de paso, publicado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, que los ritos marcan el tránsito de una fase de la vida a otra, de un determinado estatus social a otro, etc.

Y da cuenta, por ejemplo, de que las ceremonias de año nuevo de los mayas, descritas por el franciscano Diego de Landa o por el Códice de Dresde, demuestran “claramente que trataban de evitar las rupturas temporales, posibles fuentes del peligro”, pues era la fiesta mayor de todo el año porque era comunitaria.

De tal forma que los rituales podrían datar de hace más de 200 mil años, desde la existencia del hombre Neanderthal, quien ya pintaba los huesos de sus difuntos de color ocre, marcando una transición entre la vida y la muerte.  Los rituales contemporáneos que han pasado de generación en generación es difícil de fecharlos o de identificar su origen, lo que sí es posible es apostar a la esperanza que brindan.

PAL